Ni siquiera lo hubiésemos sabido, de no ser que una madre soltera murió hace diez días en el nosocomio local. Cristina Ontivero, tras un derrame seguido de paro cardio respiratorio, falleció y dejó en las manos del Señor y del destino a sus dos hijos, Nico de 17, su hermana de 15 años quien tiene un pequeño hijo que también dependía de ella y a su madre, una sexagenaria que por su edad sufre los achaques de la vida impidiéndole hacer todo lo que quisiera para sobrellevar la situación. Los cinco, vivían de lo que ella aportaba con su trabajo diario que no era más que un humilde trabajo en negro.
Difícilmente se puede llegar a su humilde hogar, una pieza de adobe, un baño letrina y una pieza llena de hollín que hace de cocina, de hogar y seguramente de estufa en los fríos inviernos. No solo se hace difícil porque no tiene una entrada a su rancho, sino porque es como adentrarse a una realidad que creíamos inexistente. Una pieza de adobe, con techo de paja y barro, sin energía eléctrica, sin baño instalado, sin ninguna comodidad que hoy sería básica. Solo pobreza, por donde se mire… pobreza.
Hoy, sin el pilar de la casa, nosotros, los medios de comunicación, las empresas, el gobierno, la sociedad, seremos los responsables de lo que en esa familia le suceda.
Es suficientemente grande la herida que dejó la ausencia de una madre, pero hoy eso tiene que quedar atrás para poder hacer frente a la cruda realidad, que estos dos adolescentes se encuentran solos, desamparados y con una pregunta resonante ¿Por qué?
Hablamos con Nico, el hijo mayor. Esa mañana estaba desvelado ya que esa noche, en la vislumbre de la abertura que hace de ventana vio a su madre. Por las noches ven su figura, ráfagas de viento entran en la pieza donde duermen los cuatro, hay algo que su madre todavía no puede dejar, no puede descansar en paz.
“El sueño de ella era poder hacer una casita a la vera de la ruta, era poder tener luz, que tengamos un foco para prender de noche. Venía comprando de a poquito algunas cositas porque quería hace un baño, esas cosas eran su sueño… y no lo pudo hacer”.
Un nudo en la garganta, no pudo evitar el silencio y la culpa.
Si Dios está en cada ser, pues es el momento de demostrarlo, de ser solidarios, de acompañar y ayudar a estos niños, porque son solo eso, niños que hoy les toca hacer el papel de grandes.
Hoy esperamos el compromiso del municipio, el compromiso del gobierno provincial, de los entes necesarios, de EDECAT para que puedan tener energía, de las empresas locales para que puedan hacer esa casita de material soñada por esa madre que ya no está.
La comunidad toda podría aportar, ladrillos, material que no esté en uso, colchones. Son muchas más las necesidades, pero entre todos podríamos cambiar esa realidad. Seamos partícipes, seamos solidarios y demos una mano a quienes realmente lo necesitan.
La humilde casa está ubicada en la localidad de Lampacito, por dentro de la ruta. Su colaboración es necesaria y será agradecida.
GENTILEZA: vallecalchaqui.com
