Catamarca
Viernes 19 de Abril de 2024
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Las noches azules de Joan Didion

Pablo E. Chacón

Sin forzar mucho la cronología, las "Noches azules" de la escritora estadounidense Joan Didion son la continuación por otros medios de "El año del pensamiento mágico", su crónica de la felicidad y la desdicha que se abrió para su vida primero con la muerte de su esposo y a los dos años con la de su hija.
Random House Mondadori publica ahora este libro extraño, donde la escritora -una de las creadoras del llamado "nuevo periodismo"- repite, de manera más lírica, el esquema que le valió en 2005 el National Book Award por "El año...", donde relataba las horas previas a la muerte de su esposo y las reflexiones que ese golpe tradujo en escritura.

Estas páginas empezaron a escribirse -cuenta la autora- durante los días posteriores al fallecimiento de John Gregory Dunne, semanas después de la hospitalización de Quintana Roo, hija adoptiva de Didion y Dunne, que fallecería dos años después de ese episodio, a los 39 años.

"Noches azules" -cuya tapa está ilustrada con una foto de Quintana de pequeña- es una perfecta metáfora del crepúsculo de una vida (la de ella) que retorna bajo los múltiples recuerdos de su hija, sin caer en la nostalgia, y arropada por esas largas horas donde el día sigue siendo día y la noche no termina de descender: ese tiempo medio entre primavera y verano.

Didion nunca golpea bajo. Las preguntas que se hace esta mujer de 78 años son del todo pertinentes: como Wystan Hugh Auden, revisa "lo que ya no está" y "las cosas que no querés recordar", interpelando al lector en el centro de sus fugas identitarias.

"¿Acaso era yo el problema? ¿Acaso fui yo siempre el problema? ¿Cómo podía ella (por su hija) haber imaginado que la íbamos a abandonar?", enumera sin exagerar el dolor de cualquier padre que pierde a un hijo.

A diferencia de su primer libro biográfico, más centrado en los detalles médicos y en los indicios que le permiten reconstruir imaginariamente una casuística que empujó a Dunne a la muerte, en este volumen, además de reconocer no haber podido recuperarse jamás del impacto, se sitúa ella como actora de un drama con final anunciado.

"Me di cuenta", apunta, "de que ya no me daba miedo morirme; me daba miedo sufrir una lesión en el cerebro, por ejemplo, y seguir viva". Le da miedo su "negativa a afrontar las certidumbres del envejecimiento, la enfermedad y la muerte (...) El tiempo pasa", y aunque parezca una obviedad, Didion también es capaz de concentrarse, escribir, recordar y discutir (todavía) de política y cultura.

El núcleo duro del libro por supuesto es otro. Es el recuerdo de su hija. "Uno no teme por lo que ha perdido. Uno teme por lo que todavía no ha perdido". Entonces, aún, dice, es capaz de escuchar a Quintana canturrear al lado del tocadiscos.

"Noches…" es un libro helado, lúcido, hermosamente escrito por una anciana que ya ha escrito todo lo que tenía que escribir y que ha perdido lo más importante que podía perder. Se tiene a ella misma y a algunos de sus viejos amigos, bohemios ya retirados de las antiguas lides.

Con todo, hay que ser capaz de escribir un documento así de impiadoso, sin concesiones, miedos y autocríticas. La señora tuvo su cuarto propio y salió y volvió y si bien sintió la tentación de quedarse petrificada, no lo hizo. Hay que ser capaz de entregar este libro al editor y volver a la vida de todos los días, poblada de recuerdos, sin siquiera el consuelo del pánico.

Nacida en 1934, Didion jamás tuvo miedo de vivir, arriesgar, jugarse, ganar, perder. Como tal tiene todo el derecho a sentirse un poco estafada por el mundo más que por su memoria, donde está grabada la pasión y los días felices ahora más calmos, acaso más tristes, azulados.

"Durante las noches azules uno piensa que el día no se va a acabar nunca. A medida que las noches azules se acercan a su fin (y lo hacen, lo hacen siempre) uno experimenta un escalofrío literal, una visión de enfermedad, en el mismo momento de darse cuenta: la luz azul se está yendo, los días ya se están acortando, el verano se ha ido". Salud para la gran Joan Didion.

Fuente: Télam

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