Catamarca
Jueves 28 de Marzo de 2024
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Los datos que manejamos solo son la punta del iceberg

En A los saltos buscando el cielo. Trayectoria de mujeres en situación de violencia familiar, la socióloga Claudia Teodori razona sobre la actual explosión de violencia de género (en la que también responsabiliza a los medios y a la ausencia de estadísticas fiables), y embiste contra la naturalización del supuesto poderío masculino, resguardado por una desigualdad económica objetiva.
El libro, publicado por la editorial Biblos, pone en cuestión el papel de la policía, del sistema político, judicial y sanitario, pese a reconocer los avances en la materia en los últimos años.
Teodori nació en Marlo en 1967; graduada en la Universidad de Buenos Aires (UBA), también es magister en Epidemiología, Gestión y Políticas de Salud Universidad Nacional de Lanús. Es docente, forma parte de la Asociación Social DECIDIR; miembro del Comité para el estudio, prevención, detección y tratamiento de la violencia familiar, laboral, infantil y de género y del Comité de Ética en Investigación Hospital Gral. Dr. T. Álvarez, integra el Programa de Antropología y Salud del Instituto de Ciencias Antropológicas de Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.
Esta es la conversación que sostuvo con Télam.

T : En principio, algo muy contemporáneo. ¿A qué pensás, como especialista en la cuestión, se debe la proliferación de ataques de hombres a mujeres en este tiempo?
CT: A riesgo de resultar reiterativa diría que lo que vemos como una proliferación de ataques es lo que nos llega por los medios de comunicación. En estos últimos meses ha aumentado la cobertura de femicidios pero realmente no sabemos si ha crecido el número de casos.

Aquí dos cuestiones que me preocupan, una es que carecemos en el país de un sistema que releve, centralice e investigue la presencia de violencia. Nos manejamos con datos parciales que contabilizan denuncias y consultas por parte de diversos organismos. Y frente a esta situación, desde el periodismo a la academia echamos mano a una información muy útil (pero también parcial) que genera la Casa del Encuentro, quien elabora desde hace tiempo informes anuales de los casos de femicidios que se registran en las principales agencias informativas y diarios nacionales. Siguiendo esos datos podemos concluir que la cantidad de casos es muy importante y que desde el año 2010 viene fluctuando entre 255 y 295 femicidios por año. El número más alto se alcanzó en 2013; en 2014 los casos fueron 277.

No estoy minimizando el problema ni desestimando el volumen de femicidios sino que me interesa describir el panorama y en base a que elementos hacemos los diagnósticos de situación.

Lo que sí podemos afirmar es que esos datos que manejamos son solo la punta de un iceberg en el que queda por debajo de la superficie una cantidad enorme de situaciones de violencia que se vuelven crónicas, que no se detectan en los servicios de salud, que no se llegan a denunciar…

En mi investigación las mujeres transitaron un camino de búsqueda de soluciones al problema de violencia por cerca de 10 años y en ese proceso se enfrentaron en numerosas oportunidades con la posibilidad cierta de perder la vida a manos del agresor o de quitársela ellas mismas en un intento desesperado por poner fin a la situación de violencia.

Entre las mujeres que entrevisté, el papel de los medios de comunicación en el tratamiento de los femicidios no es ajeno a sus experiencias. Ellas dialogan permanentemente con esas tragedias que ven en la pantalla y viven a diario.

T : ¿Existe alguna connivencia inconsciente entre los partenaires que no pueden despegarse?
CT : No sería capaz de internarme en el campo del inconsciente y opinar acerca de qué mecanismos psicológicos se ponen en juego en la singularidad de los vínculos que se establecen en una pareja y dan lugar a situaciones de violencia. Como socióloga, en cambio, puedo referirme a los patrones culturales y mandatos que nos han ido conformando históricamente como varones y mujeres, y a la distribución desigual de poder que opera en nuestras sociedades y que constituye una suerte de matriz para la reproducción y legitimación de otro tipo de desigualdades como lo son las de clase, etnia, religiosas, etc.

