Catamarca
Martes 23 de Abril de 2024
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MISIÓN CUMPLIDA

Invernal al Candado en El Aconquija

Fue a las 12:20 del viernes 24 de Julio, el mejor día de la semana más fría del año 2009, y los tres intrépidos hacen cumbre en la principal cima del nevado El Candado en el majestuoso Aconquija, sobre las coordenadas S: 27º 19´25,7” y el meridiano W: 66º 11´20,40”, el GPS delataba 5.530 metros sobre el nivel del mar.
(DIARIOC, 07/08/2009) La emoción y la alegría del momento contrasta con un escenario que da miedo: el viento arrasa con ráfagas superiores a los 100 km/hs y la temperatura desciende a 20º bajo cero, con una sensación térmica de -27º. Las mieles del éxito duraron apenas unos minutos pues había que huir de condiciones tan adversas, en los que la propia vida está en peligro y se entrecruzan –raramente- sensaciones de gratificación pero también de sufrimiento.
En la tranquilidad posterior, la constatación de que se trata de la segunda cumbre del cordón de El Aconquija, sólo superado por el cerro El Bolsón o Clavillo de los Cerrillos al que se reconoce una cima de 5.550 msnm, entre más de 15 cumbres por encima de los 5000 metros, serían los “Cincomiles” como para trazar un paralelo con los Seismiles que reinan en la cordillera catamarqueña.

