Catamarca
Viernes 19 de Abril de 2024
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La resurrección de Salander y Blomkvist

Como una resurrección con pasaje de ida al éxito y para paliar la orfandad de los lectores, la cuarta entrega de la saga Millennium resurgió gracias al trabajo autoral de David Lagercrantz, el escritor contratado por el hermano y el padre del fallecido Stieg Larsson, que -en confeso estado maníaco depresivo- consiguió recrear y unir nuevamente los caminos de los entrañables Mikael Blomkvist y Lisbeth Salander, esta vez en un entramado de espionaje estatal, inteligencia artificial, violencia doméstica y tráfico ilegal de información.
Con una batería de personajes nuevos, una recontextualización acertada y un clima invernal insoportablemente frío, llega Lo que no te mata te hace más fuerte (Destino), donde las diferentes voces narradoras saltan con cierta agilidad contando las escenas vistas desde cada mirada, imprimiendo un ritmo acelerado, pero menos atrapante que sus precuelas.

Lagercrantz se tomó el trabajo de recrear con su estilo personal la marca del mainstream editorial Larsson donde logra desmenuzar una intrincada historia de investigaciones paralelas -la oficial, la hacker y la periodística-, mucha matemática e informática con términos específicos, acción, misterio y temas que desvelaban a su autor original, la violencia contra las mujeres y las trampas del sistema estatal.

El policial se mueve al ritmo de los hackers. Si bien Salander es la indudable heroína que atrapa con su encantadora hosquedad, en este libro aparecen también rivales tecnológicos a su medida; mientras que Mikael trata -una y otra vez- de sacar a flote dignamente su revista Millennium, de los desbarajustes entre grupos económicos.

En el medio está el caso del profesor Balder, especialista y cerebro internacional de la inteligencia artificial, que corre peligro porque sabe lo que pocos deben conocer. Alrededor de este personaje y su hijo autista se generará una trama de espías del gobierno, mercenarios rusos, información cruzada y develada, muerte y venganza, todo enfrascado en el limbo virtual inasible para simples mortales.

Cada uno, a su estilo, tratará de resolver un ajedrez de mentiras y tesoros virtuales. Tanto Lisbeth -feminista, anárquica, huidiza, dura y racional- como Mikael -el seductor y autosuficiente periodista que siempre está metido hasta el cuello de problemas- tratarán de llegar a una misma resolución de un caso que sacude a Suecia y a sus autoridades, pero también a los servicios secretos estadounidenses, demostrando que las fronteras no existen como tales, sino que son tan vulnerables como un algoritmo lo permita.

Si bien Lagercrantz (Suecia, 1962) logra no abusar en las incursiones de la hipnótica Salander (era muy fácil ceder en esa tentación) que aparecerá pasadas las cien páginas y que puede ser un tormento para los más ansiosos, sí tropieza con algunos estereotipos de la escena criminal y su correlato resolutivo, leáse niño autista que tiene la clave resolutiva en su mente, los rusos malos y los poderosos despreciables.

Pasado esto y algunos largos diálogos y párrafos con profundas explicaciones tecnológicas -no hay que olvidar que su autor escribió antes sobre Alan Turing, pionero de la inteligencia artificial- Lagercrantz parece haber aprobado ante la crítica mundial la complicada tarea de continuar un éxito sin precedentes en el mundo editorial que vendió más de 80 millones de copias y que supo conectar masivamente con el público.

Mucho se especuló con la salida de este libro. Incluso el proceso de creación de la novela, su contenido fue embargado en el más estricto secreto hasta el lanzamiento por la editorial sueca Norsteds. Para evitar filtraciones, Lagercrantz escribió sin conexión a Internet y Norsteds envió por correo el manuscrito al resto de editoriales.

Con una gran mochila en la espalda, Lagercrantz salió airoso aun cuando confesó que escribió esta cuarta entrega en un estado "maní­aco-depresivo". "Mi misión era gestionar su legado. Para eso tenés que sentirte en casa dentro del universo Stieg Larsson, pero además tení­a que añadir algo de mí­ mismo", dijo.

"Terminé dándome cuenta de que no podí­a copiar su estilo; podí­a intentar recrear su universo, incluso podí­a llegar a recrear su estilo, pero tení­a que hacerlo con mi propia prosa. No mi prosa literaria, sino un estilo de reporterismo. Larsson era brillante, pero no era un autor literario, y no lo digo en sentido negativo. Él escribí­a claro y con hechos. Así­ que traté de usar mi mejor prosa periodí­stica", contó a la prensa española.

Sobre los temas que trata -y que maneja con plasticidad- como la piratería y, sobre todo los ciberataques, el autor sostuvo que "los hacen los Estados y las agencias de Inteligencia", en referencia al escándalo de la NSA destapado por el ex agente Edward Snowden. Y si bien ese es el nudo de la cuestión, es también una reactualización de espíritu de Larsson, el de los David frente a los Goliat del mundo.

"Trabajé muy duro para escribir un buen libro, así­ que espero poder andar tranquilamente por la calle sin tener que llevar anteojos de sol", dijo contento el autor hace unos días, aunque también finalmente pudo revelar sus miedos. Uno fue, sin dudas, encarar a Lisbeth Salander, una suerte de pequeña obsesión literaria que lo persiguió durante el proceso de escritura.

"Salander es justo el tipo de personaje con el que llevo tratando toda mi vida: genios que chocan con la sociedad, como Alan Turing o Zlatan Ibrahimovic, que creció en circunstancias muy duras. Es el tipo de personaje con el que estoy obsesionado. Y, ¿Mikael Blomkvist? Es el hombre que me gustarí­a ser. Me daba miedo Salander, temí­a no hacerle justicia, porque es una figura tan icónica. Tení­a pesadillas en las que, si fracasaba, ella aparecerí­a y me dirí­a: 'Esa no soy yo, David'", reveló.

A punto medio entre lo masticado y lo que hay que deglutir a medida que pasan las páginas, con nuevos personajes y una red oscura para explorar, la maquinaria Millennium sigue firme con un libro que destila más brillo en su segunda mitad lo que no impide que esté primero en el ranking local.

El cóctel perspectiva de género, justicia frente a los engranajes perversos de un sistema y visibilización de las grietas de la sociedad sueca en forma de trilogía surtió un efecto impresionante y nunca visto por su autor original, un éxito post mortem que vio crecer sus intereses al ritmo de películas -suecas y hollywoodenses- y una cuarta parte, quizás menos trepidante, que logra resucitar a dos populares justicieros 'outsiders' que luchan contra los imperios del poder.

Fuente: Télam

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