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Viernes 29 de Marzo de 2024
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Elvio Gandolfo, sobre su relación con el uruguayo Mario Levrero

En "Un silencio menos", el escritor y ensayista argentino Elvio Gandolfo consigue la proeza de volver a hacer hablar a su colega uruguayo Mario Levrero, fallecido en 2004, mediante un obsesivo rastro de entrevistas y reportajes que componen un cuadro de las ideas y procedimientos de quien es reconocido como un gran narrador latinoamericano.
El libro, recién publicado en las ediciones Mansalva -que dirige el poeta y músico rosarino Francisco Garamona- también hace reverberar una época y unos interlocutores singulares como Enrique Estrázulas, Gustavo Escanlar, Carlos María Domínguez, Luis Pereira, Helena Corbellini, Marcial Souto y el propio Gandolfo.

Jorge Mario Varlotta Levrero nació en Montevideo en 1940. Publicó "Gelatina", "La ciudad", "El lugar", "Manual de parapsicología", "Todo el tiempo", "Fauna/Desplazamientos", "El discurso vacío", "La novela luminosa", "Espacios libres", "El sótano", "El alma de Gardel", "Dejen todo en mis manos" y "La Banda del Ciempiés".

Gandolfo nació en Mendoza en 1947, pero es rosarino. Junto a su padre, Francisco, dirigió la revista literaria El lagrimal Trifurca. Entre Montevideo, Buenos Aires y Rosario, entre otros libros, publicó "La reina de las nieves", "Caminando alrededor", "Dos mujeres", "Parece mentira", "Boomerang" y "Omnibus".

Esta es la conversación que sostuvo con Télam desde Montevideo:

- Levrero, ¿es alguien que rompe géneros o directamente desinteresado de esa categoría?
- Los consumía con placer, en especial el cómic (o la historieta: su favorito era La pequeña Lulú) y muy en especial la policial. Era un adicto a Nero Wolfe, el detective en silla de ruedas de Rex Stout, que le parecía un capo, y Perry Mason, el de Erle Stanley Gardner, un fabricante hábil, a quien leía tan culposamente como fumaba cigarrillos, hasta el final. En cambio lo que él mismo producía a veces podía ser homenaje, parodia o toque de algún género, pero era casi todo literatura, en un sentido más amplio del que suele tenerse en cuenta, sobre todo en la crítica y la academia. Decía detestar la ciencia ficción, pero había leído casi todo lo que importa, con gusto.

- ¿Qué pensaba él de la idea de hipnosis o los modos de la hipnosis? Porque en principio, hay como un eco romántico ahí.
- La idea de la hipnosis del arte se repite a lo largo del tiempo como teoría, en sus reportajes. También estuvo interesado en la parapsicología, en especial en la telepatía. Era muy sensible en ese sentido, con una intuición muy certera. Un día en que había tenido una pelea con mi pareja, llegué a su departamento como diez horas después y me preguntó qué me había pasado. Le pregunté por qué me preguntaba. "Apestás a adrenalina", me dijo.
Más que romántico lo veo cerca a veces del surrealismo, incluso en el poco rigor para afirmar cosas contundentes sin demasiadas pruebas. Una de las veces en que estuvo a punto de mandarme a la mierda fue cuando me reí un poco de algunos rasgos del "Manual de parapsicología" (unos relojitos que aparecían en el texto para que uno interrumpiera la lectura, porque podía ser peligrosa). Por suerte estábamos distantes (él en Piriápolis, yo en Montevideo), y el espaciotiempo y el interés mutuo limaron las diferencias.

- En "El discurso vacío", ¿qué quiso hacer?
- Está dicho muy claramente en el propio libro. Uno de los proyectos era cambiar la personalidad cambiando la caligrafía de la escritura a mano. En un homenaje medio torcido que se hizo poco después de su muerte, una crítica montevideana dijo que eso demostraba que Levrero estaba esquizofrénico (sic).
Sin embargo un gran escritor estadounidense, William Gass, había hecho lo mismo, y describía las consecuencias en su literatura (lo declaró en una entrevista a The Paris Review). Una realidad donde todos los escritoras-escritores creativa/os e investigadora/es estuvieran internada/os en psiquiátricos y todos los críticos y críticas estuvieran sueltos, sería una pesadilla. En "El discurso…", que al principio pinta como un experimento un poco plomizo, el perro Pongo lo sacó del trance y lo sumerge a la vez en la realidad y en uno de sus mejores libros.

- Levrero, ¿sólo puede ser un escritor rioplatense? Si es así, ¿por qué?
- No creo. Podría haber sido austriaco, como Joseph Roth, o multinacional, como Anna Kavan, o norteamericano como Hermann Melville, y Nathanael Hawthorne, y Steven Millhauser. Y de otros países, por la complejidad y variedad de su obra, y por el modo en que se relaciona con esos y otros escritores.

- "La ciudad", ¿tiene un aire al "Stalker" de Tarkovski, o me parece a mí? ¿Cuál era su relación con el cine?
- No se me había ocurrido la relación. Sí han hablado hasta el hartazgo de su relación intensa con Kafka. Es cierto que podría ser una buena película, pero hecha por un rioplatense, tipo Leonardo Favio más que por Tarkovski. Ahora que releo la respuesta pienso que a lo mejor te referís a la relación de él mismo con el cine: muy intensa y muy opinada, a veces con violencia. Cuando vivió en Colonia con Alicia Hoppe y su hijo Juan Ignacio usaba el video, aparecido hacía poco, para hacer sesiones educativas de cine con Juan Ignacio. Filmó algunos cortos de joven. Y filmamos una astracanada entre policial y de terror en Colonia un día en que estábamos varios de visita, que por ahí debe de andar.

- ¿Cuánto de Levrero hay en Elvio Gandolfo?
- Todos los que compartimos aquellos finales de los 60 y principios de los 70 en Montevideo, Rosario y Buenos Aires terminamos teniendo mucho de los demás. Era una época muy gregaria, llena de jugo y de juego, que no presionaba en absoluto, y que atraía por su potencial de diversión y absorción continua de informaciones y experiencias nuevas. Mario les llamaba a los picos más intensos "vendavales existenciales".
Poco antes de su muerte encontré a Alicia Hoppe buscando libros policiales para él en la Cooperativa del Cordón, una librería de viejo de la calle Tristán Narvaja. En esa época nos veíamos menos, porque los dos habíamos andado con problemas de salud. Me dijo que me había mencionado. Por supuesto le pregunté qué había dicho: "Ayer vi a Gandolfo en un sueño", y agregó: "¿Qué hacía Gandolfo en uno de mis sueños?". Me largué a reír y le dije a Alicia: "¡Romperle un poco las pelotas, como siempre!".

Fuente: Télam

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