Desde "¿Dónde alquilar una vespa en Roma?", pasando por "¿Cómo hago para ver a Francisco I en el Vaticano?"; o ¿Dónde se sirven los mejores aperitivos? hasta ¿Cómo tomar un paseo por el Thames en Londres? y ¿Dónde experimentar la ceremonia del té inglés?; los autores responden concisos, con la certeza y la frescura de haber vivido cada experiencia en carne propia.
Desde una pequeña oficina, atestada de libros y enciclopedias sobre el mundo, Julián, periodista de profesión, rememora aquel primer impulso que lo llevó a crear junto a su padre Horacio y a su mujer, Carla, un sello que hoy cuenta con más de 100 guías completas, mapas guías y las recientes guías de mano, surgidas como apuntes personales de viajero a viajero.
"En 1993 estábamos en el restaurante Bachín de Buenos Aires que tenía manteles de papel. Nos íbamos con mi mujer a Miami y esa noche mi viejo nos marcó como un bosquejo en el papel lugares de la ciudad. En el taxi de vuelta dijimos: ´Che, acá tenemos una guía´. Cuando volvimos, la hicimos", cuenta a Télam.
Y lo que empezó como algo sólo "para amigos" vendió 15 mil ejemplares en 40 días. "Fue delirante", remata De Dios.
El proyecto cultural y comercial que se inició románticamente entre "fettuccinis con tuco y pesto" y con la fascinación por viajar, se convirtió en contundentes relatos de ciudades que combinan cuadrículas urbanas con hoteles, restaurantes, historias, tiendas, bares y tips para explorar.
"Sobrevuela esa idea argentina de ´qué me vas a explicar a mí cómo viajar´; hace 20 años acá no existía la cultura de guías y de a poco nos fuimos instalando. A partir de que el primer o segundo dato sirvió, el lector confía", dice el editor y se sincera: "Por ocho años las guías fueron un hobby, gracias a que durante mucho tiempo no miramos los números, la empresa creció".
Hoy, entre las perlas, se destacan la Guía completa de Nueva York que va por la novena edición; la de Egipto "con ojos argentinos" que vendió 5.000 ejemplares en un año; las flamantes "de mano" con información puntual para aprovechar al máximo el tiempo y el dinero y "Europa, 20 ciudades imperdibles", con datos básicos, presupuestos, días disponibles y 50 atracciones por ciudad.
Pero el valor agregado de las guías De Dios está en el discurso casi personalizado, el de un argentino que viajó y le habla a otro que está por hacerlo. El de alguien que, además, investiga cada ruta a fondo antes de partir.
"No hacemos guías de los lugares donde más gente viaja, sino que hacemos guías de destinos donde la información es clave para disfrutar el viaje. En el Caribe tener un dato o no, no te modifica demasiado", confiesa a modo de fórmula.
Pero entonces, ¿Cómo es ese lector viajero? "Al argentino le gusta viajar, existe esa apetencia y necesita el dato con idiosincrasia, no lo compra de alguien que viene de afuera y no sabe quién es. Cuida el mango y el tiempo, no despilfarra porque sí. No viaja en grupo y le hablo a quien le gusta meterse en otras partes de las ciudades y disfrutarlas como un vecino. Donde caemos, los argentinos nos amoldamos enseguida".
Julián de Dios recorrió cuadra por cuadra los destinos urbanos, caminó por oasis beduinos; comió en puestos callejeros neoyorquinos; sacó fotos de menúes parisinos; anduvo en una vespa como Nani Moretti en "Caro diario"; tomó cerveza en el bar donde Jack el Destripador buscaba sus víctimas y descubrió museos de piezas griegas y romanas que no figuraban en ninguna parte.
Aunque puede sonar atrevido para muchos, De Dios es también un cicerón moderno que juega con sus propios gustos: "La verdad es que yo no iría a la estatua de la Libertad. Tenés dos horas de seguridad, te revisan todo, en cambio, si te tomás el ferry gratuito, la ves de costado con una cerveza en la mano y tuviste la experiencia. La gran mayoría de las guías no te van a decir eso".
El autor fue entre tres y cuatro veces a cada destino para concluir las guías y en cada reedición suma datos: "Aunque lo esencial permanece, las ciudades cambian. Hoy la calle es el escenario y tiene que ver con la democratización del disfrute. Eso está sucediendo en muchos lugares. En Buenos Aires todavía estamos más encerrados", dice con conocimiento de causa, ya que también relevó la Capital Federal y el país con su desdén viajero.
Detrás de cada volumen, hay alguien que fue, probó, compró, esperó, encontró el pasadizo; caminó y se cansó.
"En Internet no sabés quién está detrás y es complicado ir a un lugar sin saber quién lo recomienda", señala.
Un ejemplo, cuenta De Dios, fue cuando una conocida web de consejos de viajes puntuaba como mejor restaurante de Buenos Aires a una de las cadenas de heladerías más concurridas, debido a la cantidad de comentarios que tenía. "El resultado es algorítmico", define y añade: "El quién es muy importante, podemos cometer errores pero hay una cara. Yo fui y te cuento lo que vi. Ese es el mayor diferencial con respecto a Internet".
Más allá de su apellido providencial, Julián es realmente un autor de biblias para viajeros porque cree fervientemente que "cuando uno viaja, es otro. Se van los preconceptos, te modificás y la experiencia te forma como persona. Al viajar, se te va la irritabilidad, decía Miguel de Unamuno, y cuando cambiás el escenario, te animás a hacer otro papel".
Fuente: Télam
