Catamarca
Jueves 28 de Marzo de 2024
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La venganza está ligada a un duelo no resuelto

En El prójimo y lo abyecto, el psicoanalista y ensayista Carlos Quiroga explora el circuito de la extrañeza respecto a los otros, prójimos y ajenos, articulando los conceptos de cadáver insepulto, venganza y muerte (de los jóvenes) sin hacerlos pasar por el falso cedazo del yo.
El libro, publicado por la casa Letra Viva en su colección Animalia, lleva por subtítulo Ensayo sobre lo extraño en psicoanálisis y un prólogo del también psicoanalista y escritor Luciano Lutereau.

Quiroga es docente en el Centro de Lecturas: Debate y Transmisión, del cual es co-fundador y titular de dos cátedras en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ). Publicó, entre otros libros, El cuerpo: el psicoanálisis frente al orden biológico y ¿Qué es el deseo?

Esta es la conversación que sostuvo con Télam.

T: ¿Cuál es el núcleo alrededor del cual se organiza El prójimo y lo abyecto?
Q: En verdad el núcleo real e íntimo alrededor del cual se organiza el libro es mi análisis personal. Ahora bien, como producción he querido transmitir algunas reflexiones sobre el canibalismo. Me explico. Luego del texto de (William) Arens, El mito del canibalismo, se sabe de las dudas acerca de la práctica de comerse entre humanos. Tenemos algunos episodios de canibalismo alimentario por necesidad, como el relatado por los sobrevivientes de la tragedia de los Andes. Pero no alcanzan para establecer un patrón fijo. Entonces, nos toca a algunos meditar no tanto sobre ese mito sino sobre los mitos y fantasmas que el canibalismo, como figura del imaginario, produce. Para nosotros, analistas, ese imaginario (lo nombro así a propósito, para no caer en las cacofonías habituales) es el productos de una relación entre los registros. O más simplemente, entre un elemento estructural (las pulsiones) y el simbólico que rige cada época. De allí las leyes que exigen al cuerpo distintos modos de comportarse: los modos de orinar, defecar, dormir, etcétera. Sobre el núcleo del libro, el canibalismo esta allí brillando desde los fondos de la historia. Cualquier antropólogo sabe que nunca nadie presenció un acto de antropofagia, a pesar de haber escuchado muchos relatos sobre eso. Es que siempre el caníbal es el otro. Allí está el problema del prójimo, el más próximo, y de lo abyecto, lo arrojado fuera. Lo siniestro, lo más familiar y lo más extraño, da pie al subtítulo que Luciano Lutereau me propuso para el libro: Ensayo sobre lo extraño en psicoanálisis. Sigmund Freud, aborrecía el mandamiento amarás a tu prójimo como a ti mismo. Y ¿por qué habría de amar a quién me desea todo tipo de males incluido comerme? Podría agregarse ¿por qué habría de amarlo como a mi mismo si yo no paro de hacerme daño? Es Jacques Lacan quién da una vuelta más y dice que cuando Freud habla del prójimo no sabemos si se trata de él o de mí. En este punto podemos ubicar ese concepto tan difícil pero muy útil de lo éxtimo para ubicar un interior y un exterior que no se delimitan con claridad. Digamos, La zona. Entonces, el caníbal es el otro no es solo una mera proyección de mis sentimientos primarios, es algo más, participo de ese goce de canibalizar y ser canibalizado. En el libro ubico como fundamental la ley de hospitalidad antigua. Esa ley no escrita que da lugar a la figura del huésped. El huésped, cuando la phisis antigua no admitía la asimilación de la materia, era alguien con quién unirse en un lazo tan fuerte que impedía cualquier ofensa entre sí, incluso pelear en el campo de batalla. Es por eso que para tranquilidad del huésped, la comida en la mesa del anfitrión garantizaba el hecho de que él no sería la comida. Esto lo consigna Jean-Claude Milner en El triple del placer y ya estaba en Elías Canetti, en Masa y Poder. Bajo el modelo de la incorporación en la antigüedad, el devorarse al otro resultaba la prohibición primera. ¿Cuál pudo haber sido la primera prohibición acerca de qué comer? La hipótesis es que esa prohibición debió caer sobre el cadáver. El humano es el único animal que entierra sus muertos y crea la sepultura. Se establece un origen de lo humano cuando la existencia de las primeras sepulturas: los túmulos. Por ejemplo, los adornos sobre las sepulturas dan cuenta de una estética y de una función del tiempo que están implícitas en lo que Claude Levi-Strauss ha desarrollado en sus Mitológicas, fundamentalmente en Lo crudo y lo cocido. Un amigo, Nahuel Krauss ha podido relacionar que esta función de la estética y el tiempo está perdida tanto en la pornografía como en la comida rápida. En efecto, el porno y el fast food suponen una erótica que la modernidad rechaza. El texto hace una deducción acerca del cadáver, la sepultura y las pasiones, para afirmar que no hay ética sin estética. Una interpretación se desprende de estas afirmaciones, interpretación a la que las tragedias vienen a prestarle su literatura. Digamos: toda tragedia supone una transgresión a la ley de hospitalidad. Hay un cadáver insepulto. El sentimiento de venganza se apodera de los deudos. ¿El resultado? La muerte de los jóvenes. En la práctica, el discurso del analista constata esta lógica, a saber: cadáver insepulto, venganza, muerte de los jóvenes. Entonces se me ocurrió una pregunta un tanto ambiciosa. ¿Cual es el cadáver insepulto en la Argentina? Tenemos la venganza en todo su espectro. La muerte de los jóvenes se hace evidente: desaparecidos, gatillo fácil, Malvinas, Cromañón y esa forma apaciguada de la muerte que es el exilio. Veremos qué pasa con esta hipótesis. Cuando pensé esto tuve un cruce con algunas corrientes culturales latinoamericanas. Una alternativa, quizá la más extendida, es la aculturación. Es la que arrastra a nuestros pibes con Disney Chanel y otras cosas que podemos llamar aculturación. Es decir, volver a nuestros niños hijos del imperio estadounidense. Pero no sólo eso. ¿Acaso no tenemos, en las grandes ciudades las mismas enfermedades que los yanquis? Otra forma que se propone es la llamada transculturación. Eso nunca se cumple. No es que hay intercambio sino que hay una llegada de los productos culturales y nada va para allá. Es decepcionante saber que se publica lo que se decide en otro lado. Por eso, estoy de acuerdo con (Carlos Drummond de) Andrade y su antropofagia cultural. Es decir, nosotros estábamos antes aquí. Así que los comemos y ya. Una de las mayores servidumbres latinoamericanas es la cita. El prójimo y lo abyecto está plagado. Espero sea mi última producción en esa línea. Creo que el canibalismo es homeomorfo al momento de silencio del niño, cuando manda al fundamento sus sonidos naturales y se apresta a adquirir la lengua que difícilmente llamamos nativa.

