En estos dos últimos meses estamos viviendo el doloroso enfrentamiento gobierno – campo o campo – gobierno, que devela la gravísima crisis, de fondo y de larguísima data, por la que está pasando el orden institucional de la Patria. Es por ello, que se hace particularmente necesario que todos volvamos nuestros corazones al Señor de la Historia, que en el sacramento eucarístico sigue amándonos ‘hasta el extremo’, hasta el don de su Cuerpo y Sangre. Allí, Él se nos da como alimento de la Verdad, que puede saciar nuestros corazones que ‘mendigan’ esa Verdad. Él es el ‘norte’ de la libertad humana. Jesucristo es la Verdad en Persona, y si el ser humano no lo conoce así, su libertad se desnaturaliza, se aísla y se reduce a arbitrio estéril. En fin, en el Sacramento de la Eucaristía nos manifiesta la verdad del amor, que es Dios mismo.
Por eso, a todos los que se sienten hijos y miembros de la Iglesia de Jesucristo les recuerdo el noble compromiso de estar, y así expresar, lo que, junto con el Papa Benedicto XVI, afirmo: “que la Eucaristía es el compendio y la suma de nuestra fe, ya que la fe de la Iglesia Católica es esencialmente fe Eucarística, y si queremos saludables reformas para nuestra Patria y nuestras comunidades creyentes, éstas dependen del redescubrimiento de la presencia eucarística de Jesucristo en medio de su pueblo” (cf. Sacramentum Caritatis, nº 6).
Los espero a todos. Dejen todo y vengan. ¡Jesucristo los espera!