Catamarca
Martes 16 de Abril de 2024
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Las huellas del exilio, en la escritura de la escritora Carolina Trujillo

Uruguaya y holandesa al unísono, la escritora Carolina Trujillo muestra las huellas del desarraigo en su novela "De exilios, maremotos y lechuzas", donde desde la ficción reconstruye su identidad dividida entre dos territorios y lenguas diferentes.
A partir de salir a los cinco años de Uruguay junto a su madre, rumbo al exilio, Trujillo ha alternado entre los dos países hasta 2005 cuando se mudó definitivamente a Holanda.

La escritora que viajará a la Argentina con la delegación de Amsterdam, ciudad invitada de honor de la próxima Feria del Libro de Buenos Aires, obtuvo con "De exilios..." el Primer Premio en el Concurso Colihue de Novela Juvenil 1990.

Luego de haber regresado a Uruguay para visitar a su padre preso por su militancia política y de varias idas y venidas de un país a otro, a los 21 años viaja a Holanda con la intención de construir su propia vida, aunque a sus padres les dijo que iba a estudiar: "no hubieran querido que me fuera por otros motivos", confiesa en una entrevista con Télam.

Sentada en un típico y cálido bar de Amsterdam, Trujillo rememora su llegada a Holanda sin un objetivo definido: "No sabía bien por qué, quería ver si podía arreglarme sola. Leí un aviso para estudiar guión en la Academia de Cine y fui seleccionada en una audición".

Pero antes de aterrizar en Holanda de nuevo, la escritora vuelve sobre su estadía en Uruguay al final de la dictadura, cuando con su hermana estudiaron en el Liceo. Tiempos en los que con cinco amigos se juntaban "para tomar mate y jugar al ajedrez. Uno escribía obras de teatro, otro cuentos". Y ella una historia "sobre una chica que no pensaba casarse ni loca".

A pesar de lo escueto del argumento, "mamá lo mandó a un concurso en Chile y salí elegida en segundo lugar". Ese fue su primer intento literario.

"Cuando volví la primera vez a Uruguay me enamoré de ese lugar sencillo, solidario, tan diferente a Holanda, una sociedad más materialista -sentencia- hasta que pasó lo del referéndum: se votó en contra del juzgamiento de los que habían cometido crímenes de lesa humanidad y dije basta. No lo pude aceptar".

"Llegué a Holanda y se me habían ido un montón de palabras, con mi hermana seguimos hablando en castellano entre nosotras. Quería estudiar literatura pero terminé en la Academia de Cine, aunque escribí un cuento en holandés y lo publicaron", desliza Trujillo.

Luego de transcurrir diez años, en 2002, escribe en holandés "El bastardo de Mal Abrigo", una novela ambientada en un país latinoamericano "que no se sabe cuál es, más parecido a Colombia que al Uruguay".

"Mal Abrigo se llama el pueblo donde vivía mi abuelo y en 2009 retomo el tema de los chicos exiliados en ´El regreso de Lupe García´. Siempre me salen personajes latinoamericanos", dice sobre su último libro cuyo argumento gira en torno de una joven exiliada enamorada de un barman, hijo también de un exiliado.

"El personaje de Lupe vuelve al Uruguay a hacer un documental en el penal donde estuvieron presos su padre y los padres de sus amigos -todos extupamaros-, y no obtienen el permiso. Terminan por hacer justicia con mano propia", relata la autora sobre una ficción que fue publicada, al igual que la anterior por la editorial Meulenjoff Roman.

Siempre situada entre dos mundos, diferentes pero muy cercanos, Trujillo expresa su deseo de "volver a escribir en castellano, como lo hizo con su primera novela".

A pesar de considerarse una emigrante, la escritora se siente a gusto con su identidad dual, forjada a través de una historia de exilio, muy similar a la de muchos que siguieron el mismo itinerario.

Para Trujillo, que ha traducido ella misma fragmentos de sus novelas en holandés al castellano, "escribir en dos idiomas es un enriquecimiento. Hay palabra dulces y bonitas, por ejemplo, que encuentro más sinónimos en castellano, para escribir poéticamente quizas lo prefiera, otras tienen más fuerza en holandés", compara.

"Traducir mis novelas al castellano es genial, no hay problemas de interpretación, de adjudicarle un sentido diferente a lo escrito. Los dos idiomas me enriquecen, tanto de uno como del otro hay expresiones que cuando las traduzco adquieren nuevos significados", describe.

"La literatura establece puentes, ayuda a investigar y a comprender, cuando uno recuerda algo siempre le cambia algún detalle", remata.

Fuente: Télam

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