Catamarca
Sabado 20 de Abril de 2024
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"La poesía tiene siempre un mismo tema, el tiempo"

El poeta Jorge Boccanera, uno de los más reconocidos de la Argentina, participó de una lectura de poesía en la Feria del Libro junto al mexicano Eduardo Lizalde, y firmó ejemplares de sus dos nuevos libros: el poemario Monólogo del necio y La pasión de los poetas, una serie de crónicas sobre diversos escritores.
Los libros, publicados por Editora Patria Grande, presentan dos aspectos diferentes del autor de Contraseña (1976), uno dedicado íntegramente a la exploración del lenguaje, el trabajo con la memoria y los procedimientos poéticos; y el otro tiene que ver con la investigación, la crónica y la narrativa de corte periodística.

Boccanera (Bahía Blanca, 1952), autor de Los ojos del pájaro quemado, Polvo para morder, Sordomuda, Bestias en un hotel de paso y Palma Real, entre muchos otros libros de poesía, crónica y ensayo traducidos a varios idiomas, habló con Télam sobre la aparición de estas dos nuevas obras.

¿De dónde surgen las crónicas que configuran La pasión de los poetas?
Los viajes por distintos países latinoamericanos, desde los años 70, me llevaron a conocer personajes sumamente interesantes que poblaron mis libros de historias de vida -"Ángeles trotamundos y "Entrelíneas"-; dentro de ese ejercicio, pero ya más cerca del relato de ficción surgió "La pasión…", donde núcleo es el amor, a veces trágico, a veces pleno.

¿Y cómo fue la elección de autores?
Como husmeador de los destinos humanos y crítico de poesía me fue inevitable al conocer la obra de muchos la indagación a fondo de sus vidas; que muchas veces están íntimamente ligadas: existencia y creación (un ejemplo es la gran poesía erótica de la uruguaya Delmira Agustini, asesinada por su ex marido), tomé poetas latinoamericanos que conocía y concentré el relato en un momento clave de esas vidas.

Hay datos que signan una obra o una vida; no es un dato menor que Gabriela Mistral haya sufrido una violación de niña, ni que Lugones se haya suicidado por un amor imposible, ni la vida gozosa de la cubana Carilda Labra, que se mantiene joven a sus 90 merced a una vida de amantes jovencísimos, ni el amor entre escritores: Olga Orozco y Enrique Molina o Idea Vilariño y Juan Carlos Onetti.

¿Qué relación existe entre los nombres elegidos?
Todos son poetas: algunos consagrados como Neruda, Vallejo, Huidobro, González Tuñón, pero agregué otros un tanto desconocidos en nuestro medio como la mexicana Rosario Castellanos, el uruguayo Roberto de las Carreras, el nicaragüense Coronel Urtecho, e incluso dos autores que participaron del cancionero popular, el caso de Manzi con "Malena", y el mexicano Elías Nandino con el bolero "Usted".

El hilo común podría ser la pasión irrefrenable, esa que lleva a Huidobro a raptar a su novia adolescente -luego su esposa- a Ernesto Cardenal también a probar los mil y un encantamientos con la jovencita Carmen, a quien le dedica su primer libro, que hace desaparecer de su obra. Esa podría ser la clave, el puente de tablas flojas que va del goce extremo a la soledad y el vacío más terribles.

¿Qué es lo que te interesaba mostrar en cada una de las vidas?
Precisamente cómo esos momentos han sido determinantes en la obra de algunos. Alguien dijo que lo que amamos es un enigma "a punto" de ser descifrado, y traté de narrar ese "a punto": la inminencia que tiene algo de cacería, de seducción, cada una con su singularidad, sus anhelos y también sus asperezas.


En el caso de Monólogo del necio, ¿cómo nacieron los poemas que le dan forma al libro?
Después de libros con un eje central, como "Sordomuda" o "Palma Real", escribí una serie de poemas variopintos, el primero se llama "Monólogo del necio" y quedó como título. Pensé que tras siete años de silencio podía juntar esos textos dispersos; después de todo la poesía tiene siempre un mismo tema: el tiempo.

La memoria ocupa un gran espacio del poemario, ¿cómo fue ese trabajo con el pasado, propio, y también de una época, oscura, de nuestro país?
Me cuesta mucho hablar de experiencias de vida que me marcaron para siempre: el golpe de los 70, el exilio, las pérdidas. En este libro hay partes que se sumergen en esos núcleos como el poema dedicado a la madre de Plaza de Mayo, Olga Aredez, quien por años caminó en soledad alrededor de la plaza de Ledesma, en Jujuy. Alguna vez, con Nora Cortiñas, Adolfo Pérez Esquivel y otra gente, pudimos acompañarla, rendirle un homenaje a ella y los desaparecidos de Ledesma.

También hay una sección dedicada la espera de familiares de desaparecidos por algún dato, un indicio de la suerte corrida por sus allegados y cómo se jugaba -y a veces se robaba- con esa expectativa. Mucha gente vivió y vive aferrada a ese plantón horroroso. Por eso digo que "La espera es mano de obra esclava" y "crudos son los trabajos del mientras tanto".

El libro despliega muchas preguntas sobre la propia identidad, otras sobre el lenguaje, otras sobre el tiempo, ¿cómo surgieron esas indagaciones?
Los poemas tratan temas distintos y a veces un poco inverosímiles, como puede ser el insomnio de una máquina abandonada o un poema dedicado al símbolo de la muerte en México: "La Catrina", o un poema dedicado a Dino Saluzzi donde rebusca en la bolsa de la oscuridad para sacar sus sueños musicales. Es verdad que hay numerosos poemas sobre el lenguaje, un tema al que vuelvo siempre: la imposibilidad -"cada tecla un muñón"-, el tiempo de vacas flacas en que no sale nada, esas vacas, digo: "llevan un buitre en el lomo/ vuelven de una guerra perdida", pero también está la palabra en el fogonazo del descubrimiento, como un animal recién nacido que al pisar al mundo, lo estrena, lo ilumina.

Fuente: Télam

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