Catamarca
Viernes 29 de Marzo de 2024
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Escenas poéticas y breves se suceden en la obra de Porter

Escenas poéticas y breves, de una belleza tan contundente como la de un verso de haiku, protagonizadas por diminutos personajes de juguete sobrevuelan la muestra de la artista Liliana Porter (1941) -argentina radicada en Nueva York hace casi 50 años-, que abre sus puertas mañana en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba).
"El hombre con el hacha y otras situaciones breves" es el título de la instalación central de la muestra, en la que un diminuto hombrecito arrasa a su paso con un piano real, tazas y platos de té, relojes viejos, objetitos, dados, todo completamente destrozado, en una tarea desmedida para su tamaño.

Sin embargo, más allá, otro pequeño hombrecito riega las flores que adornan aquellas tazas rotas.

"Primero ves un gran desastre pero después te vas acercando y hay, por ejemplo, un montón de platos rotos con flores y un tipo que las riega. Me gustan esas situaciones poéticas, del jardinero que riega, en medio del desastre, la imagen de una flor. Dentro de la destrucción hay gente que construye", detalla Porter en una entrevista con Télam.

En una gran tarima blanca que conforma el núcleo de la muestra, hay varios personajes y objetos -que la artista consigue en mercados de pulgas de todo el mundo- abocados a tareas específicas: construir y destrozar, esparcir y recoger, ir y regresar, limpiar, barrer, levantarse, caerse, derramar y tejer.

Junto a ellos, pasan barcos, un martillito de juguete, un ciervo sin cabeza, un velador, libros, un Mickey de juguete, y montones de objetitos casi lúdicos, como un pequeño auto de juguete que traslada la figura sonriente de John F. Kennedy antes de ser asesinado.

La obra de Liliana Porter, esta mujer de pelo blanquísimo, gruesos anteojos negros y una dulzura para hablar que no disimula su vitalidad, forma parte de prestigiosas colecciones como el MOMA de New York, la Fundación Daros en Suiza, la Tate Modern en Londres, la Colección Patricia de Cisneros, la Biblioteca Nacional de París; el Museo Reina Sofía de España; y el Museo Tamayo de México.

La versatilidad es la marca registrada de la artista -casada con Luis Camnitzer- que trabaja con grabado, dibujos, instalaciones, objetos, proyectos de arte público, fotografía, film y video, tal vez una herencia de su padre, Julio Porter, quien escribía, dirigía, hacía teatro, cine y radio.

"Mi papá hizo más de cien películas, entre ellas la popular ´El extraño de pelo largo´. Fue el primero que le escribió los monólogos a Tato Bores, hizo una obra de teatro con Discépolo que era un excelente actor", enumera Porter orgullosa, que además es tía del joven fotógrafo Santiago Porter, con quien fantasea hacer una exposición que se llame "El Reporter".

Télam: Estos personajes diminutos, que pueblan tus obras desde los años 80, siempre están desconcertados, desbordados y todos hacen tareas agotadoras. ¿Por qué?
Porter: Los desconcertados son una metáfora de uno mismo que no termina de entender cuál es el sentido de la vida, aunque parezca un lugar común, y los que hacen trabajos forzados, personajes mucho más chicos que la tarea que se propone, también podrías ser una metáfora de uno frente a lo que no entendemos.

T: ¿Cuáles son las preocupaciones que atraviesan tu obra? ¿Hay alguna temática que vuelve una y otra vez?
P: Sí, yo creo que los temas siempre son una preocupación con respecto a -bueno, todo suena medio cursi- cuál es la sustancia de la realidad en el sentido de que tenemos lo que imaginamos, lo que recordamos, lo que vemos, pero todo transcurre muy rápido. La mayor parte de la realidad es memoria, es proyección a futuro, es una cosa muy rara. Me interesan todos los temas que tienen que ver con el ser humano, los diálogos, la posibilidad de revertir el sentido lineal del tiempo.

T: ¿Te preocupa la belleza en tu obra?
P: Sí. No me gusta lo desagradable, viste que hay una mujer que barre un montón de polvo rojo. La primera versión de esa mujer, era con el polvo que saqué de adentro de una aspiradora, pero me daba un poco de asco (se ríe). Me doy cuenta de que no me gusta que sea feo, agresivo. Además, si quiero representar el horror, es mucho más fuerte hacerlo con una tacita blanca destruida, que de otra manera, con un objeto familiar que se supone que está de tu lado y de golpe es una pesadilla.

T: Expusiste en muchos países del mundo. ¿Cómo es hacerlo en tu lugar de origen?
P: Acá están tus afectos, es diferente. Partimos del mismo background cultural, el mismo idioma, las mismas experiencias. A mi, me encanta mostrar mis videos acá porque me da la impresión que es donde ese ven con los ojos mas parecidos a los míos.

T: En 1964, pasaste por Nueva York aunque estabas camino a París y te quedaste a vivir ahí hasta el día de hoy. ¿Cómo fue esa experiencia?
P: Pensá que tenía 22 años, era el momento más ideal de llegar: empezaba el pop, Warhol hacía sus primeras exposiciones, Bob Dylan tocaba en el Village, llegaron los Beatles. Había un montón de gente super interesante. Enseguida entré a un taller de grabado. Era como una fiesta, la ciudad estaba a disposición de uno. Y además, uno descubre miles de cosas de estar lejos de la familia, en un contexto distinto. Te das cuenta incluso de tu nacionalidad, tu identidad, qué te gusta y qué no. Todo se reafirma mucho más, te dibuja mucho más lo que sos. Fue impresionante.

Fuente: Télam

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