Catamarca
Martes 23 de Abril de 2024
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La documentación sirve como pauta de visión

En Lontano, el escritor Gustavo Rimoldi alcanza no sólo la verosimilitud de la historia que cuenta sino una matriz visual de la amplitud del paisaje donde se despliega, ese vértigo horizontal que es el vacío de la pampa del siglo XIX, en una tradición que se remonta a Mansilla y a Guillermo Enrique Hudson.
El libro, publicado por la editorial Paradiso, ganó el premio de novela del Fondo Nacional de las Artes 2011. Es autor de Tres heridas, donde trabajó la guerra civil española.

Esta es la conversación que sostuvo con Télam.

T : ¿Por qué ubicar Lontano en el siglo XIX argentino? ¿Qué hay en ese momento que no hay en otro de la historia argentina?
R : En principio, te diría que por el paisaje dominante de la época como es el de la pampa. Los espacios naturales funcionan como grandes túneles de tiempo, son reservorios de memoria que nos conectan con personas que vivieron décadas o siglos atrás. Y eso es de por sí atractivo: se siente la presencia de un ser humano del que no queda ya absolutamente nada, ni nadie que lo recuerde, y que tuvo experiencias similares a las que hoy vivimos en el amar, en el sufrir, en el desear. El espacio es una posibilidad de conexión con esas personas, es algo que podés intuir y hasta percibir cuando estás en sitios así, pero no va más allá de esas sensaciones extrañas por las que todos pasamos alguna vez. Entonces, lo que hace una novela es meterse en ese lugar y darle vida. Mi primera intención fue trabajar una historia que transcurriera en la actualidad, en un pueblo y en una estancia de la provincia de Buenos Aires. Empecé a escribirla pero enseguida precisé conocer el pasado de ese sitio. Y la verdad es que no me bastaba con construirlo a base de información, sentía la necesidad de que fuera una experiencia verdadera, así que no me quedó más alternativa que escribir Lontano, porque escribir es vivir una experiencia.

En cuanto a ese momento histórico, lo veo como una tabla de madera que partís en dos. Hay un quiebre irrevocable, es el punto de partida del país que conocemos, liberal, centralista, oligárquico. No me dedico a la historia así que no podría decirte si hubo algo parecido después en nuestra historia, lo que sí veo es la permanente disputa por parte de la clase dirigente para mantener el orden establecido. Así se pueden leer los golpes militares del 30, el bombardeo a la población civil en el 55, y la aún hoy increíble dictadura cívico militar del 76.

T : ¿Cómo te fuiste documentando para armar la trama? Supongo están los libros de Guillermo Hudson, de César Aira, de Marcelo Carnero, otros.
R : En la ficción le doy mucha importancia a lo visual. Cuando leo quiero entrar al mundo que me propone el libro, recorrerlo como si estuviera junto a los personajes, y como escritor intento ofrecerle lo mismo al lector. O sea, escribo lo que veo. Por eso la documentación me sirve en la medida en que me otorga pautas de visión. Para Lontano, el libro más importante en ese sentido fue sin duda Una excursión a los indios ranqueles. Todo lo que podés ver ahí es maravilloso y a la vez trágico. Mansilla te muestra un universo que muy poco tiempo después van a destruir hasta hacerlo desaparecer por completo.

También me sirvieron otras obras, como Memorias de la prisión, de José M. Paz, La gran aldea, de Lucio V. López, las crónicas de José Antonio Wilde y algunos textos de Benito Lynch y Luis Franco. Además, los escritos de Hudson, por supuesto. Son libros de temas muy diversos, yo lo que tomé fue algún dato muy concreto para cada caso sobre costumbres, objetos, vestimenta, porque en la novela un detalle te puede definir todo un marco narrativo, puede ser el ojo de la cerradura que abre la imaginación del lector, que lo meta de lleno en el lugar. Más cercano en el tiempo, aunque yo no me diera cuenta del todo mientras escribía Lontano, debió influir un libro como La ocasión, de (Juan José) Saer. Esto lo menciona Claudio Zeiger en la crítica que hizo en Página 12 y la verdad es que sí, ese ambiente seguramente me quedó dando vueltas por la cabeza.

