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TUCUMÁN

Falleció monseñor José Ricardo Arbó, el ex vicario general de la Arquidiócesis de Tucumán

Sus restos son velados desde ayer en la Catedral, donde se desempeñó como párroco durante 26 años, en medio de gran pesar. "No puedo hablar, la noticia me dejó sin palabras", confesó acongojado su amigo Gaspar Risco Fernández.
(DIARIOC, 06/12/2009)Después de las cuatro de la tarde, la Iglesia Catedral se iluminó para recibir los restos de monseñor José Ricardo Arbó. La muerte del vicario general de la arquidiócesis de Tucumán se difundió velozmente ayer durante toda la jornada y cientos de feligreses comenzaron a llegar al templo donde Arbó se desempeñaba como párroco desde hacía 26 años. Rostros de congoja, lágrimas y pesares  acompañaron al féretro que fue ubicado en el centro de la nave central del templo. Religiosas, sacerdotes, seminaristas, y fieles católicos, así como también integrantes del Movimiento Familiar Cristiano y del Cursillo de Cristiandad, de los cuales fue su guía y asesor, llegaron a la Catedral para darle el último adiós con plegarias y rezos del rosario. "La Iglesia debe seguir dando un servicio de luz y verdad, llamar  a la concordia y a la caridad", fue la última  frase de monseñor Arbó, con la que había finalizado una entrevista que le hiciera LA GACETA y que fue publicada el pasado 20 de septiembre.
"En reconocimiento a su fecunda laboral pastoral y a su ejemplaridad de vida sacerdotal, entregada con generosidad y entereza, la Iglesia de Tucumán agradece a Dios la vida de este sacerdote, don de Dios para su pueblo, y se une en la oración para que el Señor le conceda la gloria y la paz merecidas en su Reino",  reza un parte que se difundió a la prensa desde el Arzobispado de Tucumán.
"No puedo hablar, discúlpenme, la noticia me dejó sin palabras", le dijo a nuestro diario Gaspar Risco Fernández, uno de los entrañables amigos del sacerdote. "Yo lo conocí cuando era chica, tenía apenas 8 años, era muy amigo de mi padre Víctor Hernández, y juntos fundaron el Cursillo de Cristiandad en Tucumán en 1962, cuyo modelo lo trajo el padre Arbó de España, y luego lo expandió por todo el país. Era considerado un hombre de mucha influencia dentro de la Iglesia -junto al RP Miguel Zelarayán-, era sencillo, muy  de contar anécdotas y chistes", recordó la secretaria general del Sindicato Argentino de Docentes Particulares, Teresa Hernández de Ramayo, al enterarse de la muerte del sacerdote que  nació en Mora de Ebro, Tarragona, España, el 21 de abril de 1931.
Después de cursar los estudios sacerdotales y de obtener el título de Licenciado en Teología Pontificia en la Universidad de Salamanca, Arbó se trasladó a Tucumán, en 1958, donde fue ordenado sacerdote por monseñor Juan Carlos Aramburu.
Una de las primeras cursillistas de la Arquidiócesis, e integrante  del Movimiento Familiar Cristiano Teresita de Grau, dijo que lo que admiraba del padre Arbó fue "su fidelidad a la doctrina y a la Arquidiócesis de Tucumán". De hecho, nadie como él conoció tanto a la Iglesia puertas adentro. Fue vicario episcopal para la Doctrina de la Fe y la Educación Católica, vicario para el Apostolado de los Laicos, Administrador Diocesano y promotor de la Fe del Tribunal Interdiocesano, entre otros cargos. Acompañó a seis obispos: Aramburu, Blas Victorio Conrero  (con quien compartió los momentos más díficiles para la Iglesia local, "en tiempos de la guerrilla", según reconoció), Horacio Alberto Bózzoli, Arsenio Raúl Casado, el coadjutor Carlos Ñáñez y Luis Héctor Villalba. En 1983, Su Santidad Juan Pablo II le confirió el título de "Prelado Doméstico".
Por su trayectoria educativa y personal, en adhesión al Magisterio de la Iglesia, en la defensa de la libertad de enseñanza, en su apoyo y participación en el mejoramiento del sistema educativo provincial, el Consejo Superior de Enseñanza Católica le otorgó en 2004 el "Premio Divino Maestro".

Hacia un lugar privilegiado
Punto de vista. Por Germán y Elena Calvo, presidentes del Movimiento Familiar Cristiano.

Hace tan sólo setenta y siete días celebrábamos con alegría y gratitud los 50 años de vida sacerdotal de monseñor José Ricardo Arbó. Quiso nuestro Padre del cielo compartírnoslo durante gran parte de ese tiempo, y fuimos nosotros, los Emefecistas, los grandes beneficiarios de su entrega apostólica. Conscientes de la vida eterna, no podemos menos que alegrarnos de saber que un lugar de privilegio le será otorgado en la eternidad, pero como seres encarnados, nos queda un dejo de orfandad por la separación temporaria. Como el grano de trigo que cayó en tierra, fue fecundo, dando por lo tanto muchos frutos espirituales entre los los miembros del MFC. Querido monseñor Arbó, que el Señor te abra las puertas del paraíso para que puedas volver a la patria donde no hay muertes, ni luto, ni llanto, sino paz y alegría sin fin.

Fuente/ lagaceta.com.ar

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