Catamarca
Jueves 28 de Marzo de 2024
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Halfon y una cosmograf a subversiva e intimista sobre la identidad

En la novela Monasterio, Eduardo Halfon ensaya los significados de la identidad y bucea en el valor de la herencia cultural, a través de una bitácora de viaje que comienza con la llegada a Jerusalén de una familia guatemalteca de raíces árabe-judeo-polacas para participar en un casamiento judío ortodoxo.
La publicación de Asteroide conforma una cosmografí­a subversiva e intimista de razas, religiones y Halfon el autor, que a su vez es el narrador, uno de los jóvenes guatemaltecos que tras 15 agotadoras horas de vuelo llega a Tel Aviv para asistir a la boda de su hermana con un judío ortodoxo y ex alcohólico de Brooklyn.

El libro suma una pieza a El boxeador polaco, la maquinaria que puso en marcha el escritor hace siete años con la publicación del libro homónimo, compuesto por seis cuentos, uno de ellos, el del título, basado en la experiencia de su abuelo materno en campos nazis de concentración o más bien en la herencia que recibe un nieto de boca de su abuelo.

A esas 100 páginas que le llevó 10 años escribir, Halfon sumó en 2010 "La pirueta", un viaje hacia Belgrado en busca de un pianista que amplía esa geografía identitaria, individual y colectiva, que sigue desplegando en Monasterio y extenderá en Signore Hoffman, próximo a editarse en Argentina.

Todos libros que Halfon publica con pequeños cambios -suprime textos, troca dedicatorias, modifica cronologías- en su gusto por la edición original, en los vestigios del ingeniero que además es y en un correlato de la imprevisibilidad que acompaña la construcción de esas identidades personales y comunes.

El boxeador polaco -el artefacto literario, el personaje que cruza en Monasterio y el hombre que le enseñó a su abuelo a pelear en los campos de concentración no con los puños, con palabras y le salvó la vida-, es además quien pudo escribir la historia del boxeador y del abuelo y de los campos cuando supo que la historia no trataba de ellos sino del momento de recibir esa historia, de la herencia, de develar las coordenadas de una accidentado mapa familiar.

"Los polacos, me decí­a, nos traicionan -se lee en Monasterio-, "cada vez que yo le comentaba que querí­a viajar a Polonia (...) mi abuelo se reí­a en burla, o se poní­a de pie y se marchaba enfurecido (....) pero una semana antes de que muriera (...) me escribió su dirección completa en un pequeño papel amarillo (...) Era un mandato. Una orden. Un dictamen (...) Una guí­a de viaje. Unas coordenadas en el oculto y accidentado mapa familiar".

Ser judío y árabe es el tema de Monasterio, dice el autor nacido hace 44 años en Guatemala, criado desde los 10 en Florida, Estados Unidos; educado como ingeniero en Carolina del Norte, regresado a su ciudad natal pasados los 26, instalado en España y más tarde, mucho después, uno de los 39 mejores jóvenes escritores latinoamericanos, ganador Beca Guggenheim y profesor en Nebraska.

Pero a Halfon no le importa qué es la identidad, "no soy nadie para decir qué es pero me está atravesando", sostiene, y se le ocurre una imagen: "Agua -dice-. Algo líquido que se va colando, cambia, se adapta a cada situación, busca camino. No estoy tratando de definirla, sólo estoy dando vuelta en torno a un tema, una narrativa".

Y esto es clave: "Yo sólo escribo a partir de mí mismo, no escribo en el abstracto. Lo que pasa es que si escribo sobre un hombre estoy hablando de todos los hombres", esos que además, algunos, son guías en esta búsqueda que convoca en sus textos: "Mi hermano, mi hermana, Tamara... física cuántica", resume.

"El único judaísmo que me interesa es el literario, no me interesa como práctica ni religión. Renuncio a él pero soy judío y por eso lo busco", advierte quien se pone en la piel del perturbado narrador que respira el calor húmedo y agobiante de Jerusalén, sazonado por el acoso de religiosos extremos frente al Muro de los lamentos, o se pregunta por el odio contra sus tres partes árabes, la del resto de los abuelos que también escaparon del nazismo.

"Lo que me interesa son los linderos entre dos lugares -árabe judío, guatemalteco estadounidense, grafica-, esas líneas que trazamos para corporizar nuestra mierda o odio".

Halfon habla de los escombros rojizos del Gueto de Varsovia; de la pared, cerca o valla que los palestinos llaman de la segregación racial, rebautizada de la verguenza por los medios, como el Muro Berlín o el de Tijuana; de la Gran Muralla, "una división ficticia que cualquier imaginación franquea", tira el guante.

Paradigmas de un momento que en la era de Internet, en la globalización, comienza a dejar de percibirse como binomio y pasan a ser parte de algo mayor, más completo y desordenado, azaroso, como la red que Halfon va tejiendo con las obras del proyecto del boxeador polaco.

"Cuando me dicen contame el lindero entre tu inglés y tu español, digo 'no sé', yo pienso en la dos, sé que cuando escribo sale en español pero soy todo eso", como los personajes de 'Monasterio', los que se recrean por un rato que puede ser mínimo o transformarlos hasta el final.

Como el niño criado como una nena por las monjas que recordaba con cariño, el que permaneció una semana con el puño cerrado ocultando el nombre que su padre había escrito en hebreo en su palma antes de entregarlo en el monasterio, el que el autor no sabe si pudo leer -tenía cinco años o menos-, el viejito guatemalteco con quien no habló pero conoció su historia.

"Este libro -concluye- es sobre el choque de mis identidades y se remonta a una época previa a la existencia del Estado de Israel, en la que ser podía árabe y judío la vez".

"De pronto -se lee en un pasaje de Monasterio- creí entender que había algo elemental en esas aguas compartidas, algo más allá del salitre y de lo bíblico y de los turistas untados de lodo, algo más bajo que el punto más bajo del planeta y más antiguo que un muro imponente e invisible en medio del mar, entre dos países, entre dos culturas, separadas y unidas por esa agua tan muerta y tan salada y de la cual todos venimos y hacia la cual todos vamos".


Fuente: Télam

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