Su estancia de tres meses en el campus universitario de Santa Cecilia, en el que deberá organizar el legado -caído en el olvido- del profesor español Andrés Fontana -fallecido 30 años antes en un accidente- servirán de excusa para adentrarse primero en la España de los años 50 y después en las últimas misiones españolas de California -el legendario Camino Real-, tema de estudio del profesor al momento de su muerte.
La autora reconstruye con precisión y puntillismo los escenarios de su historia, especialmente la España de esos años, donde el lector se sumerge en el estilo de vida de la época, sus calles, la música que pasaban las radios o hasta las películas que proyectaban en los cines.
Por otra parte, la tarea de Blanca de catalogar el legado de su compatriota Andrés Fontana permitió a la autora poner en primer plano a toda una generación de hispanistas españoles que, a partir del final de la guerra civil, desarrollaron su labor en universidades norteamericanas transmitiendo a miles de estudiantes la lengua y cultura de su país.
En paralelo a la reconstrucción emocional de la protagonista, en su camino se cruzarán otros personajes que arrastran cuentas pendientes con sus pasados, y que aportarán a la narración miradas retrospectivas a los distintos momentos de la historia española, como Daniel Carter, Rebeca Cullen o Fanny.
La autora nacida en Puertollano, Ciudad Real, en 1964, arribará a la Argentina para presentar su novela editada por Planeta, el jueves 28 a las 19 junto a Jorge Fernández Díaz y Gloria Casañas en la librería porteña el Ateneo Grand Splendid, Avenida Santa Fe 1860 pero antes de su arribo al país, conversó con Télam vía telefónica:
-Télam: ¿Cuál fue el disparador de la novela?
-María Dueñas: Lo primero surgió con un viaje de verano con mi familia a California, unas vacaciones totalmente relajadas en las que no iba buscando ningún material literario pero justo me tropecé con las misiones franciscanas y al visitar la última de ellas, San Francisco Solano, me pareció que tenía una historia muy entrañable y que era un material fantástico para una novela.
En ese entonces, fines del siglo XVIII, principios del XIX, California todavía era un territorio totalmente inhóspito, no había llegado un europeo en su vida, solamente estaban las comunidades indígenas y extensiones de territorio. Al conocer su historia me pareció que era una parte de nuestro legado, de la presencia española y de nuestra memoria colectiva muy interesante, apasionante y muy olvidada. Así como los californianos la recuerdan y la honran -los niños las visitan en cuarto curso de primaria, aprenden los nombres de los fundadores, etcétera- nosotros que iniciamos todo aquello lo teníamos realmente olvidado y me apetecía recuperarlo.
Así surgió el primer chispazo. Pero tuve claro del principio que no quería escribir una novela puramente histórica, quería una novela contemporánea, entonces empecé a incluir el tema de las misiones como el objeto de una investigación, primero del profesor Fontana y que luego retoma Blanca en su traslado a California y a partir de allí se fueron cruzando las distintas subtramas.
-T: ¿Cómo vive el proceso de documentación?
-MD: A mí el proceso de documentación me encanta, me apasiona y aprendo mucho. Y me tengo que obligar a poner el freno para no seguir ahondando más. Tengo mucho interés en documentarme tanto en los datos históricos puros y duros, la política nacional e internacional, así como la atmósfera de la época, pues averiguo qué cantante sonaba en la radio entonces, cómo vestía la gente, qué comían, con qué recipientes hacían la comida.. parecen pequeñas cosas pero yo creo que dan una idea muy gráfica de cómo era la vida entonces. Me sirve para crear el hábitat en el que después muevo a los personajes con una verosimilitud que me proporciona seguridad a la hora de escribir, intento no caer en anacronismos. Mi idea es que casi podamos oler esa atmósfera.
-T: La palabra olvido sobrevuela toda las historias de principio a fin…
-MD: Yo quería hacer ese doble juego entre memoria y olvido. Muchas veces pensamos que olvidando o intentando olvidar se nos van a solucionar esos problemas que quedaron sin cerrar en el pasado y luego nos damos cuenta que no es así y que más vale cerrarlo todo convenientemente y dejar que las heridas vayan cicatrizando sino, cuando menos lo esperemos, los fantasmas del pasado pueden tocar a la puerta. Esa misión de olvidar y a la vez de recuperar atañe a todos los personajes de una u otra manera. Todos quieren olvidar pero todos se dan cuenta, antes o después, que hasta que no dejen las cuentas bien ajustadas con el pasado pues no van a conseguir la serenidad que necesitan.
Fuente: Télam