Catamarca
Viernes 29 de Marzo de 2024
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Lo que uno escribe siempre arrastra un resto autobiográfico

En Batán, la escritora Débora Mundani construye una historia que se anuda y despliega a través de dos décadas de la vida de una familia argentina de clase media, sacudida por los vientos de la historia, tomando ciertos elementos autobiográficos y otros de cepa ficcional, ajustados por una escritura consistente, sin pretensiones.
El libro, publicado por las ediciones BajoLaLuna, es la primera novela publicada de la autora, que el próximo septiembre verá salir su segunda novela, primera en ser escrita.

Mundani nació en Buenos Aires en 1972, es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA). En la actualidad, dicta un seminario sobre Industrias Culturales.

Este es el diálogo que sostuvo con Télam.

T: ¿Por qué pensás que por lo general a toda primera novela se la suele calificar como un bildungsroman o novela iniciática?

M: Creo que esta definición tiene más que ver con el mundo de los editores y de la crítica que de quien escribe, como una posible manera de ubicar a ese nuevo escritor en el campo literario. O quizás, esa iniciación en la escritura le dé forma al conflicto del relato. Tal vez, la pregunta sería, ¿por qué hay que decir que es la primera novela? En mi caso particular es curioso: Batán se presenta como primera novela, se la lee un poco en esa clave y efectivamente, es mi primera novela en ser publicada. Pero muchos años antes escribí otra: El río, que saldrá en septiembre de este año, también por Bajo la Luna. ¿Qué se dirá de ella?, no lo sé. Quizás si hubiese sido la primera en publicarse, también habrían dicho que es una bildungsroman. Vaya uno a saber.

T: Batán. ¿De dónde llegó ese nombre? Contame un poco que historia se despliega en Batán?

M: Batán nace de un cuento: el viaje que hace una chica a la cárcel para visitar a su hermano que está preso. Algo de ese cuento no me cerraba, le faltaba historia. Las dos historias, la íntima y la colectiva. No se sabía quiénes eran esos hermanos, de dónde venían, por qué él estaba detenido, por qué la hermana lo visitaba. Así nació la novela familiar, como un gran angular de esa escena del viaje. Entonces ahí aparece el conflicto: la depresión del padre, la muerte de uno de los mejores amigos del hermano en Malvinas, su adicción a la cocaína y los malabarismos de la madre y los otros dos hijos para sostener a flote ese barco que se hunde hasta que la hermana emprende ese viaje en dos direcciones: hacia el encuentro y hacia el pasado. Batán entonces es una palabra que en esta novela tiene un doble significado. Es el nombre de la cárcel donde va a parar el hermano después de un robo pero también el batán es un tipo de remolque. Formalmente batán no figura en el diccionario pero si uno le presta atención al lenguaje popular muchos en lugar de decir tráiler, dicen batán. Ponés batán en Google y te aparecen imágenes de trailers en venta, foros, hay de todo… En esta novela son tan importantes la cárcel como ese carro de arrastre que esta familia carga todos los años para irse de vacaciones hasta que un día el padre lo llena solo con sus cosas. Pensé el batán como aquello que es uno y lleva consigo.

T : ¿Y cómo una estudiante de ciencias de la comunicación se interesa por la literatura?

M : Primero, siempre, estuvo el interés por la literatura. Desde que aprendí a leer ese interés estuvo. Sabía que estudiara lo que estudiara, la literatura seguiría estando en ese lugar. Creo que tiene que ver con modos de relacionarse con el entorno, más que con disciplinas. Mi manera de entender los hechos, es literaria. Algunas situaciones las proceso más rápido que otras, pero en todos los casos, la vuelta que le doy pasa por lo literario. Soy docente en la carrera de comunicación desde hace muchos años. Tanto cuando estudiaba como cuando empecé a leer como docente pensando en la transmisión de esos conocimientos sin querer se ponía en marcha un traductor que leía teoría social e interpretaba literariamente. No es algo premeditado, creo yo que es una forma de construir conocimiento; por eso pienso que la elección de la carrera fue acertada: me dio y sigue dando muchas herramientas teóricas con las que dialogo, discuto y voy dando cuerpo a mi mundo narrativo.

T: La primera persona, ¿arrastra siempre o casi siempre un resto autobiográfico? ¿Cuál es tu relación con la llamada literatura del yo?

M: Creo que siempre lo que uno escribe arrastra un resto autobiográfico. El tema es que el uso de la primera persona pareciera poner en primer plano esa posibilidad. Paula, la protagonista de Batán, la narradora, cuenta en primera persona pero no es una primera persona habitual, funciona más como un narrador en tercera omnisciente que una primera. Es este gran angular del que hablé antes. ¿Cómo podía esta chica saber qué sentían los demás? ¿Qué pensaban? ¿Qué pasaba? Más de uno que me conoce me ha dicho: sentí que eras vos la que me leía. Puede ser, no sé. Uno cuando conoce a quien escribe, siente eso aunque sepa que no es autobiográfico. Imagino que cuando tiene elementos autobiográficos, ese efecto debe verse multiplicado. El hecho es que sea autorreferencial o no, produzca en el lector el interés suficiente más allá del efecto voyeur. En cuanto a la literatura del yo, la verdad, no tengo relación ni con la literatura del yo, ni del vos, ni la de género. Creo que uno hace literatura. O al menos lo intenta. Tiene un compromiso con la escritura. En mi caso, es mi manera de intervenir en los temas que me interesan, que me preocupan. Es el modo en que yo elegí comunicarme. Hace tiempo, a raíz de las acusaciones que se le hacían a Philip Roth, sobre el maltrato que él le daba a las mujeres en sus novelas, dijo: no hay que leer lo que piensa un escritor por lo que dicen sus personajes sino por el dilema en que uno como escritor los ubica. Me reconozco en esta idea. Trasciende el yo y el género. Ubica tanto a autor como lector en otro lugar, que está en el texto y más allá de él.
Volviendo a la pregunta, no pienso en esas categorías a la hora de pensar la literatura. A mí me preocupan ciertas cosas e intento escribir sobre ellas, crear un mundo que pueda ayudarme con todas las preguntas que me hago, porque sí, soy de las que hablan -en silencio- todo el día. Por eso escribo.

T: Finalmente, además de una novela y lo que vendrá, ¿qué corregiste o qué aprendiste en el taller de Guillermo Saccomanno?

M: ¿Qué aprendí? Casi todo. No porque él enseñara sino porque entre todos aprendíamos. No sé cómo lo hacía pero lo lograba. Ese taller fue una de las mejores experiencias de trabajo. Trabajo y formación. Aprendí a compartir mis textos, a bancarme las devoluciones de mis compañeros, a escuchar a los demás, a encontrar en el texto de otro, cuestiones que tenía que resolver en el mío. A ponerme en perspectiva. Aprendí que uno puede celebrar el logro de un compañero con la misma felicidad como si fuera de uno. Ese germen estaba en el taller. Técnica literaria uno puede aprender en cualquier lado pero compartir un espacio de trabajo, no. De esa experiencia inaugural, de muchos años, surgió el espacio en el que hoy comparto mi proceso de escritura. Creo que tuvimos la suerte de tener un maestro. Uno no puede decir exactamente qué te da un maestro pero sí sabés con certeza que nada hubiera sido igual sin esa experiencia. Será por eso que me gusta la docencia. Cuando el encuentro se produce, no tiene marcha atrás.

Fuente: Télam

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