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La inseguridad crece a la par del boom comercial

En Banda del Río Salí los vecinos celebran la instalación de grandes negocios, pero advierten sobre los robos que cometen los jóvenes. Los habitantes de esa ciudad se quejan por la falta de oportunidades, que lleva a adolescentes al flagelo de la droga.
(DIARIOC, 14/02/2011)Cruces y entrecruces de avenidas, bochinche, tránsito caótico, baches, basurales. Ingenios, comercios nuevos, movimiento. Pobreza y marginación. Drogas. Inseguridad. Un paseo por las desordenadas calles de Banda del Río Salí basta para delinear con esas pocas palabras algunos aspectos de la actualidad local.

Los bandeños celebran que en su ciudad, a tres kilómetros de la capital, se hayan instalado grandes firmas comerciales en avenidas como la Independencia, la San Martín y la Monseñor Díaz. Sin embargo, reclaman por mayor seguridad. Los vecinos y comerciantes dicen estar hartos de ser víctimas de delitos y afirman tener miedo. Sostienen que la mayoría de los hechos son cometidos por niños y por jóvenes que llegan desde los barrios de los alrededores de la ciudad y de las orillas del río.

Delincuentes precoces
"Me llegaron a robar cinco veces en una semana". María Eugenia Bayk (53) tiene un pequeño quiosco en pleno centro de Banda del Río Salí desde hace 27 años, por eso no tiene miedo de dar su nombre y apellido para denunciar la inseguridad. Señala que casi todas las semanas sufre robos. Está indignada pero, también, entristecida por los ladrones: "en muchos casos son nenes que roban lo que pueden para comprar drogas o comer. No son cosas muy valiosas: turrones, una tarjeta de teléfono, gaseosas, caramelos... Ya los conozco a todos. Hay dos chiquitas, pobres, están ’dadas vuelta’, perdidas. Me pregunto dónde están las familias y las autoridades. Más allá de la pobreza, no tienen contención. Porque yo fui muy pobre pero salí trabajando". Bayk aclara que todos los comerciantes están vulnerables, pero también los transeúntes: "apenas anochece, se ven las banditas de adolescentes. Asaltan a los que vienen a cobrar las pensiones y jubilaciones. El comercio creció muchísimo en la ciudad, pero la seguridad no está a la altura".

Al lado del negocio de la mujer hay una parada de colectivos. Un adolescente con la mirada perdida choca contra la gente y balbucea, mientras ofrece un manojo de estampitas.

Desde el frente, Mayra (25), empleada de una panadería, lo observa y remarca: "los mismos chicos a los que les das algo para comer, después vienen drogados y te roban. Yo no puedo quedarme sola en el negocio". Mientras barre, afirma que la gente está contenta por el crecimiento comercial, pero que tiene "miedo" por los robos. "La gente se queja de la inseguridad y del mal estado de las calles. No sólo se inundan cuando llueve, sino que están llenas de agujeros", concluye.

Maximiliano (23) atiende un drugstore en la calle 25 de Mayo y está convencido de que el progreso comercial no va de la mano con el de la seguridad: "todo el tiempo asaltan. Rara vez se ve policías cuando uno los necesita. No vienen cuando hay robos".

Javier (27) trabaja en una casa de celulares sobre la misma calle, y comenta que las pandillas son el terror de los comercios: "cuando comienza a oscurecer aparecen. Es una lástima que se haya progresado en el comercio pero que uno no esté tranquilo".

Con cañas de pescar
Los juegos de la plaza del barrio San Ramón, conocida como "De los Cañones", están vacíos, pese a que en las casas cercanas se ve a muchos niños. "No los podemos llevar, tenemos encerrados a los chicos. Se juntan grupitos a drogarse y a robar. Pasa que estamos de paso entre el centro y varias villas miserias y barrios marginales", advierte Mariana (33), que vive justo frente a ese paseo público.

"Arreglan la luz y cortan el pasto cada seis meses, y después se olvidan otro medio año de la plaza. Y eso que al frente hay una escuela y un centro de jubilados. Pero aquí hay robos todo el tiempo", añade.

Brian (17) da fe de que los habitantes de la zona no exageran en el reclamo: "allí me robaron varios celulares. A los que salimos de las escuelas nos ’agarran’", afirma, para luego pedir más iluminación en el lugar.

Un grupo de chicos pasa con una caña de pescar: "¿cree que van al río? Nada de eso, con eso roban por las ventanas", alerta Julio (57). La casa de su suegra está cerca de la plaza y cree que ese espacio es "tierra de nadie". "Vivimos entre rejas, con tapias cada vez más altas. Una vez que se hacen las 20, tenemos que encerrarnos", expresa.

Inés (72), otra vecina, pone el acento en el descuido del lugar: "vinieron a arreglarla pero dejaron tareas a medias, como todo en la Banda", sentencia.

Fuente: lagaceta.com.ar

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