Catamarca
Viernes 29 de Marzo de 2024
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Gracias a Podemos, la política ha vuelto a España

El analista cultural y ensayista español Germán Cano también es uno de los artífices clave de Podemos, la nueva formación política que en la península está disputando votos y hegemonía cultural y que las encuestas de opinión, que no deciden pero influyen, ubican en un horizonte de crecimiento del que nadie puede adivinar un techo.
Cuando hace un par de semanas el diario El País de Madrid difundió un sondeo que situaba a Podemos por arriba del Partido Popular (en el poder) y del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), se prendieron las luces en las usinas del establishment.

Cano conoce el fenómeno desde su origen y cuenta con una formación en filosofía y filosofía política que mal que le pese lo despega de muchos de sus contemporáneos; pero también dueño de una humildad y una templanza ejemplares, prefiere pasar de los auspicios y concentrarse en el trabajo diario y consecuente.

Esta es la conversación que sostuvo con Télam desde la capital española.
T : ¿Cómo ha impactado entre los militantes de Podemos conocer las cifras de esa encuesta que estos días hizo públicas el diario El País?
C : Durante la campaña electoral a las elecciones europeas siempre repetimos que las encuestas son una foto fija de la realidad y que lo importante son los procesos que la enmarcan. Ellas nos daban una horquilla, en el mejor de los casos de entre uno y dos eurodiputados y finalmente conseguimos cinco, un resultado histórico para una formación política tan nueva y de nuestras características. Tras el último sondeo del CIS no podemos sino reafirmarnos en lo mismo: lo importante son las tendencias. Se confirma que Podemos sigue avanzando a buen ritmo y que para amplios sectores de nuestra sociedad el cambio es posible, pero queda mucho trabajo por hacer y ni mucho menos el Partido Popular ha caído derrotado. En síntesis, el tablero político español se está modificando, pero solo con humildad y trabajo duro podemos revertir esta situación. No debemos ser tan prepotentes como para olvidar que en estos momentos, el PP continúa siendo el partido con mayor respaldo en nuestro país y que estamos todavía lejos de un escenario de cambio real.

T : Podemos ¿es un síntoma al interior del sistema de partidos español, o una representación del agotamiento de ese mismo sistema? ¿O ambas cosas?
C : Creo que valorar la emergencia de Podemos solo como una suerte de movimiento endógeno al sistema o como un resultado de la indudable erosión y agotamiento del régimen, interpretación que en estos días es moneda común mediática para describir nuestro efecto en la vida política española, deja escapar algo esencial: el retorno de la política que está aconteciendo en España. Esta nueva vitalidad ciudadana y popular -se habla de política en bares, en los trabajos, en los taxis-, es muy importante y ayuda a brindarnos una mirada más amplia de lo que está ocurriendo. Entender Podemos exclusivamente como una consecuencia reactiva o inercial de la efectiva y comprensible descomposición del régimen del 78 pasa por alto que el cambio político no es solo la consecuencia necesaria de los procesos sociales o de una acumulación de fuerzas, sino también el efecto de la aparición de nuevos actores y nuevas subjetividades. Por eso es curioso comprobar cómo la visión catastrofista o meramente negativa del fenómeno obedece a una ilusión óptica que procede del propio régimen. Es como la mirada al fenómeno desde la sala de mandos del Titanic. Desde allí solo se aprecia la terrible pérdida de lo viejo, pero no la saludable emergencia de lo nuevo.

T : En tu opinión, la política parlamentaria ¿tiene algo para decir en una época donde la hegemonía del capital financiero global es casi absoluta? En cualquier caso, ¿qué es lo que tiene para decir?
C : Justamente. En Podemos entendemos el problema de la hegemonía que citas más como un campo de fuerzas relacional y como un equilibrio siempre inestable donde el poder no solo domina y coacciona, sino que requiere de consentimiento -el poder seduce también-, creemos que la política parlamentaria y la política en general tiene algún margen de maniobra frente al capital económico y financiero. Este diagnóstico tampoco debe llevarnos a engaño: aunque este poder no sea absoluto, es enorme y sus tentáculos difíciles de contrarrestar. El ejemplo latinoamericano aquí nos ha enseñado que el horizonte necesario que siempre nos muestra el capital financiero puede ser desplazado políticamente, que lo que parece imposible desde este marco de interpretación es posible. Y digo esto también siendo muy consciente de cómo esta lección latinoamericana está sufriendo duros contragolpes por parte de este mismo sistema.

T : La pregunta anterior se relaciona, por ejemplo, con las imposibilidades que el propio Barack Obama, que no es ningún revolucionario, tiene dentro de su país para reglamentar una ley de salud más o menos digna, etcétera.
C : Sí, es un caso paradigmático de lo atadas que tienen las manos los políticos cuando quieren transformar la realidad de su país, pero también creo que el ejemplo estadounidense no debe llevarnos a un cómodo pesimismo, muy del gusto de la intelectualidad europea, que no entiende el enorme espacio de juego que existe entre la Revolución, siempre con mayúsculas, por supuesto, y el omnímodo poder estructural del capital. El caso de Obama tiene también otros componentes históricos y culturales que forman parte de la idiosincrasia de los Estados Unidos.

T : En un reportaje reciente, Franco Berardi, Bifo, sostiene que Syriza o Podemos son bienvenidos pero que es necesario pasar a nuevas organizaciones del trabajo y la producción del conocimiento si es que se pretende una mutación verdadera del sistema político. ¿Qué pensás al respecto, y cómo se piensa en Podemos este impasse?
C : Si uno analiza el devenir de la izquierda más interesante en el siglo XX y observa cómo tanto la lectura populista como la llamada posfordista levantan acta de una transformación de la organización del trabajo, entiende el cambio de paradigma al que no fueron ajenas las protestas políticas de los 60. Es simplemente el terreno cuya fragmentaria y desnivelada orografía nos toca políticamente abonar, por mucho que la ferretería del viejo marco marxista insista en devolvernos a las fábricas del buen y viejo capitalismo fordista. Dicho esto, y aquí seguro que hay diversas opiniones dentro de Podemos, no creo que haya que saludar esta mutación del trabajo y de la inteligencia colectiva como un desplazamiento en sí mismo políticamente emancipador. Sigo percibiendo en estos diagnósticos, por interesantes que sean, un cierto déficit político y una lectura que no tiene en cuenta la fragmentación del sentido común de época. No es menos cierto que necesitamos pensar radicalmente el sentido del trabajo en nuestro tiempo y que son precisas apuestas políticas que tengan el coraje de admitir que el valor trabajo ya no es el que era.

Fuente: Télam

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