El Vicario Parroquial de Jesús Niño, Pbro. José Aguirre, en una exhortación a los fieles del sector, manifiesta que “son muchas las bendiciones que el Señor nos ha regalado en este tiempo de gracia especial por los cien años de vida de la Iglesia de Catamarca”. En este sentido, resaltó el paso de la Sagrada Imagen de la Virgen del Valle por las calles del barrio deteniéndose en la capilla de Cristo Rey, el domingo 4 de julio; como también la presencia del Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanč, el año pasado, en el marco de la visita pastoral a toda la jurisdicción parroquial.
Asimismo, destaca que “la Iglesia de Catamarca quiere ponerse en esta actividad misionera para unirse a la Misión Continental; por eso nosotros, como parroquia de Jesús Niño y como comunidad de Cristo Rey nos disponemos a entrar en comunión con esta tarea que nos compete a todos”.
La Fiesta de Cristo Rey
La fiesta de Cristo Rey fue proclamada en tiempos muy particulares, a principios del siglo pasado, con la idea de “procurar la restauración del Reino de Cristo” para restablecer y vigorizar la paz en un mundo fracturado por la guerra. Han pasado muchos años, y la paz sigue siendo un anhelo que se balancea sobre los vientos del odio, los extremismos, la soberbia del poder, la falta del sentido de la vida, la depresión y la angustia en muchos pueblos y corazones humanos.
Es que vivir “como si Dios no existiera” ha llevado a la humanidad a este estado de desconsuelo y alerta, que aleja a los hombres de la felicidad que tanto nos empeñamos en buscar. Ayer como hoy, continúa vigente la invitación de recuperar y anunciar el Reino de Cristo a los hombres y mujeres que caminan a nuestro lado, para lo cual, es esencial que cada uno de nosotros nos animemos a vivir ese “reinado” en nuestra propia vida diaria.
Es un Reino donde los bienaventurados son los pacíficos, los humildes, los puros, los justos, los de corazón recto; los que sufren, los que perseveran. Un Reino que nació en un pesebre, hizo camino acercándose al pueblo más pobre, más necesitado y olvidado.
Un Reino cuyo escándalo es el amor; que perdona, que reinicia el camino, que tiende puentes, que consuela, que va en busca del que tiene necesidad de sentirse amado.
Es un Reino que se construye en la oficina, en el hogar, en el barrio, en la escuela o la fábrica, en la comunidad parroquial, en el grupo, en la Patria; que se expande cuando en la normalidad del día, la Palabra del Rey, que es Cristo, se encuentra con la vida.