Catamarca
Miercoles 24 de Abril de 2024
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La idea de América en un ensayo de Andrés Kozel

Un Nuevo Mundo de perfiles borrosos -para unos descubierto, para otros inventado- se corporiza en el ensayo La idea de América en el historicismo mexicano, de Andrés Kozel, quien confronta las obras de José Gaos, Edmundo O`Gorman y Leopoldo Zea, "tres de los principales pensadores en lengua española del siglo XX".
"La idea fue estudiar los modos por los cuales los historicistas mexicanos pensaron América", alega Kozel, sociólogo argentino con estudios de postgrado en México, sobre el eje de este libro editado por El Colegio de México: "El historicismo mexicano tiene una rica tradición intelectual, que se remonta a la llegada de los españoles exiliados, como José Gaos".

El libro pone de relieve el papel de Gaos (1900-1969): "Un español riguroso y austero, formado en su país, pero que produjo la mayor parte de su obra en México, donde pensó y escribió sobre América. Fue el maestro de Zea e indirectamente, de O´Gorman".

Gaos, profundo conocedor de la tradición filosófica occidental, arribó tras la Segunda Guerra mundial a México, donde "escribió que Hispanoamérica podía aportarle algo al mundo que se desangraba, y que ese aporte enraizaba en el desajuste entre esa entidad y la experiencia de la modernidad, entonces puesta en crisis por la guerra".

En relación a la idea de América en la historia, explica Kozel que "de los cuatro continentes mayores, América es el único cuyo nombre tiene un origen más o menos claro; el origen de los nombres Europa, Asia y Africa es brumoso, se pierde en el fondo de los tiempos, en tanto que Oceanía y Antártida son más recientes y de menor interés desde el punto de vista de la historia cultural".

"Sabemos -agrega- que América fue bautizada así en 1507 por los cosmógrafos de la Academia de Saint-Die en honor a Américo Vespucio quien, aunque no percibió que se había llegado «a América», sí supo que esas tierras no eran Asia, sino algo que, aunque distinto a la «Isla de la Tierra» (un concepto de la geografía antigua) era parte del «mundo»".

Agrega Kozel que la expresión "América", data de 1507 pero se impone sobre otras denominaciones -"Indias", "Nuevo Mundo", etcétera- más tarde, en la segunda mitad del siglo XVIII: "Gana aún más terreno con las gestas independentistas, para consolidarse en el siglo XIX, asociada al ideario republicano y como contrapuesta a lo europeo monárquico".

O´Gorman pensaba que adjudicarle a Colón el descubrimiento era una distorsión de la historia y sobre ese punto Kozel alega que "Colón no descubrió América, ni intuyó que había llegado a unas tierras distintas a las del orbe conocido; murió creyendo que eran los confines de Asia, incluso en estar cerca del Paraíso terrenal (escribió a los reyes en 1498); pero la idea de descubrimiento arraigó en el habla coloquial y en el registro erudito".

Y prosigue: "En su ensayo La invención de América -uno de los clásicos mayores de nuestra cultura histórica- O´Gorman propuso la noción de invención como alternativa a la de descubrimiento. Su tesis es que América es una invención de la cultura occidental".

De aquellos conceptos que se avienen con la idea de América -descubrimiento, encubrimiento, invención, encuentro- Kozel opta por la imagen del encuentro entre culturas, "una propuesta de Miguel León-Portilla, otro gran pensador mexicano".

"Decir «encuentro» -sostiene- no equivale a presentar una visión edulcorada de un choque tremendamente desigual, con consecuencias devastadoras para los indígenas; la noción busca resaltar que ambas partes jugaron papeles activos. Invención es una idea atractiva pero riesgosa. Y otra noción muy rica asociada a América es la de utopía".

La idea de "América" en Gaos, Zea y O´Gorman presenta, según Kozel, "semejanzas y diferencias": "Próximos a la tesis clásica sobre el origen del capitalismo, que lo enlaza al protestantismo calvinista, Zea y O´Gorman pensaron que hay dos Américas porque hay dos historias: por un lado, la de abrazar el mundo moderno y procurar ir más allá de él (la América sajona); por el otro, la del desajuste ante la experiencia de la modernidad (la América ibera o latina)".

"Mientras O´Gorman partió de una concepción aristocratizante del historicismo, postulando que Iberoamérica debía renunciar a su propio modo de ser para acceder a la modernidad y sus beneficios, Zea defendió una concepción del historicismo como relativismo, denunció el regateo de humanidad ejercido por los pueblos privilegiados y postuló que Latinoamérica debía procurar el acceso a la modernidad sin renunciar a su propio modo de ser".

Una búsqueda constante de identidad subyace en la concepción de América: "En el siglo XVIII se desató una intensa polémica sobre la naturaleza y la valía del Nuevo Mundo; americanos prominentes -desde los padres fundadores de los Estados Unidos hasta los jesuitas expulsados- dedicaron tiempo y tinta para desmontar los prejuicios europeos sobre lo americano".

Desde ya, las reivindicaciones identitarias incluyen a los ancestros: desde "Eurindia" hasta "Latinoamerindia", pasando por "Indoamérica" y llegando hasta "Abya Yala" ("tierra de los vientos"), diversos actores han buscado el modo de abarcar a los aborígenes.

Concluye Kozel: "El renacimiento indígena de las últimas décadas abrió un panorama novedoso en este sentido, que probablemente tenga consecuencias sobre las identidades y sobre la «onomástica»".

Fuente: Télam

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