Catamarca
Jueves 25 de Abril de 2024
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La Argentina se reposiciona en el escenario multipolar mundial

El redireccionamiento de los vínculos estratégicos hacia China y América Latina, en sintonía con el aumento de autonomía respecto de los países hegemónicos, definen las coordenadas de la Argentina en su relación con el mundo, analiza la politóloga María Cecilia Míguez en su obra Los partidos políticos y la política exterior argentina.
El oscilante escenario del siglo XXI por el que se esparcen crisis y conflictos de distinto orden ha desplazado la antigua idea de una hegemonía binaria por una trama de signo multipolar que posiciona a las naciones latinoamericanas en su rol más decisivo en los últimos 30 años, un protagonismo atizado por la conformación de alianzas como la Unasur o la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

En Los partidos políticos y la política exterior argentina, editado por Ariel y presentado en la Feria del Libro, Míguez plantea que la política exterior no puede escindirse de la recuperación de la soberanía política y económica: la afirmación de una autonomía nacional va de la mano con la reorientación de la política económica y pública.

"No podemos enfrentarnos a los dictámenes de los organismos internacionales de crédito si estamos condenados a pagarles a una deuda ilegítima que constituye, además, un mecanismo de sujeción política. No podemos reclamar la soberanía de Malvinas si dependemos de capitales británicos y europeos para el desarrollo productivo", sostiene la politóloga en entrevista con Télam.

- ¿Cómo se explica el accionar pendular entre los intentos por posicionar a la Argentina en el llamado Primer Mundo durante los 90 y el default internacional de Rodríguez Saa que colocó al país en la línea de países con institucionalidad volátil?
-En 1991 se instaló un modelo de convertibilidad, privatizaciones y endeudamiento que pretendió construir la percepción de que la paridad dólar-peso y el vínculo directo con los Estados Unidos significaban el ingreso al Primer Mundo, cuando en verdad profundizábamos la dependencia, y se subsumía a las mayorías en el hambre y la miseria.

La política exterior estuvo al servicio del neoliberalismo y el desguace del Estado. La crisis del 2001 mostró los efectos del modelo, llevado a las últimas consecuencias por los dirigentes políticos locales y los organismos financieros de créditos que monitoreaban la economía. El default fue la consecuencia de un endeudamiento escandaloso, producto de una gran complicidad.

-¿En qué medida se debilita la credibilidad de un país cuando se registra un viraje tan radical entre gobiernos contiguos?
- El criterio de "credibilidad" internacional es algo que remite a la percepción de las potencias hegemónicas y no suele referir a índices de desarrollo local o crecimiento sino a las seguridad para el capital extranjero. Con lo cual, más importante son las dificultades para consolidar un proyecto nacional y los costos internos que tiene un proceso de endeudamiento.

La cuestión de la "credibilidad" o del "riego país" es un argumento que utilizan los grandes capitales para condenar a los países que no siguen al pie de la letra los dictámenes de las grandes potencias. Alimenta falsas acusaciones de "aislamiento", que esconden una condena a cualquier intento de autonomía.

Quienes sostienen esto, en la coyuntura actual, impulsan la reversión de los cambios operados y quieren frenar su posible avance, a través de la vuelta a políticas de inserción neoliberal.

-¿Se complejizó para América Latina el campo de las relaciones exteriores tras la reconfiguración del orden mundial que significó la caída del Muro y el avance de la globalización?
-A partir de 1980 asistimos a un debilitamiento de las corrientes nacionalistas y antiimperialistas en el mundo, tanto por la ofensiva estadounidense desde la presidencia de Ronald Reagan, como por los factores que llevaron al fracaso del socialismo, la caída del Muro de Berlín y la implosión de la Unión Soviética.

La drástica reconfiguración del escenario internacional que implicó el fin de la bipolaridad entre las dos superpotencias, en lo que se anunció como un "nuevo orden mundial" y se afirmó en el llamado "Consenso de Washington", estrechó los márgenes de acción de sectores en la Argentina que tomaban distancia de los Estados Unidos, aunque en algunos casos fuera en función de sus vínculos con Europa o con la propia Unión Soviética.

Las transformaciones impulsaron un nuevo protagonismo de la integración regional y otras prioridades en política exterior, en el contexto del debilitamiento de la hegemonía norteamericana. Sin embargo, la potencia del norte está utilizando sus herramientas para garantizar su dominio, lo que queda evidenciado en la creciente militarización de la zona y su accionar desestabilizador contra los gobiernos que le ponen reparos.

Fuente: Télam

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