La idealización de la vida en familia, la exaltación del amor romántico, la reproducción de roles estereotipados de género, hacen que los varones deban mostrarse fuertes y reservados con sus sentimientos. Eso empuja a que quieran ejercer el control sobre sus parejas, y que esa situación sea naturalizada como una muestra de amor. Es preocupante.

Respecto a situaciones como el reciente femicidio de Chiara, de 14 años, a manos de su novio de 16, tengo más preguntas que respuestas… me consta que las historias de violencia de la mayoría de las mujeres adultas que he entrevistado comenzaron en el noviazgo pero nos falta entender mucho mejor cómo se despliegan los noviazgos violentos entre los adolescentes de hoy.

Volviendo a las posibilidades de poner fin a un vínculo violento, a esa dificultad para despegarse… encuentro allí elementos de índole material. Muchas veces las mayores dificultades, sobre todo para las mujeres adultas, están centradas en la imposibilidad inmediata que tienen de encontrar una forma alternativa de mantener y criar a sus hijos; tal vez no tengan un trabajo remunerado, tal vez no dispongan de vivienda, tal vez no cuenten con apoyos para garantizar las tareas de cuidado de los niños cuando deciden separarse del violento.

Además, algunas interpretaciones de corte netamente psicológico suelen terminar responsabilizando y/o culpabilizando a las mujeres por permanecer en una situación de violencia. En mis investigaciones he registrado que las mujeres buscan muy activamente solución a su problema de violencia. No permanecen pasivas, lo que ocurre es que en ocasiones buscan algunas respuestas en los lugares equivocados, o las respuestas que encuentran no se adecuan a sus necesidades.

T : ¿Qué es la antropología del sufrimiento social?
CT : Desde hace tiempo, algunos autores que provienen del campo de la historia, la sociología y principalmente de la antropología (como Das, Kleinman y Lock) se dedican al estudio del sufrimiento social, a la comprensión de su naturaleza analizando tanto los fenómenos sociales, políticos, económicos de los que deriva, tanto como la respuesta social que se articula para enfrentarlo. Estamos hablando por ejemplo de catástrofes naturales, depresión, hambre, violencias, etc.

Siguiendo a estos autores cuestionamos los enfoques de investigación y las políticas tradicionales: resultan insuficientes para hacer frente al sufrimiento social en nuestro tiempo. Adoptamos un enfoque crítico que pone de relieve la forma en que las instituciones sociales están profundamente implicadas por un lado en la generación de sufrimiento y, por otro, en la creación de una comunidad moral que pueda lidiar con ese sufrimiento.
La antropología, con su modo particular de escucha, por ejemplo a través de la reconstrucción de historias de vida, proporciona los medios adecuados para que se pueda expresar el dolor de los otros y reflejar su padecimiento.

T : ¿En qué estado están las políticas contra la violencia de género en la órbita del estado, y cómo varían, esas políticas, entre las ciudades más grandes del país y los lugares más alejados?
CT : A propósito de las respuestas que se organizan para enfrentar los problemas, a nivel nacional contamos desde el año 2009 con una buena legislación para la protección integral de las mujeres contra la violencia. La ley 26.485, fruto de un largo proceso en el que intervinieron numerosos actores, en la actualidad está parcialmente reglamentada y se ha logrado que casi la totalidad de las provincias adhieran a ella adecuando la normativa local.

No obstante, a nivel nacional se requiere entre otras cosas la elaboración definitiva de un plan (nacional) para la prevención, sanción y erradicación de la violencia hacia las mujeres y la asignación presupuestaria para los diferentes programas que se deriven de él.

En las ciudades más grandes (como Buenos Aires) vemos que la oferta de recursos para la asistencia de las mujeres en situación de violencia es amplia. Sin embargo, también observamos muchas falencias respecto al seguimiento de los casos, a la articulación y comunicación entre diferentes sectores (por ejemplo, salud y sistema de justicia) que lleva a que los recorridos que emprenden las mujeres sean tortuosos.

