Catamarca
Jueves 25 de Abril de 2024
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Indagan sobre el ingreso y penetración de los nazis en América Latina

La historia de lo que serí­a el movimiento nazi comienza en América latina 18 años antes del surgimiento del nazismo en Alemania, con la fuga de Wilhelm Canaris, el 4 de agosto de 1915, de la isla Quiriquina, en el sur de Chile, aseguran Jorge Camarasa y Carlos Basso Prieto, autores del libro "América nazi".
Para Canaris -un marino sobreviviente de la batalla entre el buque alemán Dresden y dos naví­­os británicos en aguas del Pací­fico sur- como para muchos otros, América latina fue un territorio a veces acogedor y amigable donde refugiarse y echar raí­­ces.

"América nazi" (Aguilar) revela algunas historias como esta y de las múltiples redes de complicidades e influencias bajo cuyos amparos estos asesinos lograron reiniciar sus vidas, a veces bajo otras identidades y hasta el final de sus dí­as.

Si bien la inmigración alemana habí­­a llegado a Chile en la época de la colonia en un número insignificante, recién a mediados del siglo XIX, cuando se decidió la colonización del sur de ese paí­s, se impulsó una fuerte inmigración germana, explicaron los autores a Télam.

A la Argentina, los alemanes llegaron de la mano de diferentes órdenes religiosas, especialmente con los jesuitas, y aunque en el año 1840 en Buenos Aires se censaron 600 alemanes, los obreros y agricultores germanos recién arribaron masivamente a fines del siglo XIX.

En la misma época, Camarasa y Basso Prieto hablan de 78.000 alemanes en Brasil, 3.500 en Perú, 2.800 en Bolivia y algunos centenares distribui­dos en Uruguay, Paraguay, Colombia y Ecuador. Y en la mayorí­­a de los casos, precisan, "la religiosidad fanática era la base de su identidad".

Así­ es como mencionan a unas 14 familias alemanas que en 1886 llegaron a Asunción del Paraguay provenientes de la región de Dresden. Era un grupo menonita liderado por Bernhard Fö­rster, "un nacionalista furioso que pensaba que la salvación de Alemania dependí­­a de un antisemitismo radical", explica Camarasa.

Fö­rster se casó con Elisabeth, la hermana del entonces joven filósofo Friedrich Nietzsche, de quien tomó la idea de que la única manera de salvar y purificar a Europa era fundar una comunidad de hombres puros y perfectos en algún lugar del mundo. Y así intentó hacerlo en una colonia que llamó Nueva Germania, en San Bernardino, en medio de la selva paraguaya.

Su locura lo llevó a pedirle a sus colonos que no se mezclaran con las tribus originarias y "que valorasen la naturaleza blanca como un bien superior para hacerla prevalecer en ellos y en sus hijos".

"Presuntamente envenenado, Förster murió tres años después de haberse instalado en Paraguay, donde habí­a tratado de imponer las consignas de no tomar alcohol, no comer carne y evitar todo contacto con razas inferiores para evitar la contaminación".

Elizabeth alternaba, luego de la muerte de su esposo, entre la colonia y Alemania. "El 2 de noviembre de 1933 estaba en su casa en Essen cuando el recién elegido canciller Adolf Hitler llegó a visitarla y le regaló el bastón que habí­­a sido de su hermano.

Después de la derrota del nazismo, para Camarasa comienza la etapa de la llamada "inmigración calificada", integrada por ingenieros, cientí­­ficos, técnicos e instructores militares "que ya habí­a sido abierta por Estados Unidos y la Unión Soviética". "Y no sorprendí­­a que entre tantos cientí­­ficos y técnicos se filtraran criminales", agrega Basso Prieto.

Herbert Cukurs, que fue de los primeros en usar esta ví­a, estuvo involucrado en la masacre de judí­­os letones en Riga, ingresó al continente por Rí­­o de Janeiro y luego se radicó en Pocitos, Uruguay, explicaron los autores.

Un año después, cuentan en el libro, llegó a Buenos Aires bajo la identificación del sacerdote español Pedro Ricardo Olmo, Walter Kutschmann, un desertor que habí­a sido segundo comandante del campo de exterminio de Drobobycz, en Polonia.
En 1948 lo hizo el capitán de las SS Erich Priebke, responsable del fusilamiento de judí­­os en las Fosas Ardeatinas, en Italia, que se radicarí­­a en Bariloche, desde donde fue extraditado a ese país para terminar su vida entre rejas.

También en el listado incluido en el libro, figuran Wilhelm Sassen, radicado en Asunción, Paraguay; Adolf Eichmann, quien llegó a Buenos Aires el 15 de julio de 1950, y bajo el seudónimo de Ricardo Klement trabajó en una empresa de capitales alemanes; o Klaus Altman (Klaus Barbie), asesino de lí­deres de la Resistencia Francesa que vivió en Bolivia, de acuerdo a las fuentes citadas.

Pero los autores advierten que a diferencia de unos pocos nazis, "la mayor parte de ellos no despertó el favor de los americanos porque no tení­­an ninguna contraprestación que ofrecer. No habí­an sido agentes de inteligencia, sino toscos criminales de guerra".

Fuente: Télam

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