"Este libro busca que quien lo lea desmonte una ficción, la de la certidumbre; aquí la posibilidad permanente es lo incomprensible", señala Labbé al contestar las preguntas que acepta leer de corrido primero, para sólo responder las que llamen su atención porque "eso debe ser la literatura -dice-: lucha contra los órdenes impuestos al lenguaje, propuesta de otras narrativas más integradoras".
¿Porqué esa forma nervada de escritura, tanta vuelta hasta llegar al núcleo, hasta dar con el hueso? "Me gusta pensar el revés de una escritura convencional como algo nervado -escribe Labbé en el mail dirigido a Télam-, como si pudiéramos dar vuelta cualquier ficción que un narrador jerarquiza en principio, medio y fin y, al hacerlo, aparecieran los nervios palpitantes, las arterias y más abajo el esqueleto".
"Pero todo eso está mezclado, es cochino, no puedes mirarlo sin mancharte. Eso quiero leer: un cuerpo", sentencia el autor de novelas como Libro de Plumas y Locuela.
En esta nueva obra de Labbé, un hombre intenta denunciar la profanación de la tierra y pueblos originarios al sur de Chile por corporaciones europeas, a la vez denuncia la censura presente en su paí­­s y, de la misma manera que ocurre con el guión del videojuego de 1.323.326, uno de sus personajes, el libro de Labbé se vuelve una denuncia creativa.
Su novela, señala, "cuenta la destrucción de la flora y la fauna en los campos, islas, lagos, rí­os y océanos por parte de industrias salmoneras", pero es además una muestra de cómo "eliminar el realismo jerárquico, estereotipado y 'reductivo' de las ficciones que fundan las narrativas" de instituciones como jardines de infantes, escuelas y universidades.
Fuente: Télam