Catamarca
Jueves 28 de Marzo de 2024
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Es la satisfacción de la pulsión de muerte la que gobierna los actos de tomar a lo diferente como hostil

En Consecuencias subjetivas del Terrorismo de Estado, el psicoanalista Osvaldo Delgado compila una serie de textos -prologados por Adolfo Pérez Esquivel y la jueza María Roqueta- que intentan dar cuenta cómo la subjetividad resultó agredida en una época particular y las desinencias que esa agresión supo tener a lo largo del tiempo.
El libro, publicado por la editorial Grama, cuenta, además de los trabajos del compilador, con la colaboración de Ana María Careaga, Juan Dobon, Pablo Fridman, Alicia Lo Giúdice, Irma Peusner y Fabiana Rousseaux.

Delgado es profesor titular de la cátedra Psicoanálisis Freud I en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), además de miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).

Esta es la conversación que sostuvo con Télam.

T : Desde la perspectiva psicoanalítica, ¿cómo es posible mensurar las consecuencias subjetivas del terrorismo de Estado?
OD : (Jacques) Lacan en su Seminario Los no incautos yerran, habla de la forclusión del Nombre del Padre en la cultura, y el retorno en lo real de lo forcluido, bajo la modalidad de ley de hierro (sometimiento al goce del padre de la horda primitiva).

Las consecuencias subjetivas del terrorismo de Estado, hay que pensarlas en ese marco.

El parletre (el hablanteser), se encuentra a merced de la presencia de los diversos efectos de esa ley de hierro.

Las posiciones fantasmáticas y las soluciones sintomáticas de cada uno, se encuentran con esa experiencia cruel sin medida. En cada uno, los efectos devastadores serán singulares. Pero a partir de ese momento la vida (de los que sobrevivan), no será sin eso en lo más íntimo. Crimen de lo real, lo llamó Jacques-Alain Miller.

T : Usted escribe que sin la operatividad de la pulsión de muerte es posible confundirse en el camino. ¿Podría explicar o ampliar esta cuestión?
D : Sigo en este punto la aseveración de Lacan respecto al holocausto. Las categorías hegelianas-marxistas no pueden terminar de dar cuenta de ese sacrificio a los dioses oscuros. Para dar cuenta de ese horror, se necesita el concepto de pulsión de muerte freudiano, como también el mal radical de Kant.
A partir de la postulación del Más allá del principio de placer, todo análisis, estudio o investigación sobre los lazos sociales, no puede prescindir de lo postulado por Freud.

Es la oscura satisfacción de la pulsión de muerte, lo que gobierna los actos de tomar a lo diferente como hostil.

T : La cita de Eduardo Luis Duhalde, la de Stanley Milgram, ¿qué es lo que de manera indubitable darían por probado respecto de esos sujetos que al llegar la noche se transforman en máquinas sádicas, asesinas?
D : Esos sujetos, en su mayoría neuróticos, pueden realizar actos de una crueldad inaudita, si están seguros de no pagar un precio por ello, y si además pueden mediante esos actos, hacer carrera.

Los textos citados dan cuenta de la aseveración freudiana, de que las pasiones oscuras no son erradicables, y que esperan las condiciones para poder expresarse en el mundo.

El terrorismo de Estado crea las condiciones para que el goce de torturar y asesinar, pueda llevarse a cabo.

T : ¿Cómo pensar -y creo que es imprescindible- una política de Estado fundada o fundada en buena parte por el respeto a los Derechos Humanos, que tienen valor universal, con la clínica psicoanalítica, que lejos del individualismo, propone una suerte de encuentro con la singularidad?
D : La ética del psicoanálisis, tiene por orientación el respeto a los modos singulares de goce que llamamos síntomas.

Reconocimiento y respeto, por los modos en que las personas se las ven con su propio deseo.

Freud llamó a esto regla de abstinencia. Abstinencia por parte del analista de sus deseos, singularidad de goce, moral, ideales. La posición del analista es lo más alejado a cualquier ejercicio del poder.

De este modo, se encuentra con el respeto a los Derechos Humanos.

T : Lacan decía que los ricos eran inanalizables, y que analizar a un canalla no era tarea de un psicoanalista. ¿Cómo se entronca esto, si es que se entronca, con su trabajo?
D : La dictadura argentina, fue cívico-militar. Dijo el primer Ministro de Economía de la dictadura: ¡piedra libre a los empresarios!

Si la plusvalía es el plus de goce, y el plus de goce es la plusvalía, como afirmó Miller, el goce de los ricos se sostiene en la miseria de los explotados.

Carlos Marx nos dijo que, al extraer la plusvalía, el capitalista sonríe.

El goce de esa sonrisa, lo torna inanalizable, porque su acto siempre es canalla, más allá de la singularidad de tal o cual rico.

T : Finalmente, las llamadas perversiones transitorias, ¿qué le demandarían a un psicoanalista? Y ¿esa demanda es anterior o posterior al acto?
D : Las perversiones transitorias de muchos neuróticos torturando y matando en los centros clandestinos de detención, ¿podrían demandar a un analista? Sí, podrían hacerlo. Pero en verdad ¿demandarían un análisis estrictamente hablando? Pienso que no, porque han atravesado y consentido un oscuro goce, del cual no hay vuelta atrás. Recordemos que muchos represores empezaron a decir que padecían síntomas por lo que habían hecho, pero como artilugio para buscar algún beneficio, o a partir de que se dio a conocer socialmente lo que habían hecho. Mientras el pacto de silencio los cobijaba, no manifestaban síntomas.

Fuente: Télam

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