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TUCUMAN

Los simoqueños se animan a volver al pago

El departamento del sudeste de la provincia parece haber detenido en parte una tradición expulsora de población que comenzó en los 70. Son apenas mil más que hace 10 años; pero eso sirve para frenar una fuga de habitantes que lleva décadas. El Estado patrón.
(DIARIOC, 03/09/2011)Día de semana en Simoca. En la plaza, con su fuente esculpida que compite con la voluptuosidad de su par famaillense, la gente circula sin prisa y con pausa. Hasta las motos que en los últimos años han invadido el casco céntrico simoqueño transitan sin estridencias, como no queriendo confrontar con los sulkys que todavía son parte del paisaje lugareño.

En uno de los bares que circunda la plaza, el geógrafo y docente Juan José Orellana trata de explicar por qué Simoca ha logrado revertir el sino fatídico que la perseguía desde hace 40 años: la pérdida paulatina de población, por falta de horizontes. Así como los censos 80, 91 y y 2001 mostraban que al departamento Simoca se le iba cada vez más gente, el censo 2010 muestra, por primera vez en 30 años, una leve tendencia creciente, del 3,2% (en términos absolutos, se indica que en el departamento Simoca viven 30.876 personas). "No me sorprende el dato: creo que influyen los programas nacionales de contención, el empleo que da el Estado y la política educativa de retención, como la obligatoriedad del secundario completo y la habilitación de más escuelas en el departamento Simoca (hasta 2002 había dos escuelas secundarias completas, y ahora suman seis)", afirma el docente.

"La escuela contiene a una parte importante de la población de entre 16 a 21 años, que era la que antes emigraba", añade. Apunta que en ese sector hay muchas chicas que luego se incorporan a los terciarios y que luego encuentan en la docencia su nicho laboral definitivo. Sin embargo, advierte, con los varones la cosa suele ser distinta. "El varón ingresa tempranamente al mercado laboral; a los 16 años ya está trabajando en el cerco", alerta Orellana. No lo explicita, pero con sus gestos sugiere que a esos chicos les cuesta más quedarse en la escuela.

Eduardo Villafañe, director de la escuela Manuela Pedraza, le da la razón en todo a su colega Orellana. Dice que cuando empezó la secundaria en esa escuela en 2008, los alumnos eran 98. Y tres años después, son 230. "La gente está tomando conciencia de la importancia de la educación. Pero un problema es la falta de terciarios, para que la oferta educativa no se corte", afirma. Villafañe también destaca que son las mujeres las que siguen estudiando; y que en esta época baja la asistencia "porque los chicos andan en el campo, ayudando a sus padres". Matías y Alan (alumnos de octavo, ambos de 13 años) asienten ante la reflexión del director. Este mes, el hermano de Alan está hachando caña. Y Matías lo ayuda a su papá. "Creo -remata el director Villafañe- que la escuela debe ser un centro de desarrollo".

Desarrollo regional
Cuando a los demógrafos se les pide que expliquen el crecimiento poblacional en una zona, ellos responden: la gente va adonde hay trabajo, educación, servicios e infraestructura. Según el Licenciado Eduardo Vera Robinson, de la Fundación del Tucumán, en Simoca no se han detectado nuevas fuentes de empleo del sector privado ni señales de crecimiento específico en alguna de las actividades agropecuarias que se desarrollan en la zona. "No se ha encontrado en el caso de Simoca algún dato económico que justifique este pequeño incremento. Diría que puede ser la respuesta a alguna política social de retención. Si así fuera, sería muy importante aprovechar ese envión para incentivar programas de desarrollo local, de producción regional y de innovación en el territorio. Y para eso hay metodologías específicas", destaca el economista.

En el INTA lo saben. Para el extensionista Cosme Cusumano (INTA Famaillá con asiento en Simoca), la respuesta a la inquietud que ha originado esta nota tiene por lo menos dos patas: 1) en Simoca, el Estado es, efectivamente, el gran agente de retención y; 2) hay gente que se ha vuelto al terruño huyendo del clima de inseguridad que se vive en la Provincia de Buenos Aires o de la rutina agitada de la ciudad de Tucumán. "Cuando llego a las casas de los productores, lo encuentro al hijo que se había ido a trabajar hace 10 años a La Rioja, o a Buenos Aires. En Atahona veo muchos chicos que se están volviendo por la cuestión de la inseguridad. Y se me ocurre que muchas chicas que trabajaban como empleadas domésticas en la ciudad han vuelto a sus casas", afirma Cusumano.

No sólo han regresado algunas chicas que trabajaban como empleadas domésticas. Josefina Molina, hija de un productor agropecuario y periodista egresada del San Miguel, no se arrepiente de haber vuelto al terruño. "No hay nada que pague la tranquilidad con la que crece mi hijo en Simoca", afirma la mujer.

Entre los que han aportado al módico crecimiento poblacional de Simoca, tal vez el caso más extraño sea el de la familia de Luis Maman Córdoba. Los Córdoba -la madre, el padre y cinco hijos, un varón y cuatro mujeres- son oriundos de Río Gallegos. En su chalet tipo alpino implantado en un loteo de tierra yerma que extraña la lluvia, Córdoba cuenta cómo ha sido esta migración atípica, del frío más austral al calor casi tropical. Dice que está retirado del Servicio Penitenciario Federal, y que la pensión no le alcanza para garantizarles educación a las chicas. Entonces, vendió todo y se vino al Norte, donde la vida es más barata y no hay paros docentes. "Mis hijas perdieron dos años de educación por los paros. Ustedes no saben el potencial que tienen aquí. Eso sí, me gustaría ver más posibilidades de futuro para los jóvenes, que acá toman mucho", afirma el hombre, mientras las chicas le escapan a la cámara del fotógrafo. Dice que a sus hijas les ha enseñado que si viven en Tucumán habiendo nacido en Gallegos, "se puede vivir después en cualquier lado". La filosofía de un hombre del sur.

Fuente: lagaceta.com.ar

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