Catamarca
Viernes 29 de Marzo de 2024
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Intelectuales españoles y argentinos evocan el legado de Trías

El deceso del filósofo español Eugenio Trías provocó la reflexión sobre su obra de sus coetáneos Germán Cano Cuenca y Jordi Gracia, así como la evocación y agradecimiento del psicoanalista y asesor cultural de la embajada argentina en Madrid, Jorge Alemán, que lo recordó como pensador, amigo y discípulo.
"Trías arma un sistema (al que llamó el Límite, el Límite captura la división de un sujeto sin fundamento). Ese sistema es como un castillo de arena a orillas del mar, a punto de desmoronarse. En su filosofía se encontraba ese temblor, la fragilidad que tienen las cosas verdaderas que pasan por la frontera que separa lo que aparece en el concepto y se sustrae al pensamiento", sostuvo Alemán en diálogo con Télam desde España.

"Eugenio brillaba ante sus interlocutores, sabiendo que el exilio y la frontera (el Límite, otra vez) entran en mutua correspondencia. En ese sistema, organizado alrededor de un vacío, se cifra una verdad de la vida", evocó el psicoanalista argentino.

Alemán y Trías mantuvieron un vínculo fluido basado en la mutua admiración. El ensayista español solía elogiar a su par argentino: "La ausencia de minorías cultas, especialmente de origen judío, es quizás una importante clave para entender el desinterés y la falta de motivación que en España ha tenido esa encrucijada entre psicoanálisis y filosofía, tan necesaria para entender la vida intelectual occidental", escribió en una oportunidad.

"Pero algo ha cambiado estos años, desde el gran texto ´Lacan: Heidegger´ hasta el pequeño libro de poesía de Jorge Alemán titulado ´No saber´, rúbrica resultante de esa escucha necesaria, que lejos de abrochar saber y verdad, al modo hegeliano, muestra justamente en el no saber la condición de una ética del deseo (…)", fundamentaba Trías su admiración por el argentino.

"Hay filósofos que, invocando lo demoníaco, nos empujan a insondables abismos; otros, en cambio, que, a riesgo de ser tachados de tibios o poco radicales, tratan de levantar puentes y, reivindicando el diálogo entre posiciones aparentemente enfrentadas, limar diferencias a primera vista irreconciliables", aseguró el filósofo español Germán Cano Cuenca.

"Si Heidegger o Wittgenstein son ejemplos granados de la primera categoría, de esa luciferina e irrespirable atmósfera, trágica por definición, Kant, Platón y, sobre todo, Goethe, bien pudieran serlo de la segunda. Quizá en este segundo apartado también podría incluirse a Eugenio Trías", señaló el profesor de Filosofía de la Universidad de Alcalá de Henares.

Aunque, subrayó, "cabe hablar en su caso de una ´ontología trágica´, su vocación por el problema de la ciudad, aparte de evocar un inmemorial motivo platónico, se despliega al abrigo de toda una filosofía de mediaciones, diálogos, descensos y ascensos, de idas y venidas, de muertes y resurrecciones, eros y thanatos".

Es más, según Cano Cuenca, "Trías parece dialogar con toda la tradición individualista de origen protestante para recuperar un concepto de cultura de amplias resonancias mediterráneas y renacentistas. En este punto cabe comprender su reconocida proximidad al Nietzsche más desintoxicado de la problemática romántica. Sin embargo, dadas estas motivaciones, parece más coherente que se tilde a sí mismo de ´filósofo platónico´".

"Si por algo descuella la reflexión filosófica de Trías en el panorama intelectual español contemporáneo es por su intempestiva -algunos dirían anacrónica- voluntad de conjugar la deconstrucción de los cimientos estructurales de la cultura occidental con un nuevo proyecto ontológico basado en la categoría de límite", subrayó el ensayista.

"Su labor intelectual es un auténtico ´work in progress´ que avanza inflexiblemente en espiral sobre sí mismo y que arranca, dato curioso, desde unos presupuestos que a primera vista se sitúan en las antípodas de la empresa nietzscheana", señaló Cano Cuenca.

Su pensamiento "dista de ser tan ingenuo como para hacer abstracción de las críticas de Marx, Nietzsche y Freud, figuras que no solo han dibujado los contornos de un paisaje distinto de la modernidad, sino que también han obligado a la conciencia a develar sus autocomplacientes encubrimientos".

Finalmente, Cano Cuenca afirmó que "no es extraño el fiel aprecio de Trías por el vértigo y la admiración, condiciones de posibilidad para él de toda pasión filosófica real. Solo un funámbulo del espíritu podía habitar en estas tensiones. Sit tibi terra levis".

Desde Barcelona, el escritor y catedrático español Jordi Gracia aseguró: "La solemnidad trascendental ya estaba entonces, pero no se notaba, o se notaba muy poco, apenas en el título de alguno de sus primeros libros o en el tono levantado de esta o aquella página".

"Entonces el escritor estaba en plena fábrica de sí mismo y todo era aún distinto. La frescura de estilo, la libertad insolente, el atrevimiento del ensayista funcionaron como combustibles de una mirada refrescante y cómplice de otros muchachos más.

Fernando Savater, Félix de Azúa o Xavier Rubert de Ventós eran igual de cultos, igual de leídos, casi igual de guapos pero sobre todo no había en ellos rastro del plomo cutre del franquismo (porque vivían a la sombra fecunda de Nietzsche con Franco todavía vivo)", señaló.

Y agregó: "Con los años, Trías fue apoderándose de sí mismo, convenciéndose de su propio personaje pensador y fue perdiendo aquella frescura pionera y versátil, la materia básica de aquel ensayista dispuesto a asociar lecturas filosóficas con imágenes cinematográficas, todo a la vez vinculado a la vivencia de la ciudad y quizá también a una percepción lúdica del pensamiento".

"Desde los 80 la noción de límite se convirtió en el eje conceptual de un pensamiento que se desplegó filosóficamente, con voluntad metódica y metafísica, en libros enjutos y hasta ásperos, dispuestos a armar anacrónicamente un sistema trascendental de pensamiento de ribetes religiosos. Sus mejores resultados, quizá, y desde un lector suyo por gusto y afición, estuvieron en su ensayo sobre música El canto de las sirenas", apuntó Gracia.

"Y, sin embargo, nada borrará el embrujo de prosa e ideas que cuajaron uno de los grandes ensayos contemporáneos en torno a una lectura perspicaz y original de Vértigo, de Hitchcock, en ´Lo bello y lo siniestro´. Seguramente es la mejor versión de Trías como escritor feliz, explorador de los lados ocultos o invisibles, de lo callado pero presente, casi como si fuera verdad la virtualidad juvenil de una ´Metodología del pensamiento mágico´", concluyó.

Fuente: Télam

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