Catamarca
Martes 23 de Abril de 2024
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"Las historietas son una buena forma de explicar un tema"

Consagrado como autor de historietas, el franco-canadiense Guy Delisle llegó a Buenos Aires para hablar de Jerusalén. Crónicas desde Tierra Santa, la novela gráfica que arrasó con los premios internacionales, un relato profundo y de humor caústico donde el autor -un artista ateo- cuenta cómo fue su vida durante un año en el barrio árabe de una ciudad tan sagrada como conflictiva.
Jerusalén. Crónicas desde Tierra Santa ganó en 2012 el premio al mejor álbum del año en el festival francés de Angouleme, casi como llevarse la Palma de Oro en historieta y proyectó a Delisle (Quebéc, 1966) como un exponente de la escena del cómic mundial que, si bien ya tenía publicados los libros Shenzhen, Pyongyang y Crónicas birmanas, este volumen -publicado en Argentina por editorial Común- lo colocó en el podio de los historietistas.

En Jerusalén en 2009, mientras su mujer Nadege trabajaba para Médicos Sin Fronteras, Delisle queda al cuidado de sus dos pequeños hijos, mientras tanto, decide recorrer esa ciudad, dibujar sus paisajes y dar su personal visión de uno de los conflictos más enquistados de la actualidad.

"Lo que hago es estar un año en una ciudad y todos los días tomo notas y hago crónicas, algo que fluye naturalmente. Llego, conozco gente, tengo diferentes experiencias, me voy y puedo llegar a una conclusión de cómo funcionan las cosas en el lugar. Este libro es sobre haber vivido un año en la zona árabe de Jerusalén", dice a Télam Delisle, un nómade profesional que llegó a Buenos Aires, primero para participar en Comicópolis y por estos días en el Filba.

Más allá del costado doméstico que sortea a diario como la falta de plazas para jugar, las niñeras, los caminos cortados por los check points (puntos de control militar) o comprar o no comprar pañales en los asentamientos sin sentir culpa por entorpecer el proceso de paz, esta no-ficción aguza sobre la ciudad dividida de Hebrón, donde en medio de los palestinos viven colonos custodiados o los absurdos en la convivencia entre las facciones religiosas.

"Cuando llegué no tenía idea de la situación, tampoco estaba interesado porque sentía que era demasiado complicada. Cuando uno lee los diarios solamente ve una parte, pero ahora puedo entender los detalles. Me impresioné con el tamaño de las colonias y me sorprendió lo grande que es el muro", cuenta sobre la barrera israelí de Cisjordania.

Las vicisitudes para entrar al Santo Sepulcro, ver un avión bombardero desde la playa en Tel Aviv y sentenciar, mientras lava los platos, que "cuando ves el espectáculo que ofrece la religión por acá, no te dan muchas ganas de ser creyente. Gracias, Dios, por hacerme ateo" son postales que deja Delisle en crónicas tan vívidas que el lector siente que está allí, sentado junto a él.

La profundidad se ata a la simpleza en esta obra maestra del non-fiction (en la línea de "Palestina" de Joe Sacco o "Persépolis", de Marjane Satrapi) y operan como un primer acercamiento al conflicto en Medio Oriente, pero también es la mirada vagabunda de un hombre que busca entender, que pregunta -a veces con astucia, otras inocente- para contar sobre asentamientos ilegales, fiestas religiosas y enfrentamientos entre cristianos, judíos y árabes.

Como un paseante, Delisle cuenta lo que tiene enfrente. "Durante un año, llegas a conocer mucha gente pero sólo describí a algunos, es una forma subjetiva de trabajar, pero los lectores saben eso. Como estábamos en una tarea humanitaria me rodeé de un grupo, más bien de izquierda. Lo bueno de las autobiografías es que se sabe de dónde viene la información, soy subjetivo", remarca.

Télam: Luego de haber vivido un año y hacer el libro, ¿cómo vio la última ofensiva israelí en Palestina?
Delisle: Sentía que se repite la misma historia, lo mismo que pasó en 2008, en 2011. Es un 'rendezvous', un reencuentro cada cuatro o cinco años, se destruyen unos a los otros. De hecho, el último ataque fue peor que en 2005, más muertos de ambos lados. La solución no se va a alcanzar por medios militares y esto parece muy obvio, pero también parecen no querer encontrar otra solución, es como si tuvieran miedo de buscar otra salida que no sea la militar.

T: Con las crónicas, ¿tuvo algún atisbo de denuncia?
D: No exactamente porque lo hice un año después de volver. Quería contar lo que fue vivir allí y las historietas son una buena forma de explicar fácilmente un tema y, al mismo tiempo, entretenida. Con la descripción alcanza porque cuando cuento sobre los check points no hace falta imprimir mi opinión porque la gente ya se forma una idea. Prefiero que sea el lector el que procese eso.

T: ¿Cómo trabaja el balance entre texto y dibujo?
D: Como soy más un dibujante porque provengo de la animación, escribir no es algo natural en mí, sino que tuve que trabajar en eso. Ahora es tan importante como el dibujo, porque un libro de historietas está hecho de dibujo y texto.
Mis dibujos no son nada fantásticos, no son algo que podría en una pared y mis textos… tampoco, no sería capaz de escribir una obra literaria. Uso textos y dibujos simples y se combinan bien, logran lo más importante en una historieta que es la narrativa, la combinación de ambos en un balance. Como son simples, el lector los encuentra fáciles de leer y eso es algo que me gusta.

T: ¿Tuvo miedo en algún momento?
D: No, no. Fue un momento tranquilo, no hubo bombardeos en Jerusalén y, durante la guerra en Gaza aunque estábamos ubicados a una hora en auto, era muy remoto, de hecho los bombardeos eran sólo allí y nosotros lo veíamos en televisión como cualquier espectador del mundo. Fueron tiempos locos. Lo que sí vivimos fueron incidentes, de hecho la semana antes de llegar un palestino en un 'bulldozer' quería aplastar autos en la calle.

Ese tipo de incidentes sí se vivieron y generaban tensión permanente. Para nosotros vivir en Jerusalén fue un año de mucha tensión y cuando volvimos sentíamos un cansancio extremo por haber experimentado eso todo el tiempo.

T: ¿El protagonista es usted o es un personaje?
D: Soy yo, pero algunos aspectos de mi personalidad como mi parte más naive o humorística. Hay otros rasgos que no tienen lugar en la historieta, sería una versión mía, pero resumida.

T: En el libro está mayormente solo, ¿cómo lleva tanta popularidad?
D: No muy bien, en verdad. No me gusta ser el centro de atención, es algo a lo que me fui acostumbrando. Me siento más cómodo solo, tomando notas en un rincón, observando lo que sucede. Eso es lo que hago, después los vuelco en historias, publico libros y la gente me pregunta cosas y me saca fotos. Nadie está acostumbrado a eso pero no me quejo porque me permite conocer una ciudad como Buenos Aires que, para mí, es un lujo.

Fuente: Télam

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