No es ideal la relación entre Mió y yo. Me encargó que cobrara los 5.000 por preservar a los obispos y acostar al Pardo. "Yo no me vendo, este dinero va para la Mutual de Ciegos", aclaré. No habló por una semana. Nos separan cuestiones ideológicas , distintas inquietudes. Cáceres lo percibe y hurga para enfrentarnos. "Basta de ocuparnos de menudencias. Hay dos grandes temas. De los sueños se va a encargar Hip. No quiero desligarme de ese pobre que como yo, soporta a Cáceres. Hip reconstruye sueños con montaje de película. La otra veta a explorar es el zapping. La tevé ofrece viajar en una noticia o un sueño distintos cada seis segundos. Cálculo fácil: en un minuto caben diez toques de zapping", sintetizó Cáceres. Le tiré un puntazo: "pero el sueño no es suyo, lo alquila, y a las 3 de la mañana debe haber un millón de monos que chupan la teta del mismo sueño". Demoró en contestar Cáceres. "Dándole manija al control remoto sos un cartonero revolviendo basura", dijo Mió. "Esto no es una consulta. Notifico mi decisión", cortó Cáceres. Viraje a otra frecuencia y ahí me dedicó una dosis de franela. "A Hip lo oí citar a Berger, a Pessoa. Lee. Merece los sueños". Me escondí detrás de una nube. "Vos, Mió, siempre atento a un gato negro, una chapita, toda vidriera que diga «sale», todo culo erguido, encargate del zapping", decretó Cáceres. Reacio a irritar al amo, Mió no se mostró ofendido. Como bufón hizo la jugada imprevista. "Nunca me hiciste un regalo", dijo. "¿Qué regalo?". "Un silenciador, ponele". "¿La pistola con el cañito?". "Sólo el cañito".
Cáceres lo quiere más a Mió. O lo prefiere como aliado. Le puso ese nombre porque Mió es miope. Como yo tengo hipermetropía me dice Hip, pronunciando la "h" aspirada, como en inglés. Brote de riqueza imaginativa, sí. Una obsesión de Cáceres es definir en colores todo lo que vive, sucede y vegeta a su alrededor. Eso alentó celos. El iris de Mió es marrón pardusco. Para Cáceres es verde, el color de ojos más cotizado. Mi iris es celeste turquesa, pero Cáceres dice que es azulino desvaído. Su tío Milton dio una interpretación. "Como uruguayo de mate y ley, cuando hablás de la costa, hasta Atlántida, le decís mar al río. Miles de choznos de Artigas y nietos de Obdulio Varela coreamos la misma letra. No jodas más. El iris de Mió, para vos verde mar, es marrón como este mugriento río". "Lugones cantó al río color de león", dijo Cáceres. Ahí Miguel pegó sin asco: "Giribaldi, poeta lunfardo, dice qué-hacés-río-color-bosta-de-alazán". "Es marronoso", dije. Mió reaccionó. "Uno al lado de otro, los dos mirando al frente, nunca podemos vernos; ¿de dónde sacaste eso de marronoso?", toreó. "Es un narciso Cáceres", dije (supongo que habrá entendido). Pasa horas ante al espejo, yo aprovecho para mirar orejas, dientes, pelo, lo que se ve. "No me interesan otras partes", dijo Mió. "Hay una que arrea a todo Cáceres. Siempre que puedo, espío en qué anda, qué hace", fui directo. "¿Cuál?". "El del ojo en el medio de la cabeza. Con uno solo vive".
Fuente: Télam