En lugares más alejados, como puede ser el conurbano bonaerense, las organizaciones de la sociedad civil tienen un fuerte protagonismo en el abordaje de la problemática, porque históricamente se han ocupado del tema de los derechos y las violencias incluso sin contar con un marco normativo que lo avalara. Son numerosos los servicios que estos actores prestan a las mujeres pero también presionan a funcionarios locales e inciden en la formulación de políticas públicas.

Por ejemplo, participo de una experiencia en un municipio en el que un grupo de ONGs con trabajo en la temática de violencia y género tiene a cargo una materia de 36 horas sobre Género, Derechos y Violencia en la formación de la nueva policía local.
El panorama es realmente variado y a veces contradictorio. Hay jurisdicciones que encuadran el tema desde salud y lo patologizan. Otras lo enfocan desde el desarrollo social: incluyen a las mujeres en planes o les proveen algún subsidio, otras lo hacen desde el área de derechos humanos… pero el problema sigue siendo la articulación intersectorial.

T : ¿Cómo trabajar esta cuestión si los juzgados de instrucción muchas veces fallan o si es la policía el primer instituto que recibe las denuncias?
CT : Entre mis entrevistadas, el 73% había efectuado al menos una denuncia policial.Este suele ser el primer paso (institucional) que dan.Esto muestra que para ellas la violencia familiar ya no constituye un asunto privado y que aun con desconfianza apelan a un agente extra familiar. Algunas recurrieron frecuentemente a la institución policial. En muchos casos buscaban denunciar al agresor y sólo obtuvieron una exposición civil; en otros se enfrentaron a dilaciones y a un trato inadecuado que en ocasiones las responsabilizaba de su situación (incluso en comisarías de la mujer).

Entre las mujeres que incluyo en mi estudio, el 63% tuvo acceso al sistema judicial y se observa que en la CABA el acceso al sistema judicial estuvo facilitado por la presencia de la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que funciona las 24 hs todos los días del año. Sin embargo, se presentan numerosas dificultades a la hora de garantizar la continuidad del proceso judicial y las mujeres tienen obstáculos para obtener asistencia legal aun cuando la legislación hace referencia expresa del derecho a acceder a patrocinio legal gratuito. También fallan las medidas de protección ya que entre otras cosas, los agresores suelen violar la exclusión perimetral y no se les aplican sanciones efectivas.
Aquí también hay mucho trabajo por hacer …

T : La decadencia del varón proveedor, del macho alfa, de esos estereotipos, incluso la posibilidad de ser madre soltera (sea o no por fertilización asistida) no dejan al sujeto hombre desamarrado de sus identificaciones primarias y librado a las pulsiones más brutales, coronando una cobardía cuasi estructural?
CT : Efectivamente, asistimos a cambios en los patrones de comportamientos, los roles de género que asumen varones y mujeres suelen ser más flexibles. Pero sigue existiendo un cúmulo de desigualdades que pone de manifiesto que estamos muy lejos aún de alcanzar una real distribución del poder. Frente a un mismo trabajo, las mujeres ganamos menos, los cargos jerárquicos en las universidades y en el sistema de justicia, por ejemplo, son ocupados mayoritariamente por varones. Y un punto que me parece central es la escasa distribución de las tareas de cuidado. Las mujeres nos seguimos haciendo cargo de quienes no pueden cuidarse solos, los niños, los ancianos y las personas con algún tipo de discapacidad, y también de aquellos que podrían cuidarse solos. Esto implica que las mujeres tenemos doble o triple trabajo (remunerado, doméstico, institucional).

Y si bien no es posible establecer generalizaciones, las mujeres hoy día están lejos del prototipo de mujer víctima que carece de derechos individuales. Las subjetividades femeninas han ido cambiando pero el patriarcado sigue vigente y se adapta, se aggiorna a las temporalidades históricas; es decir, se moderniza y nos entrampa con sus nuevas estrategias. Es un plano verdaderamente estructural en el que se ubica esa necesidad histórica que no se ha modificado…la necesidad que tienen los varones de controlar los cuerpos (las vidas) de las mujeres como si fueran un objeto de su propiedad.



Fuente: Télam

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