Es auspicioso que los psicoanalistas "lean" determinados acontecimientos para así terminar de una vez por todas con la tiranía de la opinión, pero habrá que entender que también esas "lecturas" participan de un régimen discursivo diverso a la opinión pero no menos interesado.
Al grano: los alumnos que destrozaron parte de un convento aledaño al colegio, por cierto que merecen un castigo, pero andar buscando atenuantes en categorías psicológicas como las de singularidad, es una tramoya que Jacques Lacan no se hubiera permitido. Para aclarar: quien escribe no siente la menor afinidad electiva por la Iglesia de Pedro.
Pero tampoco confunde al sujeto con la subjetividad, y mucho menos la excepción con la singularidad, que no sólo no es una categoría clínica (como pareciera ser en la nota que se comenta), tampoco es un adjetivo sino una condición del ser que no debería encubrir una prerrogativa.
En otras palabras: Si Freud no justificó, en sus notas sobre criminología, la motivación inconsciente como un supuesto que anularía la responsabilidad del sujeto frente a un acto criminal, ¿por qué habría que atender a no sé qué singularidad para tratar el caso de un pequeño grupo de revoltosos cuya militancia política, si existe, nadie conoce y a nadie debería importar a la hora de juzgarlos?
Lejos de pensar ese acto como criminal, y a la estupidez como una norma susceptible de ser evaluada, pregunto: estos jóvenes, supuesta vanguardia esclarecida de la elite intelectual porteña, ¿no sabían lo que hacían o sospechaban que tendrían abogados bienpensantes que saldrían al auxilio de sus mentes brillantes? La estupidez sólo se sostiene con estupidez.
En rigor, podría decirse, buscaban un amo, lo encontraron bajo la forma de una sanción, pero Arenas y Goldenberg, representantes de un garantismo psicológico, creen, a un tiempo, en la declinación epocal de la autoridad y en la inutilidad de las medidas punitivas por autoritarias.
Entonces, tendrían que ponerse de acuerdo: la singularidad se alcanza luego de un largo trabajo (analítico), no se predica de cualquier rarito. Es extraño, sin embargo, que personas advertidas se piensen por fuera del discurso de la ciencia, del capital y del parlamentarismo. Sólo con eso sus argumentos quedan invalidados.
Si se tratara de que alguno de los muchachos sea un suicida en potencia, entonces lo que habría que discutir es bajo qué orden vivimos: no es, justamente, el del derecho positivo que Freud estudió con Hans Kelsen, sino el del derecho natural, fudamento de la doctrina social de la Iglesia.
Para finalizar: la demagogia tiene sus consejeros y sus mariposas pero en términos político-clínicos es tan ineficaz como el orden policial-eclesiástico y las habladurías oportunistas de las buenas conciencias, que suelen hacer escuela. (Télam).-
Fuente: Télam