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Viernes 19 de Abril de 2024
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Las vacaciones y la pareja

Muchos terminan separándose en el momento que menos esperaban. Algunas hipótesis.
(DIARIOC, 24/01/2010) Las vacaciones se presentan muchas veces como el momento de ruptura definitiva de varias parejas. Además, el regreso a casa marca un aumento en la cantidad de consultas y/o inicios de procesos de divorcio en relación al resto del año.

Sin embargo, divorcios hay todo el año, entonces ¿por qué las vacaciones tan esperadas para desconectarse de la rutina, descansar, compartir más y mejor tiempo con la pareja y la familia terminan en la insólita e inesperada declaración del deseo de divorcio?

Las hipótesis
Podríamos pensar principalmente que todo lo no-funcional, lo sintomático de una pareja en su vida cotidiana, queda al descubierto, paradójicamente, en tiempos de descanso y corte de la rutina.

Las vacaciones no gestan, pero sí manifiestan todo aquello que ha estado latente durante los años de vida en pareja, cuyos miembros viven como peligroso todo lo que se genera en tiempos de vacaciones: mayor cantidad de tiempo frente al otro, tiempo libre que no logran ocupar ni siquiera como tiempo de ocio compartido.

Es claro que hoy los miembros de una pareja, durante el año, poseen múltiples ocupaciones por necesidades reales (económicas) o psicológicas (inconscientes). Frente a tantas actividades, le han dado la espalda a todo aquello que comenzará a manifestarse en la temporada de vacaciones.

Al alterarse la rutina que una pareja sostiene durante el año, ha de surgir todo aquello que, justamente con esa rutina, se han encargado de ocultar. Se les impone una realidad que deben pensar-reflexionar cada uno de ellos pero también entre ellos: ¿qué los une verdaderamente?

He aquí donde surgirá la angustia que reavivará antiguos fantasmas, temas pendientes, recuerdos de malos momentos... Todo comenzará así a ser dicho, a ponerse en palabras. Se elevará el volumen de las charlas, ya discusiones…

Comenzarán las diferencias y, con ellas, todas las heridas empezarán a sangrar: heridas viejas, heridas nuevas, heridas que calan más profundo con cada reproche. Todo es sacado a la luz, parecería que el sol del verano alumbra más y mejor. “Se sacan los trapitos al sol”, dirían las sabias abuelas.

También aparecen bajo la luz del sol la intolerancia ya existente entre ambos cónyuges, la falta de interés por lo que opina o proyecta la otra parte, lo olvidado y hasta el no querer compartir actividades, aun las más banales y comunes.

La intolerancia que se siente es tal, que parecería no dejar siquiera escuchar la opinión del otro, sus comentarios o las posibles modalidades para llegar a acuerdos como un intento de mejorar la relación. Parecerían estar jugando entre sí, tal vez, a la supervivencia del más valiente o del más resistente a tanta violencia y agresión.

Fuente: DiarioUno.com

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