Catamarca
Sabado 20 de Abril de 2024
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La sensualidad adolescente en la lupa fememina

Las poseídas, novela que convirtió a la argentina Betina González en la primera mujer en recibir el Premio Tusquets, es una historia de iniciación que reformula la figura sexual de la adolescente y tiene al fin de la dictadura como telón de oscuros sucesos sobrenaturales desatados en un colegio de monjas del conurbano.
A través de fantasmas y posesas, la novela "intenta devolver la ambigüedad y oscuridad necesarias a la figura de la adolescente, porque es maravilloso y terrible ser una chica de 16 años, todo se vive intensamente y las miradas sobre esos cuerpos también son muy intensas desde sociocultural", dice a Télam González.

Contra todos los imaginarios, la Lolita de Nabokov o los chocolatines de Onetti para niñas católicas, la autora propone una de las pocas representaciones femeninas de la femineidad en la pubertad; y logra una novela gótica rioplatense, que juega con lo sobrenatural, místico y religioso en primer plano y el fin de una dictadura para reforzar la sensación de lo tortuoso y soterrado.

Muchas frases en estas páginas son textuales de la Biblia, "que puede ser muy poética", dice la escritora que desarma con ironía la mirada hipersexualizada sobre chicas en edad escolar.

Una protagonista sin mucha gracia ni habilidades sociales, por ejemplo, aprovecha muy a conciencia su uniforme de gimnasia, que le marca las tetas, en la búsqueda del «perfecto desconocido» para tener sexo por primera vez.

En esta línea, González prefirió "no resolver el misterio de la casa y las fotos de niñas desnudas porque plantea hasta qué punto una nena o adolescente puede consentir (soportar) esa mirada erótica", hasta qué punto esa «mirada bondadosa» no es abusiva.

Por otra parte, subraya la autora, el libro "cuestiona a la institución familiar como pilar de una sociedad que te dice tenés que amar a tu padre y a tu madre, pero qué pasa cuando el lazo de sangre no alcanza, cuando el padre no te ama y la madre tampoco?".

"También tiene que ver con la sensación adolescente de orfandad y con algo relacionado a la condición humana, vinculado al amor como sentimiento intenso que no necesariamente se da en la familia", consigna la escritora nacida en 1972.

A eso se suma el sexo "como un lugar oscuro que no plantea la cultura, siempre adornado por representaciones que lo alejan de su animalidad.

Esta historia está llena de rincones, de historias abiertas y es premonitoria, se detiene mucho en el instante anterior a consumar y en el estadio del ciclo vital de la descomposición que, a nivel macro, refleja la reciente salida argentina de la dictadura.

Para González, "situar la historia lateralmente en esa época permitió potenciar una sensación vinculada a la adolescencia y a lo generacional", concede quien vivió acá en los 80, "con la sensación de que estabas tratando de incorporarte al mundo sobre una pila de cadáveres".

El motivo narrativo de la posesión "se reitera en los cambios de persona de la narradora; en la idea machista de poseer a la mujer que tanto desanda el texto; en las posesiones de las santificadas; y en la adolescencia entendida como un momento más de posesión, como seres no sólo tomados por las voces de los demás sino por sentimientos disruptivos, breves e intensos".

Igual que Felisa, una de las posesas, González es de muchos sitios y muchas lenguas la definieron; a la inversa que ella, pudo regresar a su casa de infancia. Nueve años vivió en Estados Unidos y hace uno está en Argentina.

Profeta en su tierra, volvió con tres libros publicados y tres premios: la detectivesca Arte menor ganó el Clarín de novela con José Saramago en el jurado; y los cuentos de Juegos de Playa lograron un segundo puesto en el Fondo Nacional de las Artes.

Ella vivió seis años en El Paso, Texas -frontera con la violenta Ciudad Juárez de los femicidios y del habla hispana-; y luego migró al Este, Pensilvania, "donde el español es una lengua despreciada", cuenta la joven escritora.

De esa urbe sacó "la experiencia medio esquizofrénica del bilingüismo, todo lo que te pasa interiormente te pasa en una lengua y lo exterior en otra, y aunque después convivan esas lenguas en principio es otra personalidad: está ahí y te posee".

"Con este libro estuve un poco poseída -resume la autora-. Me quemaba en las manos como les quema el cuerpo a las santas y quise que a los lectores les pasara lo mismo. Flannery O´ Connor decía que todas las personas que sobrevivieron a su infancia tienen suficiente material para una novela, y en un punto estas poseídas son supervivientes". concluye.

Fuente: Télam

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