"Europa se presentaba como el futuro y América Latina vení­a detrás. Se aventuraba un futuro con planificación estatal para llegar a un mundo mejor pero esa idea se rompió con la crisis del 2007 y ahora son los economistas los que justifican la austeridad y los ajustes -destaca Heredia en entrevista con Télam-. Los economistas del mainstream se hacen fuertes ahí donde el Estado muestra ostensiblemente sus desigualdades".
En Cuando los economistas alcanzaron el poder, ensayo recién publicado por Siglo XXI editores, la autora revisa las experiencias macroeconómicas que signaron las últimas décadas del siglo pasado -dos hiperinflaciones, sucesivos ciclos de confiscación de los depósitos bancarios, una tensión en ascenso entre el dólar y la moneda local y el mayor default registrado hasta la fecha- y analiza su imbricación con la consolidación de los economistas como referentes indiscutibles.
Dos hitos anclados en el escenario de los 90 obran como el disparador de esta obra en la que Heredia reprocesa su perplejidad inicial para transformarla en hipótesis de trabajo: el desmoronamiento de la convertibilidad tras una década en la que se erigió falsamente como modelo de crecimiento económico y una relectura de los debates en torno al rol de las reformas neoliberales aplicadas en el incremento sustantivo de los índices de desigualdad.
"Me interesó trabajar sobre esta idea en circulación de que ahí donde se liberalizaban los mercados y el Estado se retiraba de la regulación y la provisión de servicios públicos, aumentaba el nivel de pobreza, se multiplicaban los desempleados y se degradaba la calidad de vida. Esa era como una constatación en la Argentina de ese momento y yo entonces me rehusaba a circunscribir a la sociología como una cámara de resonancia del padecimiento de las mayorías perjudicadas por esas políticas", explica Heredia a Télam.
"La pregunta que me surgía era qué había pasado en la historia del país que había permitido que una nación que había estado entre los estados de bienestar más desarrollados de la región, con sindicatos y burguesías nacionales relativamente fuertes en relación con otros país hubiera abandonado ese modelo de organización para abrazar medidas económicas perjudiciales para la igualación de la sociedad", explica la ensayista.
En articulación innegable con el trazado de esas políticas económicas que parecieron abjurar de la rica herencia esparcida por el modelo agroexportador que se extendió entre 1880 y 1930, los economistas se posicionaron como un nuevo actor social que eclipsó los discursos y las interpretaciones, subsumiendo en parte la agenda política a los relatos legitimantes emanados de esta disciplina.
Así, esta estirpe de especialistas devenidos garantes del juicio objetivo alcanzaron una visibilidad inédita en los medios al mismo tiempo que avanzaban en la fundación de centros de investigación respaldados por organismos internacionales o empresarios y accedían a cargos cada vez más importantes
¿Qué particularidades tuvo este fenómeno de empoderamiento de los economistas en la agenda de Estado? "Por un lado, en el mundo entero se dio el ascenso de expertos de esta disciplina a la esfera social, con posibilidades de tomar decisiones de profundas consecuencias para las sociedades, aunque se vio con mayor nitidez en las democracias más débiles o vacilantes", analiza Heredia, doctora en Sociología por la Ecoles des Hautes Etudes de París.
"El liberalismo y las ciencias económicas tuvieron puntos de partida diferentes. El liberalismo tiene una larga tradición que arranca con la revolución francesa y que en la Argentina como en el resto de América Latina se entronca con el positivismo y fundó gran parte de nuestras instituciones bajo la idea de que la iniciativa privada era necesariamente virtuosa", explica la autora.
"Las ideas económicas, en cambio, aparecen mucho más tarde -a principio del siglo XIX- y se van a afirmar sobre todo a partir de los 30 y 40 con la crisis del liberalismo y con la idea de que los estados necesitan intervenir fuertemente sobre los mercados y el comercio en pos del bienestar de sus sociedades. Entonces, en sus orígenes los economistas no son partidarios de la libertad de los mercados y el repliegue estatal. Al contrario, son los que van a surgir con el objetivo de asistir a la racionalización del desarrollo", apunta.
¿El crecimiento de la preponderancia de los economistas es inversamente proporcional a la erosión del Estado y al descrédito de la política? "Lo que empieza a pasar a partir de los 70 es que muchos economistas, tanto en la Argentina como en el mundo, empiezan a atribuirle a los estados la responsabilidad de la crisis", señala Heredia.
"En ese sentido la inflación en nuestro país tiene una larga data pero recién en la década del 70 los economistas, en especial los que asesoran a los militares, la idea de que el Estado es el gran responsable y por lo tanto se tiene que retirar para dejar 'a los que saben' que reestablezcan el orden", apunta.
La ensayista sostiene que colocar algunas cuestiones en el centro de la agenda pública, como el seguimiento minucioso de los vaivenes de la inflación, desplaza otras temáticas acaso más cruciales, como la desigualdad: "El punto de inflexión en ese aspecto se da a partir de los 70 cuando la inflación empieza a ser percibida como un problema que atañe a todos por igual, que genera una lucha de todos contra todos y que no se puede resolver colocando al estado como principal culpable. Ahí es donde se instalan esas recetas que instan a la reducción del gasto público", indica.
"En ese sentido, el ascenso de los economistas como expertos y la confianza que despiertan en la sociedad no se corresponde con un ascenso de otros expertos en otras áreas y con la construcción de otros problemas que tiene una importancia equivalente o superior como es la planificación del desarrollo, el apuntalamiento de la educación o la implementación de infraestructura que equilibre la diferencia entre los distintos sectores del país", concluye Heredia.
Fuente: Télam