T : Hay lecturas precisas de Tótem y tabú y de El malestar en la cultura, textos de Freud que suelen considerarse pesimistas. ¿Cómo los usaste para tu argumentación? ¿Existe alguna razón para no ser pesimista?
Q : Bueno, justamente tomé una línea para nada explotada de Tótem y tabú. Nada de historia de la religión ni de nada. Tengo una lectura que se basa en la operación primera del canibalismo. Doy vuelta la interpretación de la vulgata universitaria. Esta afirma que al mono macho (que no es el padre) se lo mata y se lo come. Apoyándome en un pie de página de Freud, afirmo que porque se lo come, se lo mata. Esto invierte la relación. Si me ubico en torno del mito del modo universitario (se lo mata entonces se lo come) pongo en el origen un yo autónomo que decide ese acto. Ahora, si digo porque se lo come, se lo mata, ubico la pulsión como primera y subsumo el saber al real del goce pulsional. Esa es mi la lectura freudiana del asunto. En esta orientación debemos leer esas obras. Así se diluye el pesimismo. Quiero decir, es evidente el pesimismo de Freud si se lo lee en esa clave universitaria. Si tomamos nuestra propuesta, entenderíamos su arenga ética en esos textos: advierte acerca de la existencia de la pulsión de muerte, sin rendirse ante eso. Yo creo que Freud dice así son las cosas, a nosotros nos toca pelear por torcer esa tendencia. Siempre está la discrecionalidad del oyente y del lector, así que hay que hacer operaciones de lectura que son decisiones en sí mismas. Cristo dijo, Señor, perdónalos porque no saben lo que hacen. Marx, No sabrán lo que hacen pero lo hacen igual. Con Freud podemos decir saben lo que hacen y lo hacen igual. Nadie puede hacerse el distraído. El optimismo no tiene por qué ser el entusiasmo que denuncia Kant. Porque todos somos responsables, en el sentido nietzscheano: responsables, no culpables. Es la dimensión trágica. Estamos atravesados por algo que no entendemos, y somos responsables. El análisis es hacerse cargo de eso: volver comedia lo que ha sido vivido como tragedia. Digo comedia, no farsa. El capitalismo ofrece la farsa no la comedia.

