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Sabado 20 de Abril de 2024
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Juan Villoro visita la Feria del Libro

Escenarios que van de la urbe caótica al desierto, y personajes de zonas neblinosas que acarrean culpas, afectos fragmentados y sentimientos de extranjería pueblan el libro de cuentos La Casa Pierde del mexicano Juan Villoro, uno de los invitados extranjeros más destacados a la Feria del Libro de Buenos Aires, a participar en varias mesas de debate.
Este libro que acaba de editar Alfaguara, corrobora su lugar destacado entre los narradores en lengua hispana de hoy, merced a una obra en la cual figuran entre otros títulos: La noche navegable y Los culpables (cuentos), Palmeras de la brisa rápida y Safari accidental (crónicas), Efectos personales (ensayo) y El disparo de argón y El testigo (novela).

Nacido en Ciudad de México en 1956, la obra de Villoro obtuvo importantes galardones, como los premios "Xavier Villaurrutia" de México y el "Herralde" de España.

El escritor mexicano, lector fervoroso de Julio Cortázar, arriba a nuestro país justo cuando se celebran 50 años de la salida de la novela Rayuela que dice haber leído: "Como una obra de autoayuda, con deseo de ser uno de los personajes, mudarme a París, conquistar a «La Maga», oír discos de jazz".

De sus lecturas y vecindades, señala: "Son muchos y cambian según el día. Borges, Felisberto Hernández, Rulfo, Carver, Calvino, Ibargüengoitia, Nabokov, Puig, Fonseca., son algunos de mis favoritos. En el trato personal, recibí muchas enseñanzas de Sergio Pitol, Augusto Monterroso y Alejandro Rossi".

Roberto Arlt también está entre sus preferencias: "Escribí un ensayo sobre El juguete rabioso y admiro sus Aguafuertes; en especial sus personajes que son genios de barrio, inventores desorbitados que planean prodigios desde un garage. La visualidad de su obra es fabulosa y digna del cómic o el cine expresionista, animado por sombras triangulares".

Los cuentos de Villoro fluctúan entre dos escenografías; una urbana y otra indeterminada de frontera: "El desierto es mi paisaje sentimental. Los lugares de México que mejor conozco son semidesérticos. Mi novela ´El testigo´ se ubica en una de esas regiones. El desierto parece desprovisto de historias, sin embargo, como casi nunca suceden encuentros ahí, cada encuentro es un acontecimiento, una oportunidad narrativa única".

En su cuento "El planeta prohibido" el personaje parece subsumido en una urbe-babel donde se naturaliza la criminalidad, la soledad, la corrupción, la contaminación: "La vibrante vida de la urbe que despierta genera una energía descomunal; al mismo tiempo sientes que estás en un hormiguero donde todo movimiento es maquinal y donde no existe lo subjetivo", señala.

Y agrega: "En ese relato me interesaba mucho la falta de comunicación entre un profesor de cierta edad y su hija. El clima invernal los rodea como una metáfora de sus soledades compartidas. El anonimato es refractario a la narración en la medida en que significa una vida desconocida, sin nombre ni señas particulares".

El tema de la culpa es el eje del cuento "Campeón ligero", uno de los cuentos más destacados del libro; Villoro, quien tituló otro de sus volúmenes de relatos Los Culpables, explica que: "Muchas historias surgen del deseo de reparación o justificación. Creamos una narrativa para tolerar ciertos actos. Al fondo de ellos hay un daño, una fisura, un malentendido, algo incómodo".

Cuenta que le impresionaron las palabras de un periodista serbio que dijo sentirse culpable de la guerra de los Balcanes, mientras "Milosevc, un sociópata, no se siente culpable de nada", y acota: "La culpa puede ser una forma de la empatía, un sentido de la responsabilidad ante las atrocidades del mundo. Sentirte culpable por lo que uno no hizo es una manera de solidarizarse con el caos y de buscarle una explicación".

Sobre otro de sus núcleos, la pareja, presentada en sus textos como una suma de amores desgastados, Villoro dice interesarse en esa "soledad compartida" y "el momento, indescifrable pero cierto, en que una persona próxima se revela como alguien completamente extraño. Pero en los últimos tiempos me han interesado otras dinámicas, como el amor convertido en una lucha o el que subsiste más allá de la separación".

Sobresale en su depurada prosa la marca de una cruda ironía que, junto al humor, dice, equivalen a respirar: "Surgen de modo natural. Veo la ironía como un asunto de personalidad. Suele estar presente en lo que escribo sin que me lo proponga mucho. Es una distancia benévola con la que admitimos cosas duras y difíciles; resulta más estimulante narrar si puedes comentar lo atroz o lo ridículo con el afecto, a un tiempo crítico y protector, de la ironía".

En paralelo a su obra, Villoro es un agudo observador de la crisis social por la que atraviesa México: "En lo personal creo que hay que hacer algo en un país donde hubo 80 mil muertos y 30 mil desaparecidos por la guerra contra el narcotráfico. También es el país con más periodistas asesinados en los últimos seis años. Escribí sobre el tema y participé en actos con las víctimas de la violencia.".

Actualmente adhiere al cuestionamiento de un monumento del bicentenario, "La Estela de Luz": "Fue un despropósito. El gobierno convocó a un concurso para un arco y ganó una torre; hubo desfalcos y corrupción. La gente lo resignificó de manera espontánea como un lugar para la protesta. Si la cárcel de Lecumberri se convirtió en el Archivo General de la Nación, ese delirio se puede convertir en un centro de documentación de la memoria y las víctimas de la violencia".

Fuente: Télam

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