En Marcha
Con 2 grados bajo cero, en la localidad de Aconquija y en el día del amigo muy temprano son los últimos preparativos para la salida, revisión minuciosa de las vituallas para 10 días de marcha según se autopropusieron los hermanos Jesús y Ramón Maza y el capitalino Eduardo López Ponce. Un caballo y tres mulas, dos de ellas chasneras fueron llenando sus alforjas donde no faltó “el santito” que los protegería en la travesía, la invocación a Dios y la Virgen del Valle antes de la salida y, aunque el frío no aflojaba, a las 11 de la mañana, don Ramón “Tata” Maza bien montado en su macho pardo abrió sendero, con la mula mora de Samuel Carrizo que sigue sus pasos. Por la mesada rumbo al Pizavil, hasta el río Blanco o de los Carambanos (masas de hielo), almuerzo y prosecución remontando la quebrada, los alisos y el río congelado hasta los Queñuos donde se armó el primer campamento. Fogón conversado en noche estrellada y tranquila pero ya con 7º por debajo de cero, amanecer con escarcha en los 2.600 msnm, desayuno y reinicio de la marcha a las 10 cuando el frío había cedido su rigor.
La segunda jornada, remontando las quebradas de Las Cortaderas y La Payca, que en su filo trajo la primera alternativa de la travesía, un fuerte viento que hacía crujir los dientes. El tránsito se hizo penoso y obligó a suspender la marcha en el portezuelo del Overo, descender al real de las Ushutas (3.600 msnm) donde se armó carpas, prendió fuego y se procuró mucho abrigo, como para soportar el día que luego comprobamos fue el más frío del año en todo el país. Granizada y nevada llevó el termómetro a – 8º, vistiendo de blanco todo el paisaje. Té de chacoma y espinillo, endulzado con miel y mucho aguardiente ayudaron a pasar una noche que llegó temprano mientras el granizo repicaba en los sobretechos de las carpas. Amanecer del miércoles algo despejado con un sol rojo que contrasta con el blanco que cubre el terreno, luego, el nublado se acienta bien abajo y deja todo el cerro despejado, sin embargo esto no autoriza reanudar la marcha hasta que el sol estuviera alto. Remontar nuevamente el Overo, pasando por Las Patillas para llegar al refugio de Nicolás Mansilla, las quebradas de Las Chinchillas hasta el ciénego Negro en la quebrada de Martín Vedia, lugar del almuerzo de un reparador guiso en un “descuido” del viento, mientras algunos venados espían por sobre las piedras y las chinchillas transitaban como si nada las alterara. Luego, repechando por el faldeo del Filo Negro hasta el refugio de Cañada Larga. Aquí los vaqueanos y chusneros bajan hasta el Real de Juan Vedia y subieron bordeando los glaciares para llegar a reunirnos nuevamente en el refugio cuando el viento azotaba congelando hasta el aliento, se lo oía retumbar en los rincones y salpicar en mil pedazos bien al fondo de El Candado.
Mirando al sur ya quedó atrás el Nicolás Mansilla, ahora, al pié de la punta Este del cerro Llastay puede divisarse el objetivo principal de la expedición, “El Candau”, al decir de los nativos, con un manto blanco de la nieve, rodeado de carámbanos y el granizo la jornada anterior. Uno a juntar yareta, otro armar las carpas y el tercero a levantar un pircado de piedras para frenar el viento, es media tarde pero el frío no se aguanta, la noche será larga y sólo el mate puede acortarla. Con 15º bajo cero no parece fácil conciliar el sueño, los cuentos y relatos son “mitad ciertos y mitad mentira”, para llegar al alba con el infaltable agregado del viento que no cesa, y la decisión de marchar nuevamente se posterga para mejores condiciones que no llegan. Con sol-alto enfilan al abra Grande donde se explora la cañada que conduce al ataque de los cerros Cóndores, Jesús Vega y El Relincho, el paso por la Loma de la Mina los lleva los Choyanos, la loma de Los Coyas hasta el chiquerito del Tesoro de Arriba. El registro de esta ruta de acercamiento, ubicar fuentes de agua y refugios para futuros ascensos era uno de los objetivos del viaje que así queda cumplido.
Regreso a la cañada Ancha del abra Grande y posterior ascenso hasta La Áspera, una quebrada que lleva, entre grandes peñascos y glaciales, a los Corralitos en el único momento que el viento cesó su furia y la puna no se hizo sentir tan fuerte. Unos rayitos de sol que se colaban entre las nubes en dirección de Santa María marcan la mejor tarde para el grupo, pero cuando el sol desapareció del horizonte, una ráfaga de viento los volvió a la realidad para reunir las carpas y los elementos diseminados por su fuerza. Una sola carpa se consiguió armar lo que obligó a restringirse a ese único espacio, pero tal fue el frío que congelaba todo en su interior. Merienda, cena y a dormir si se pudiera, pocas palabras y el termómetro que fluctuaba entre -15º y -18º, los tres despiertos a las 5 de la mañana, pues el acuerdo era salir lo más temprano posible, pero el viento castigaba tan fuerte la carpa que imposibilitó ese propósito. Ante la rigurosidad del clima, se decide que los arrieros y todos los animales volvieran a esperar a los expedicionarios en algún refugio más seguro. Ya eran las 7 de la mañana y tras varios intentos, finalmente se toma la decisión en un arranque de valentía, el aliento se congela en las capuchas y los dientes tiritan en medio de la oscuridad; luego la claridad trajo una reducción de la velocidad del viento y ya frente al cerro, en los 5.000 msnm, se divisaban a Ramón y Samuel regresar por la cañada con su tropilla.
Grandes piedras hacen dificultoso el avance, finalmente se llega al filo cumbrero por la quebradita la Puposa, en la cima parece que “se viene todo el frío encima” y el viento que no afloja hacen muy lento el ascenso, aparece una laguna y allí nomás otra más grande “La cadena de oro” a los 5.200 msnm, ambas totalmente congeladas en un azul cristal. Las ráfagas impiden el acercamiento, el frío llega a los huesos, no respeta abrigos de pluma ni rompevientos y la escarcha toma posesión en las capuchas. Tras varias horas de sufrimiento, el refugio del Volcancito en los 5.280 metros da un poco de paz y descanso. La cumbre parece acariciar el cielo azul. Momento crucial afrontar el ascenso en un filo con fuertes precipicios. Se piensa en todo y hasta se cuestiona el porqué estar allí, pero la decisión es firme, se aprietan los dientes y se afronta primero grandes rocas que algo frenan las ráfagas, las manos ya están congeladas por los 20º bajo cero, la nariz pasa de rojo a morado, pero la cumbre esta allí, a un pasito.
Ahora, solos en las manos de Dios permiten avanzar y a un centenar de metros de la cima aparecen enormes planchones de nieve que impiden el avance. Los grampones, aparecen como solución en la eventualidad, solo dos pares, la dificultad para calzárselos en esas condiciones, además ayudar a Eduardo, que no los tenía, pero que igual debía alcanzar la meta. Soga en mano, la piqueta lista y en la línea que divide la vida de la muerte, el último esfuerzo y…CUMBRE, un “viva la Patria, carajo” se perdió en el blanco horizonte, con abrazos, apretones de manos, lágrimas, plegarias y una alegría inconmensurable.
Fotos, control del GPS, búsqueda de algunos testimonios de expediciones anteriores en alguna apacheta derruida, de las tres que pueden verse en el lugar. Se asienta constancia en un libro encontrado y se deja otro con sus datos. La vuelta a la realidad del frío que sube por los pies, los cuerpos tiemblan por la emoción y el clima, hay que regresar, una imagen de la Virgen del Valle de arcilla construida por ellos mismos, es el último acto de gratitud por su acompañamiento en la travesía.
El descenso por el sector sur del Candado, tan complicada como la subida, pié de plomo y rezo para evitar alguna avalancha, planchones de nieve que pasan entre los traviesos que llegan al pié del cerro y con las últimas luces del día al Real de Vedia donde se reencuentran con los vaqueanos. Comida caliente, sueño difícil de congeniar con imágenes y sensaciones de todo lo vivido. Ahora si aparece el dolor del cuerpo y las manos y pies amoratados. Despertar y desayuno tranquilo, desacampar, cargar y bajar por el ciénego Negro hasta la quebrada de Juan Vedia, por el pie del Overo donde un refugio se presta para acampar. Más anécdotas, fotos, una fogata de yareta seca contrastan con las lejanas luces de Tucumán. Mates calentitos, aguardiente y espirituosos te de pupusa, espinillo y chacacoma alargan la última noche en el cerro.
Un sol púrpura los alumbra cuando Tata Maza y Samuel los despierta para la última jornada, el viento no cesa, pero ahora la disposición es otra, aunque el termómetro marca -5º. La laguna de la Payca, el agua del Chivo, la quebrada de las Queñuas marcan el derrotero hasta un Pizavil completamente congelado. Almuerzo y reinicio de la marcha ya con la cercanía de la gente que espera. Río Blanco abajo y las primeras casas que indican que la travesía llega a su fin. Doña Tina en su larga e incierta espera, los recibe con mate dulce. Vino tinto y asado en la noche cierran el telón.-