T : ¿Qué es la amistad, incluso en su sentido más banal, después de la escritura de este libro?
Q : Bueno, Lutereau escribió el prólogo. Creo que zanja más que bien esta pregunta. El sigue una orientación que está en el libro y que es la que Freud dejó en su Proyecto…Freud dice que en la experiencia primordial existe el complejo del semejante. Ante la ausencia de representación, el deseo vaga solo sumergido en una angustia que llama de indefensión. Alguien asiste al niño. Ese alguien realiza la acción específica. Pero ese alguien no es tranparente a la conciencia. Freud realiza una operación fundamental: separar la percepción de la conciencia. Todo lo que es conciente es percibido, pero no todo lo percibido es consciente. Para el animal, la conciencia se subsume a la atención. Para el humano solo es consciente lo que pasa por el inconsciente. Por eso afirmo que el análisis no es hacer consciente lo inconsciente sino hacer inconsciente un real pulsional. Entonces, nuestro primer prójimo se divide: primero es un semejante por causa del cuerpo. Lo que es de nuestro cuerpo puede ser significado en el otro. Pero resta algo incomprensible, que Freud llamará Das Ding (La cosa): la parte incomprensible del prójimo. El síntoma, por ejemplo. El complejo del semejante da cuenta de la división del sujeto. Pero lo que es predicable no alcanza para definir al sujeto. En el lugar del sujeto estará Das Ding. O bien: no existe un significante que pueda otorgarnos nuestra propia significación. El amigo, en esta perspectiva, no es nuestro semejante. Es el que nos permite poner en cuestión aquello que no entendemos de él, o sea, lo que no entendemos de nosotros mismos. La patria son los amigos es una fórmula muy buena, ya que incluye al extranjero. Aquel del que no entendemos nada de sus usos y costumbres, sus creencias y pasiones. Tener un amigo es soportar su extraña manera de gozar.

T : Venganza, ira, indignación, vergüenza. Suena (son) pasiones bajas. ¿Es el amor una pasión agresiva que se ha canalizado socialmente? Incluso el amor a Dios.
Q : Es muy amplia esta pregunta. Están todas las variantes del amor. El amor gurrero, el extático, el cortés, el divino, etcétera. El libro retoma la apuesta lacaniana de hacer una erotología, y se centra en la venganza, la ira, la indignación y la vergüenza. Sin ánimo de hacer un análisis exhaustivo, están ubicadas en relación al cadáver insepulto y al canibalismo como figuras opuestas a la incorporación. No se trata de pasiones bajas sino, en términos spinozianos, de pasiones tristes. La venganza está ligada a un duelo no realizado, al cadáver insepulto tal como lo muestran Antígona, Medea, Hécuba y Hamlet. La venganza pega al sujeto a su objeto. Intento una lectura de lo que Nietzsche afirma sobre la venganza y el fue del tempo. Este fue no es el pasado sino una pérdida radical del tiempo. Lacan afirma que el tiempo es el objeto a. Las pasiones, en ellas se da esa trilogía fatal. Cadáver insepulto, venganza y muerte de los jóvenes. Nuestra América Latina en su historia recoge esta lógica hasta el paroxismo. Héctor Murena pudo escribir El pecado original de América a pesar de que su orientación en un punto se extravía.

T : ¿Alguna hipótesis sobre la cantidad de femicidios -alguna hipótesis de orden psicoanalítico?
Q : Este año, con Pablo Román, daremos un seminario: Las aventuras del cuerpo en Occidente. Una de las hipótesis: si es cierto que la mujer es síntoma del hombre (macho o hembra) entonces, hacer una historia del síntoma, es hacer una historia de las mujeres. Nos apoyamos en Marc Bloch, Lucien Fevre y Norbert Elías. Y en (Jacques) Le Goff, (Nicolas) Troung, (David) Le Breton, (Philippe) Aries, (Michel) Foucault. Ellos siguen, incluso sin saberlo, una línea organizada por Emile Durkheim y seguida por Marcel Mauss: que las conductas del cuerpo están regidas por exigencias simbólicas determinadas. El psicoanálisis puede aportar todo lo que ha podido extraer de su práctica. El lugar que Freud otorgó a la histérica, tomada como bruja para la hoguera en la Edad Media, hasta el lugar que Lacan le dio en su cuadro de la sexuación. Es más: Lacan afirmaba que deberíamos llamar heterosexual a quién gusta de las mujeres, sea macho o hembra. Esta afirmación es fuerte. El macho en nuestra época se encuentra perdido. Alejado de las aventuras heroicas de la guerra y del trabajo no sabe donde hacer pie. Las celopatías hoy no tienen el tono melancólico de nuestras letras de tango. Son brutales al punto del crimen. Es que cuando ni siquiera son buscados para ser explotados, los machos sufren una crisis total de asentimiento. Seguramente esta interpretación no alcanza, pero acerca un punto de vista sobre el tema. La práctica política en algunos casos de jóvenes ha restaurado esa función del macho y cierta recomposición de su semblante.

Fuente: Télam

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