Catamarca
Jueves 28 de Marzo de 2024
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La cuestión Borges

De todas las frases-anécdotas-slogans de Jorge Luis Borges que pululan por doquier y se siguen reproduciendo continuamente a la velocidad de la luz, una de las más interesantes, sin lugar a dudas, es la que encuentra en el acto de ordenar la biblioteca una forma de ejercer la crítica literaria.
En su número decimotercero, por primera vez la revista La Biblioteca -fundada por Paul Groussac y relanzada a partir del año 2004-está dedicada exclusivamente a un escritor que, por supuesto, no es otro que, justamente, él mismo: Jorge Luis Borges.

A la inversa de la frase de Borges, también La Biblioteca (la revista, claro) ejerce la crítica literaria con el solo hecho de dedicar, por primera vez en su historia, y luego de tratar asuntos tan disímiles como "lectura y tecnología", "ciudad y cultura", "la expresión americana", un dossier a un (único) escritor.

La figura de Borges es tan gigantesca y resistente que, en algún punto, eclipsó a la de Julio Cortázar en tiempos en que confluyen los cincuenta años de la publicación de Rayuela y el centenario de su nacimiento. En 2013 hubo, a propósito, otros dos acontecimientos que, a pesar de su lejanía y diferencia de espesor, se aunaron para volver a llevar a Borger al primer plano, el primer lugar del pdio: las clases de Ricardo Piglia producidas por La Biblioteca Nacional que fueron emitidas por la televisión pública y, en el otro extremo, novedades y resoluciones en torno a la polémica jurídica y legal entre María Kodama y Pablo Katchadjian, quien había publicado en 2008 El Aleph engordado, una suerte de experimento literario que incorporaba 5600 palabras al relato de Borges.

Marcas. Indudablemente lo que pone de manifiesto la literatura de Borges son marcas que parecen indelebles, como aquellos libros entrañables que se ganaron un lugar indiscutible en nuestra biblioteca. De esas marcas, en todo su esplendor y multiplicidad, da cuenta el dossier del número trece de la revista La Biblioteca, que se llama La Cuestión Borges, título interesante porque hace resonar una pregunta, un interrogante, un enigma abierto que, después de todo, es la condición necesaria que tiene una obra para seguir diciendo, para seguir despertando lecturas.

Marcas como las que encuentra Jorge Panesi en "El Aleph", marcas de la cultura y la literatura italianas (y el Dante como punto máximo), que parecen funcionar, al mismo tiempo, como homenaje y parodia, marcas como las que le quedaron a Christian Ferrer de una entrevista realizada al maestro en el año 1985, y de la que no quedaron documentos porque, de tanto pasarlo, terminaron perdiendo el cassette con el audio, marcas como las que vienen trabajando Laura Rosato y Germán Alvarez, de las anotaciones y marginalias de Borges, que dieron a conocer con su brillante Borges, libros y lecturas, cuyo segundo volumen se anuncia en este número con un adelanto imperdible que tiene que ver, en este caso, con la lectura de Borges de Sir Thomas Browne.

También hay lugar para las marcas del ser masculino que se desprende de la literatura brogeana (sobre todo la de los relatos de los compadritos). De hecho, Idelber Avelar entiende la obra de Jorge Luis Borges como "un laboratorio permanente de la masculinidad" y, por supuesto, marcas filosóficas como las que encuentra Horacio González en su original ensayo acerca de un tema bastante revisado: "Borges es un filósofo sin filosofía. Convengamos que es posible llamar filosofía a esta ausencia si la entendemos también como rechazo a un sacrificio que de todas maneras la nutre".




Fuente: Télam

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