Catamarca
Miercoles 24 de Abril de 2024
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Jeanmaire: "Siempre quise representar la lengua argentina"

Milena Heinrich

En "Las madres no les decimos esas cosas a las hijas", Federico Jeanmaire recupera la voz de un matrimonio de jubilados para convertirlos en una metáfora de la vida cotidiana, donde la experiencia desencadena la reflexión, y la vida y la muerte se disputan el sentido de la existencia.
Una pareja de jubilados de un pequeño pueblo local que están mal de salud busca recuperar el cariño de su hija exiliada en España en 2001 a través de grabaciones de DVD. La foto de ella y su bebé es la clave para que María Emilia y Juan Ignacio pongan sus pensamientos a una computadora que no responde pero registra miedos, confesiones y recuerdos.

A modo de soliloquio, la novela (Seix Barral) bucea en una familia en caída libre, más cerca de la muerte que de la vida, comandada por una madre que maneja las riendas de la palabra. Así, a través de sueños, anécdotas y experiencias se desdoblan el pasado y el presente de una supervivencia próxima a su desenlace.

"Por primera vez intenté dejar afuera toda la zona ´política´ que tiene mi escritura, quise escribir una historia más íntima y circunscripta a la cuestión de la vida y la muerte, otra vuelta a los temas que me interesan: la soledad y la comunicación", cuenta a Télam Jeanmaire (1957), autor de novelas y ensayos.

Un choque constante de pensamientos indagan en un tono filosófico sobre la existencia, es que para Jeanmaire la tercera edad es el cúmulo de experiencia vital. "En los 90 lo más vivo y potente de la Argentina eran los más viejos; empecé a escucharlos: Están en un lugar donde uno puede mirar para atrás y no tiene mucho para adelante...."

De ahí que el interrogatorio introspectivo sea infinito para los personajes, el autor aclara: "La filosofía no da otra cosa que las preguntas más simples y humanas. El error es suponer que preguntarse sobre la existencia de Dios le corresponde a Aristóteles.

¿Qué diferencia hay con los cuestionamientos de Descartes y los nuestros de todos los días?".

Una decena de DVD grabados en doce días nuclean la reflexión sobre el paso del tiempo, la moral y las relaciones familiares bajo la voz cantante de la madre que es quien articula el discurso del padre. "Este tipo de articulación tiene que ver con un momento histórico: es una normalidad anacrónica que todavía persiste en un montón de parejas de esa edad".

"Cuando han tenido un problema serio se habla con la madre, ella articula la respuesta y por ahí esa respuesta la da el padre. La actuación de la mujer era la posibilidad de ser de ese núcleo. Y cuando la mujer se niega a cumplir ese papel, las parejas se rompen más fácilmente y la familia se convierte en algo colectivo y disociado", analiza.

Acaso como un testimonio de época, Jeanmaire experimenta desde la escritura restos de relaciones vigentes y se sumerge en los entramados de la cultura local, "entendida como un todo, tiene mucho más de mecánico que de reflexivo. Siempre aparece y en esta novela quería escribir sobre eso".

El escritor despliega un tono coloquial que remarca la nacionalidad de los personajes. "El argentino quiere que lo escuchen. No escuchar. Le cuesta un montón el diálogo. Hay una cierta necesidad de ganar con mi discurso al del otro", considera.

Ese combate discursivo lo descubrió en sus visitas por los bares de Buenos Aires: "Cada uno tiene un elenco estable de protagonistas y otro que va cambiando. El que andaba solo siempre se arrimaba al mostrador y se confundía con el elenco estable. De ahí aprendí cómo hacían los que estaban fuera de ese elenco para convencer a los demás que lo escucharan".

El interés por lo coloquial no es un dato menor en su escritura: "Todo mi trabajo literario ha sido la representación de lo coloquial pero no como reproducción de las maneras del habla, sino en el abordaje de las lenguas anacrónicas: la respiración argentina, el modo de comunicación, los tiempos y formas, los intervalos, cómo captamos la atención del otro", explica.

Y algo que aprendió y experimenta en forma sutil y acabada en esta novela es la construcción literaria de una lengua argentina. "Siempre quise representarla", asegura Jeanmaire, quien no duda: "Escribo muy cerca de (Domingo Faustino) Sarmiento, (Julio) Cortázar, (Antonio) Di Benedetto, (Ricardo) Gutiérrez, toda gente que ha valorizado esta cuestión con el habla".

Esa tradición literaria es un punto crucial, "ellos también buscaban una lengua literaria que se apartara de esa cosa rara que tuvo la literatura argentina hasta la década del 20 del siglo pasado: escribir diferente al habla de la gente; una literatura y un escritor allá arriba y las personas abajo".

"Las madres no le decimos esas cosas a las hijas", podría leerse como parte de una trilogía integrada por "Más liviano que el aire"(Premio Clarín 2009) y "Fernández mata Fernández". "Casi siempre escribo tres novelas con cuestiones que me interesan, como una forma de sacar una búsqueda de la cabeza".

Y esa búsqueda, en este caso, tiene que ver con la ausencia del narrador, aquí la pareja dialoga sin intermediarios. "Hay un trasfondo ideológico de por qué lo intento en este momento de la Argentina...", dispara.

"El narrador implica una cierta autoridad en un texto, es quien lleva la palabra en la historia. Para decir algo de la cultura argentina sentí que había que dejar afuera a los narradores y así exhibir esa anarquía cultural en la que nadie se escucha", concluye.

Fuente: Télam

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