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Viernes 19 de Abril de 2024
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CONMOCION EN UN PUEBLO ENTRERRIANO

“Jesús me tocó la cabeza y me dijo que yo tenía el don de curar”

Se llama Bruno, tiene 9 años, y vive en Boca del Tigre, a 7 kilómetros de Crespo, junto a su papás, una catequista y un trabajador rural, y tres hermanos. Hace sanaciones cuatro días a la semana. El caso conmociona a Entre Ríos.
(DIARIOC, 20/12/2010)El cura Juan Frank, de la Congregación Religiosa Misioneros del Verbo Divino, le dio entidad a las apariciones, y presentó el caso en la misa del miércoles 8, Día de la Virgen.

Jesús, la Virgen, escogieron este mes, esta provincia, un pueblo casi ignoto, un puñado de no más de diez casas a un costado de la ruta 32, a 7 kilómetros de Crespo, un sitio que tiene un nombre extraño, Boca del Tigre. Jesús, la Virgen, se le aparecieron, eso dicen, a un nene, Bruno Gareis, y primero, eso dicen, no le dijeron nada: sólo lo miraron, eso dicen, y más nada.

Después, sí, ocurrió lo que dicen que ocurrió: los mensajes, las apariciones, eso dicen.
Patricia Pizzul, la mamá, ama de casa, catequista en el centro catequístico Madre Teresa de Calcuta, una construcción modesta, pintada de blanco, en medio de la Escuela Fray Mamerto Esquiú y la Capilla Nuestra Señora de Lourdes, las dos edificaciones que alcanzan a sobresalir sobre el caserío, dice que su hijo le contó eso aquel 6 de diciembre, hace pocos días, que Jesús y la Virgen se le habían aparecido, silentes ambos, Jesús y la Virgen.

La madre quiso saber a qué venían aquellas apariciones, y entonces le pidió al hijo que, si las apariciones se repetían, les preguntara lo básico: qué quieren de vos. “Y le dijeron que iba a ser el instrumento de Jesús, que iba a curar, a sanar a las personas. Eso le dijo Jesús a mi hijo”, cuenta.

Todo ocurrió a mucha velocidad, sin tiempo para pensar demasiado las cosas. El miércoles 8, Día de la Virgen, el sacerdote verbista Juan Frank, párroco de San José de Crespo, lo anunció urbi et orbi: subió a la mamá y a su hijo al ambón, y dijo todo aquello que ocurría. Que Jesús y la Virgen se le aparecían a Bruno, que las apariciones eran casi diarias, que en esas apariciones el chico recibía mensajes, y que esos mensajes lo disponían a recibir gente, y curar a esa gente.

Pero antes nadie, ni Patricia Pizzul, ni su marido, Hugo Gareis, trabajador rural, pensaron que aquello que le ocurría a Bruno eran mensajes celestiales, ni mucho menos la antesala de la aparición de un nene sanador en Boca del Tigre. Antes ocurrieron situaciones confusas, malestares generales en el chico que llevaron a los padres de aquí para allá, de un médico a otro, del padre Ignacio Peries, en Rosario, a un centro especializado en Galarza, de un sacerdote a un psicólogo.

La mujer habla de una fecha precisa, el 19 de noviembre: ese día, en 2009, Bruno tomó la confirmación; ese día, en 2010, Bruno empezó con problemas que, en principio, todos tomaron como de salud. A la madrugada, cuenta, al teléfono –se niega a una entrevista personal– aparecieron dolores en el pecho, lo llevaron al médico, y no encontraron un diagnóstico preciso. Pero al otro día, vuelta a lo mismo.

Todo siguió así, entre médicos, urgencias, y sustos. La noche del domingo 5 algo empezó a ser distinto. El chico se descompuso, pero cuando consiguió reponerse hizo un pedido peculiar a los padres: que leyeran una parte de la Biblia, no cualquier pasaje, sino el relato de las mayores calamidades, las catástrofes de Sodoma y Gomorra, el diluvio universal, la leyenda de Sansón y Dalila.

Después, por alguna razón que la razón no entiende, Jesús, la Virgen, los mensajes, todo eso junto comenzó a ser moneda corriente en la vida de la familia Gareis.

Un clima de misterio hay en este paraje insólito, en esta tarde de sábado, en Boca del Tigre. Los postigos de las ventanas están cerrados, nadie anda afuera de las pocas casas que hay. Una chica sale a curiosear y dice no, no le puedo decir donde vive Bruno, no quieren que nadie sepa donde viven. Otra chica, vuelta a lo mismo. Después de una espera de cinco minutos, sale y da lo que le permiten dar: el número de celular de Patricia PIzzul.

La mujer cuenta que Jesús le transmitió muchos mensajes a Bruno, algunos “quedan para la familia”, otros se permite divulgarlos, todos limitados a una visión maniquea del mundo. Dice que en esos contactos entre su hijo y el “más allá”, le informan que “Jesús viene a purificar los hogares”, y en esa tarea de lavandería, pide unas cuantas cosas insólitas.

A saber. Según la mamá de Bruno, Jesús no quiere que la gente escuche rock ni regaetton, porque en sus letras hay mensajes satánicos; que tampoco se hagan tatuajes ni piercing. “Nada que vaya contra el cuerpo. Los que ya se han tatuado, bueno... Pero Jesús no quiere nada de eso”, transmite, a modo de intercesora de los diálogos de su hijo con el hijo de Dios. Enterado de los vaivenes de la moda, al parecer Jesús está malquistado con las remeras con estampas, y sobre todo con leyendas en idioma extranjero. Particularmente, en inglés. Dios no quiere nada de eso. Y pone en cuestión los dibujitos animados que transmite la tele. Algunos, dirá Patricia, tienen mensajes subliminales, mensajes satánicos, cosas así.

Y más, Dios no quiere que la gente se vista con colores vivaces, el rojo, el negro, y se inclina por el blanco.

Entre esas preocupaciones celestiales, Jesús, la Virgen, encomendaron al pequeño Bruno la epopéyica labor de atender gentes de todas las latitudes que ya empezaron a llegar a Boca del Tigre en busca de sanaciones para males del cuerpo y del alma. Pero para que aquello no se convirtiera en un calvario para la familia, el mensaje fue preciso: que las sanaciones se hicieran en la sala de catequesis, y que se hicieran en días y horarios establecidos: domingos, de 20 a 22; lunes, de 14,30 a 18,30; miércoles, de 14,30 a 18,30; y viernes, de 13,30 a 17.
–¿Quién definió los días y horarios?
–Jesús se lo dijo a mi hijo.

(Fuente: El Diario de Paraná)

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