T : ¿Cuál es el núcleo duro de Lontano? O mejor: ¿qué querías contar?
R : Lo cierto es que yo mismo también tenía que descubrir qué quería contar, por lo que te decía antes, que necesitaba conocer el pasado de un sitio del que no sabía nada. Tenía la idea dando vueltas, de manera incierta, del paisaje de la pampa, ese espacio abierto y oculto a la vez era lo que dominaba. Así que había que estar atento a lo que pudiera aparecer.

Estaba leyendo un ensayo de Eduardo Grüner sobre hermenéutica, cuando se dieron simultáneamente una serie de asociaciones inesperadas que desembocaron en la novela: primero, en la tapa del libro había una imagen de Foucault; segundo, se me ocurrió que un personaje llamado Fierro, similar al arquetipo de José Hernández, que era testigo de un mundo que terminaba y protagonista de una vida que le arrebataban, debía tener un cráneo tan enorme como el del filósofo francés; y por último, el contenido del ensayo de Grüner, que giraba en torno a la búsqueda y la apropiación del sentido, que para mí, en la novela, resonaba como una serie de interrogantes: el amor, el poder, la muerte, el olvido.

Claro que nada de esto estaba así, tan ordenado, había que descubrirlo a través de la narración, de la experiencia que significa escribir. Yo contaba con una imagen que tenía relación con el final de la novela, sugerida de algún modo por el cráneo de Foucault y trasladada al de Fierro, y eso funcionaba como la estación terminal a la que debía llegar.

T : ¿Era efectivamente un tiempo de atrocidades y conquistas? ¿Algo que ver con la destrucción creativa de Schumpeter?
R : Para los pueblos originarios fue sin duda un tiempo de atrocidad y conquista, también para los criollos y gauchos que eran civilizados a sablazos. Puede que haya algo de la destrucción creativa, no lo había pensado, como si el capitalismo se justificara en los emprendedores y a la vez los usara para expandirse.

T : ¿Qué hay en la actualidad argentina en ese pasado?
R : Nos quedan las estancias, ¿no? La asociación directa que hace cualquier argentino con la palabra estancia es con el poder. Desde entonces ha pasado de todo, lo imaginable y lo inimaginable, sin duda ya no somos los mismos. Y sin embargo lo central sigue ahí: Es la economía, ha sentenciado Bill Clinton desde el núcleo del capitalismo.

T : Cuatro escritores que nunca podrás dejar de leer.
R : Es llamativo, porque siento a la literatura como un espacio infinito en el que siempre surge algo bueno, y a la vez hay un puñado de textos que no he dejado de leer y que sé que seguiré leyendo. Algunos tienen una explicación racional, otros no, como sucede con ciertas lealtades. Por ejemplo el caso de Juan Carlos Onetti. Lo tengo cerca, cada tanto releo algo, reviso un párrafo, admiro su capacidad tanto para estructurar una novela como para limar las tramas hasta volverlas abstractas. Onetti es para mí lo que Faulkner era para Onetti. Cualquier persona más o menos normal revienta con sólo un cuarto del pesimismo que Onetti llevaba en la sangre, y por eso es admirable, no sólo por la capacidad de su escritura, sino por esa voluntad y constancia con que la practicaba, a pesar de su pesimismo.

Sé que tampoco voy a dejar de leer a Eugenio Montale y los poemas de Alberto Cheín. La poesía para la narrativa de ficción es la luz al final del túnel. Pero cuidado, no es una cuestión estilística, te diría que es un principio motor, comprometido y complejo. Justamente por esto siempre voy a volver a los estudios de poesía de Julio Balderrama. Y por último, desde los formalistas rusos en adelante hay autores de teoría de la narrativa que son maravillosos, y nosotros tenemos a Ricardo Piglia. Vuelvo a leerlo porque descifra la literatura argentina y sobre todo porque no glosa a otros teóricos sino que piensa y genera ideas.

Fuente: Télam

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