Agradecimientos
A las familias, al Área Ambiente, Deporte y Calidad de Vida del los 50 años del Sanatorio Pasteur, Red Colón, Confecat que aportó botas de alta montaña y a don Martín Vedia por su meticuloso aporte sobre “la historia del cerro”

LAS ASUNCIONES

1ª Expedición:
Año 1957 por un andinista europeo (Alémán o suizo) en testimonio poco legible rescatado por los expedicionarios Rudy Bulacios y Martín Maza (rescatista de la División Bomberos de la Policía de Catamarca)
2ª Expedición:
Octubre de 1991 con partida de Aconquija y ascendiendo por el Abra Grande hacen cumbre a las 10 horas los mencionados Bulacios (Ejército Argentino) y Maza.
3ª Expedición:
El 12 de Abril de 1998 a las 16:50 hs hacen cumbre los andinistas andalgalenses Andrés y Liliana Zaradnik y Daniel Brizuela.
4ª Expedición:
El 22 de Febrero de 2001 a las 10 horas el Alémán Herbert Ziepenhardt por la Laguna Encantada. Asciente también desde la cumbre del Yastay.
5ª Expedición:
El 24 de Julio de 2009, 12:20 horas, los montañistas Jesús Maza (Guía, búsqueda, rescate y supervivencia de alta montaña de la Policía de Catamarca); Ramón Maza (Guía de alta montaña) y Eduardo López Ponce (estudiante de Educación Física)
A la fecha hicieron cumbre en el Cerro principal del Candado (-27º19´25,7” y W 66º 11´20,4”) sólo 10 (diez) expedicionarios.-

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