Ya en el prólogo la propia Mary cuenta que en el verano de 1816, en Suiza, junto a Shelley y otros amigos ingleses Lord Byron propuso que cada uno escribiera un relato de fantasmas.
"Yo también me dediqué a pensar una historia -escribe la mujer del poeta- que hablase a los miedos misteriosos de nuestra naturaleza y despertase un horror estremecedor; una historia que hiciese mirar en torno suyo al lector amedrentado, le helase la sangre y le acelerase los latidos del corazón".
El relato -situado en el siglo XVIII cuando apareció un fervor por la ciencia- se construye por las cartas de Robert Walton a su hermana, desde una expedición en el Ártico, donde el paisaje se reducía al hielo y a la nieve que lo cubría todo. Un marco ideal para contar las desventuras del doctor Frankenstein, a quien rescató con su barco, en el medio del Polo.
El hombre le cuenta su historia a Walton, desde los lejanos días de la universidad, hasta su fascinación por las teorías que comenzaban a surgir que lo llevaron a desafiar los misterios de la vida con la construcción de un cuerpo gigantesco -el moderno Prometeo-, convertido en una criatura humana cuyo aspecto horrible hizo que de manera irresponsable lo abandonara a su suerte.
Desde ese momento el científico tendrá un sentimiento de culpa que se agudiza cuando las personas que quiere son presa de la furia de ese monstruo, que él mismo creó, mientras Frankenstein oscila entre el amor y el odio a su creador, expuesto a una existencia solitaria y al rechazo y el temor de la gente con la que se cruzaba.
Esa situación llegará a un punto exasperante que sellará el destino tanto del científico como la de su monstruosa criatura.
Fuente: Télam