Catamarca
Jueves 28 de Marzo de 2024
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Extinciones: de oficios y subjetividades

En El Pez Rojo, el escritor Leonardo Sabbatella consigue encontrar una respiración de fin de época en la atmósfera y en los personajes que la habitan, oficiantes de prácticas en extinción, solitarios, baldados, abandonados o alienados que retratan con extraña precisión un mundo para el que ya no existen los horarios.
La novela, publicada por la editorial Mar Dulce, es la segunda que publica este joven, autor de El modelo aéreo, por la misma editorial.

Sabbatella nació en Buenos Aires en 1986, es colaborador de distintos medios culturales y su fuerte son los artículos y las entrevistas a otros escritores.

Esta es la conversación que sostuvo con Télam.

T: ¿Cómo nace la historia de El Pez Rojo?

S: El Pez Rojo nace a partir de distintos elementos y materiales que me parecían estaban relacionados o al menos orientados en un mismo sentido. De todos modos lo primero y más fuerte fue la figura de Víctor, su mirada sobre las cosas. Quizás antes que nada estuvo la escena de un hombre que ha derribado las paredes de su casa, que vive entre esos escombros. Ahí empezó a armarse la novela. Seguir hasta la obsesión los movimientos de un hombre solo y del que en principio podemos decir que tiene una manera extraña o particular de estar en el mundo. Me interesaba que la novela pudiera funcionar casi como un largo y falso plano secuencia, conocer hábitos y manías, registrar cada movimiento de este personaje con una cabeza paranoica.

T: Lo pregunto porque la impresión que provoca su lectura es la de un escenario postapocalíptico o totalmente fuera de cualquier esperanza. ¿Cuál es tu opinión al respecto?

S: No sé si diría algo tan drástico. Me parece que el escenario que plantea la novela tiene que ver principalmente con dos dimensiones: a dónde es que arroja a un hombre el hecho de leer signos en cualquier lado y todo el tiempo y por el otro, cómo hace alguien como Víctor para tener un lugar propio, para hacerle lugar a su locura.

T: Otra asociación: algunos personajes de Samuel Beckett: los baldados estrictamente. Son más ridículos que patéticos. ¿Esto es así?

S: Beckett es el punto máximo al que se puede aspirar en este sentido y fue una de las luces bajo las cuales traté de pensar y escribir la novela. Que Víctor haga pensar en un personaje Beckett no es más que un gran halago a la novela porque sin dudas es parte de esa casta de criaturas. Creo que la clave no es tanto lo ridículo o patético que puedan resultar (esto lo definirá quien los observe, quien los lea), sino el hecho de que se trata de personajes en caída, que se van a apagando y degradando, en extinción.

T: ¿Cómo pensás tu ubicación en el sistema literario argentino, si no es muy presuntuoso decirlo así?

S: No puedo pensar mi ubicación en el sistema literario argentino por el simple hecho de que no puedo auto-percibir mi lugar. Me resulta muy difícil pensar en términos de posiciones. Pero probablemente sea muy parecida a la de otros. En ese sentido creo que cada escritura se inscribe en cierto linaje y desde ahí trata de ser, en el mejor de los casos, un eslabón más.

T: Acá iba: al personaje de El Pez... ¿por qué habría que presentarlo como objeto de la alienación urbana?

S: Para nada sería una mala presentación. El mundo urbano era importante porque era el espacio en el que no solo se movería Víctor sino que el paisaje mismo iría afectándolo. Me interesa como dimensión la alienación y cuáles son sus efectos privados, íntimos, indirectos, incontrolables. Me parece que el personaje de El Pez Rojo no se deja reducir solamente a un alienado urbano aunque está claro que sería muy diferente su vida en otro contexto o al menos hubiera adoptado otra forma. Me parece que hay algo del trabajo (y acá podría estar la alienación) y de sus obsesiones, del modo en el que trabaja su cabeza, que lo convierten en la criatura que observamos.

Fuente: Télam

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