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Sabado 20 de Abril de 2024
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Los riesgos de la literatura testimonial fueron discutidos en la FIL Guadalajara

Los riesgos de la literatura testimonial, la manera en que el tema ha sido abordado desde la escritura, la necesidad de alejarse del deber de la memoria o el riesgo de caer en una especie de representación bien pensante de la victimización, fueron algunos temas abordados en una de las mesas redondas del Pabellón Argentino de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara.
"'Y seguí cantando...':: Literatura y Memoria", fue el título de la mesa redonda integrada por los escritores Félix Bruzzone, Laura Alcoba, Elsa Osorio y María Negroni, con la coordinación de Victoria Torres.

Los autores profundizaron sobre las diferencias entre la acción directa y la recuperación de lo ocurrido en los años de plomo en el país por medio de la ficción, durante un encuentro en la feria que en su 28 edición tiene a la Argentina como invitada de honor.

Torres aludió al famoso tema de María Elena Walsh que dio título a la mesa y disparó la primera pregunta sobre cómo cada uno de los participantes acomodó su lenguaje literario a lo ocurrido en la Argentina durante la dictadura militar.

"Estoy en contra de las formas de representación que se hicieron de ese momento, tan repetibles, como poner palabras a la ausencia, esa catástrofe de sentido", dijo María Negroni al referirse a su novela, "La anunciación", en la que ensaya distintas versiones sobre esa historia y reflexiona acerca del lenguaje, "un máquina imperfecta" para interpelar la ausencia.

Contraria a caer en el testimonio "en un sentido concreto", la escritora tiene una forma particular de encarar "las llamadas narrativas de la memoria": El libro "es como una especie de autobiografía del trauma, hay un personaje al que la narradora se dirige, un fantasma que no permite el cierre de la historia", describió, convencida de la inutilidad de poner en juego el deber de la memoria.

"Es todo tan paradójico en la literatura y en la vida, la escritura se hace siempre en contra de sí misma, uno de los riesgos de la cuestión 'Literatura y Memoria' es caer en una especie de representación bien pensante de la victimización", definió.

Para Negroni, "el reclamo de justicia se hace con la acción, la escritura es un espacio que se abre en la busca de problematizar el asunto, no de reiterar cosas".

En el caso de Bruzzone, los personajes sobre los que trabaja "son afectados, son hijos de -explicó-. Creo que cualquier historia por más terrible puede tener un final feliz, aunque es raro pensarlo así, los personajes lo hacen. Hay que distinguir en cuál es el aspecto colectivo de estos temas y cuál el particular, dónde tiene que intervenir la literatura".

"Lo que uno asocia con literatura testimonial es la recopilación de la lucha y no se trata de repetir siempre lo mismo, hay que ver qué testimonios se recuperan", consideró el autor de "76", un libro en el que el horror de lo sucedido aparece como telón de fondo mientras que en la superficie se teje una urdimbre de relaciones familiares y distintas estrategias para nombrar la ausencia.

El reclamo de justicia "nunca tiene que ser abandonado en el accionar, pero no es lo mismo que en la literatura, un territorio ambiguo y difuso", diferenció el autor de "Las Chanchas".

En tanto que Laura Alcoba, autora de una obra teñida por la experiencia autobiográfica, sobre todo en su novela "La casa de los conejos", donde relata desde la mirada de una niña los días de la dictadura en la clandestinidad, reconoció esa dimensión real de la ficción.

"Es verdad que esa dimensión sobrevuela el libro, pero tuve mucho cuidado ante el peligro que todos tenemos del encerramiento, de generar una nueva ´historia oficial'; escribir esa novela fue el zócalo para poder avanzar y tomar conciencia de lo vivido, no quedaban testigos vivos para contar esa historia, era un espacio sin palabras, sin personas, un vacío absoluto", deslizó.

La escritora que desde los 10 años se exilió en Francia junto a su madre envió el texto de la novela al prestigioso sello Gallimard, "a personas que no sabían mucho de lo ocurrido y su editor ponderó que le "gustaba mucho el personaje de la nena".

"Esa frase me alivió, porque hay una intención testimonial, pero es un ingrediente de la novela, el personaje de una nena en un momento de violencia política. Y lo pude escribir en Francia", subrayó Alcoba.

"En Estados Unidos, donde viví varios años -intervino Negroni- lo que más se valoraba de la literatura latinoamericana era un conglomerado, el estereotipo de lo revolucionario".

Por su parte, Osorio recordó cómo su novela "A veinte años, Luz" era necesaria "para que se supiera acerca de la apropiación de niños por los represores. Algo bastante desconocido hasta el momento. pero la historia se impuso", defendió la autora que en su obra arremete sobre el tema de manera directa.

"Cuando la escribí, vivía en España y cuando la presenté en la Argentina muchos me preguntaban, 'por qué escribiste esto', y yo me pregunto por qué no, es algo que nos partió la vida. Ahora, si es testimonial o no, es algo sobre lo que no me interrogo", exclamó contundente.

Una opinión que difiere del punto de vista de Alcoba: "Volver en la literatura sobre la memoria es para decir algo de interés, algo que llene un vacío, no para que sea una línea más".

Y nombró la historia europea y cómo vuelve sobre su pasado evitando la repetición: "Hay que hacerlo si se trata de agregar una voz que complete una experiencia humana, hay que salir de los maniqueísmos y, si es necesario, sumar algo a una historia muy compleja", finalizó.

Fuente: Télam

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