Catamarca
Martes 23 de Abril de 2024
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La supervivencia en una geografía hostil trazada por la sequía y el hambre

Bajo una llanura reseca y abrumadora que habilita la barbarie, el escritor español Jesús Carrasco delinea en Intemperie una novela falsamente desesperanzadora que se apoya en la peripecia de un niño fugitivo y su vínculo con un viejo cuidador de cabras, acechados por la muerte y confrontados a formas extremas de supervivencia.
En la desolación de un territorio azotado por la sequía, un chico de edad incierta escapa de la cacería montada por un grupo de hombres que lo buscan sin pausa y sin razón visible por el llano infinito, despojados de toda piedad y decididos a ejercer su limitado poder en una topografía gobernada por el hambre y los caprichos de la naturaleza.

Con Intemperie (Seix Barral), Carrasco se propone desacomodar drásticamente al lector, desterrarlo de su zona de confort para sumergirlo en un inventario de hedores y carencias: hay hambre, miedo, sudor, podredumbre. Y de todo eso da cuenta una prosa sugerente que se detiene en la descripción de los espacios pero retacea los detalles sobre el disparador del conflicto y aún más la subjetividad de los personajes.

El escritor, que nació en Badajoz y trabaja como redactor publicitario, se interna con su primera novela -elegida Libro del Año en España y ya traducida a 15 idiomas- en esta naturaleza inclemente sobre la que relampaguea silenciosamente una violencia crónica que enfrenta a los personajes y desencadena la tragedia final, cuando ya el lector está bien familiarizado con la idea de una comunidad anómica.

"Esta historia tiene que ver con mi mirada de la vida. Creo que es un atributo del arte y de la literatura en particular llevarnos a ese lugar de no confort, donde suceden cosas muy interesantes y nutritivas. La persona que se queda solamente en los territorios que domina se termina menguando. Yo apuesto por lo contrario", destaca en entrevista con Télam el escritor, que llegó a la Argentina para presentar su obra y participar de una charla en la Feria del Libro.

Télam: Si bien hay un trabajo importante con la palabra, el núcleo dramático del texto está en lo que no se dice ¿En qué medida esta obra es deudora del lenguaje poético?
Jesús Carrasco: No he escrito poesía nunca, salvo algún rito privado, pero sí me ilumina un axioma de la poesía: esa idea de rodear el centro y no tocarlo, merodear en torno a un núcleo. Esa forma de aproximación me interesa ya no sólo en la literatura sino en la vida en general y en la literatura como forma de representar una realidad.

Al mismo tiempo, esta elección tiene un valor utilitario para el lector: un libro con todas las palabras y exceso de información, en el que se dice lo que los personajes sienten a cada momento -incluso lo que no piensan, porque hay un narrador omnisciente que cuenta todo lo demás- deja poco espacio para que el lector se incorpore a la lectura desde un lugar activo. Cuando leemos nos involucramos con nuestra propia experiencia. Si un escritor no deja el espacio, ese intercambio no se produce, o se produce en todo caso de una manera más precaria.

T: Más allá de que estén trabajados de manera distinta desde lo formal, hay como una equiparación entre el paisaje y los estados emocionales de los personajes: ¿En qué medida la hostilidad de la naturaleza los empuja a la deshumanización?
J.C: Está claro que esta misma historia ambientada en un campo holandés con grandes huertas y tierras fértiles hubiera sido muy distinta. Si los personajes necesitan agua, en ese espacio directamente se reclinan y la tienen, pero en mi novela todo es muy diferente: el paisaje funciona como un espejo. La dureza del territorio y del clima incide directamente sobre la mezquindad de los personajes.
Allí donde no hay agua, donde hay poca comida, poca riqueza, se impone el dominio, el control. Hay vencedores y vencidos. Dominadores y dominados. Se produce la violencia, el roce. Me he preocupado más de definir esas condiciones de posibilidad que de la propia posibilidad, es decir, si describo lo que pasa alrededor de una manera tan clara, no hace falta redundar con lo que los personajes sienten. Queda claro que ellos están padeciendo lo que hay alrededor.




Fuente: Télam

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