"De sólo estar llegaron dos policías y nos dijeron: ’contra la pared’. Después, nos llevaron a la Patrulla Urbana y nos tuvieron ahí como dos o tres horas. No nos querían decir nada ni nos dejaban hablar por teléfono. Hasta que vino un policía y nos pidió disculpas, nos explicó que todo había sido una equivocación de una chica del Centro de Control", relató doña Rosa, de 60 años. Las habían confundido con mecheras.
Las dos vecinas se conocen desde casi toda la vida; sus casas están separadas por la calle Olleros al 1.700 de barrio 11 de Marzo.
El jueves a la tarde, fueron al centro a comprar un regalo. Y aprovecharon para ir a misa en la iglesia que está frente a la plaza Independencia.
"Salimos a las nueve de la noche y decidimos caminar hasta la parada. Yo, con la enfermedad que tengo en mi pierna, no puedo andar mucho. Y ella (por Rosa) también tiene lo suyo. Así que íbamos juntitas del brazo para poder tener estabilidad. Después me enteré de que las ’mecheras’ andan así. Parece que tengo que elegir entre caerme y terminar presa", ironizó doña Agostina.
Las vecinas estaban esperando que llegara el ómnibus de la línea 11 ("¿puede creer que pasaron dos de Villa Angelina y ninguno del 11 de Marzo?", protestó doña Agostina), cuando aparecieron los agentes. "Nos trataron muy mal. Yo les pregunté qué pasaba y no me contestaron. Cuando quise hacerle señas al colectivo, uno de ellos se me paró adelante y me dijo: ’usted está detenida’. Yo no lo podía creer", comentó doña Rosa.
Después, dijo, aparecieron otros dos agentes, y más tarde una mujer policía. Ante la mirada de los peatones, las mujeres fueron llevadas a la sede de Patrulla Urbana, situada en Maipú y Santiago. "La gente no dijo nada. Quizás nos confundieron con ’mecheras’ en serio", dijo sonriendo doña Agostina, tratando de poner algo de simpatía luego de un trago amargo.
Ya en la dependencia, agregó la mujer, se acercó a otra agente para tratar de preguntarle por qué las habían arrestado. "La policía empezó a gritarme: ’¡no me toque, no me toque!’ Yo ahí me ofendí; me hice la de esconder algo y le murmuré: ’justo he activado la bomba; ahora vamos a explotar’. Quizás no fue muy educado de mi parte, pero había pensado que esa señora iba a tener la bondad de explicarnos qué hacíamos ahí", añadió doña Agostina.
Incomunicadas
Doña Rosa se molestó porque no la dejaron usar el teléfono para avisar en su casa que estaba allí. "Nos tuvieron en un patio hasta que se les cantó la gana. Supuestamente, había que esperar la llegada de un oficial, pero nunca apareció esa persona. Mucho después de las 11 de la noche se nos acercaron y nos dijeron que una policía, mirando por las cámaras de seguridad, había pensado que éramos ladronas. Nos pidieron disculpas y dijeron que lo menos que podían hacer era traernos a la casa", comentó la mujer. Antes, sin embargo, doña Rosa y doña Agostina tuvieron que hacer unos trámites. "Nos obligaron a firmar unos papeles que, supuestamente, eran para justificar todo el lío que habían hecho. Nos pidieron nuestros nombres, el DNI, todos los datos. Quisieron pintarnos los dedos, pero eso sí que no aceptamos. No pudimos leer qué firmábamos, porque no teníamos los anteojos. Pero la verdad que queríamos volver a casa", dijo doña Rosa.Las vecinas están molestas, pero también preocupadas. Pidieron que no se publicaran sus apellidos, pero querían dar a conocer su historia. "Nunca en la vida nos habían humillado tanto", dijo doña Agostina.
Fuente: lagaceta.com.ar