Catamarca
Viernes 19 de Abril de 2024
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Los trabajadores de la Salud honraron la Virgen y el Obispo bendijo ambulancias

El lunes 8 de abril rindieron su homenaje a la Virgen del Valle quienes trabajan en el ámbito de la Salud provincial, municipal y privado, Ministerio de la Salud, Hospitales, SAME, CAPS, Sanatorios, Institutos, OSEP, Pastoral de la Salud, Servicio Sacerdotal de Urgencia, Hogares de Ancianos, Geriátricos, Pastoral de las Adicciones, Colegios, Asociaciones, Círculos de Profesionales y Auxiliares de la Medicina.
(DIARIOC, 09/04/2013)  Lo hicieron durante la misa de las 21.00, presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, en el Altar Mayor de la Catedral Basílica de Nuestra Señora del Valle, que contó con la presencia de la Ministra de Salud de la provincia, Dra. Noemí Villagra, el Secretario de Salud y Bienestar Social de la Municipalidad de San Fernando del Valle de Catamarca, CPN Juan Cruz Miranda, como también autoridades del sector privado.
Durante la celebración eucarística, al finalizar la homilía, Mons. Urbanc junto con los sacerdotes Julio Quiroga del Pino y José Díaz administraron el Sacramento de la Unción de los Enfermos.
Además de leer las lecturas del día, los trabajadores del mundo de la Salud de los distintos ámbitos acercaron las ofrendas al altar.
Al término de la Santa Misa Mons. Urbanc bendijo las ambulancias del SAME y de la Municipalidad de la Capital, como también a quienes prestan servicios en estos sectores.

TEXTO COMPLETO DE LA HOMILIA

En este segundo día del septenario, en el que la Iglesia celebra la Anunciación del Señor, se nos propuso reflexionar sobre el hecho inédito de que, de las entrañas purísimas de la Virgen María, vino la Salvación para la humanidad, por medio del divino poder del Espíritu Santo.

Para entender el relato de la anunciación a María de la encarnación del Hijo de Dios en su vientre, tenemos que enfrentar el género literario llamado "anunciaciones". En la Biblia se dan muchas anunciaciones y todas reportan más o menos lo siguiente: presencia gratuita de Dios en medio de su pueblo y superación de los ‘peros’ humanos en el desarrollo del proyecto divino. Por eso aparecen la esterilidad, el miedo, la incapacidad, etc. Este tipo de relatos está lleno de simbolismos que hay que saber leer para no tomarlos al pie de la letra e interpretarlos erróneamente (Dei Verbum, 12,b).
Aclarado esto, lo central del relato de la anunciación es que Dios se hizo presente de una manera gratuita, amorosa y sin méritos de nadie. Tan importante como esto, es la voladura que Dios hizo de las imposibilidades humanas que impedían su encarnación y la entereza de María que creyendo en la Palabra de Dios, superó sus limitaciones culturales de mujer y de doncella campesina en una región marginada del poder central judío. En la Virgen aparece el temor, pero no la desconfianza; y las dificultades que le presenta al ángel quedan resueltas, sin que llegue a lesionarse su condición humana. Llegar a disminuir la condición humana de María para agrandar el Misterio, disminuiría la realidad humana de su Hijo y quedaría afectada toda la encarnación.
Por eso a nosotros nos toca leer a fondo el relato de la anunciación, ver la profundidad de sus símbolos, para entender todo lo que Dios, así, quiso revelar. Si la encarnación de Dios en la historia es lo más divino que pueda acontecer en razón de su origen, es también lo más humano en razón de su fin. Nuestra fe tendrá aquí siempre el desafío de salvar lo divino de Dios sin destruir lo humano de la historia. Sólo así la encarnación mantiene su valor de redención.
La Encarnación del Hijo de Dios y el Misterio Pascual son las dos caras de la misma moneda en orden a la salvación de la especie humana y la armonía de toda la creación.

El texto de Isaías 7,10-14 es de una densidad antropológica muy grande ya que describe el drama que todo ser humano experimenta frente al dolor, la enfermedad, el peligro y el futuro, buscando aferrarse a esa cuota de fe que tiene, pero sin saber si será escuchado, más aún, le parece que es abusivo esperar algo de la divinidad, como si fuera una impiedad. Es por eso que el rey Ajaz dirá ‘no pediré ningún signo a Dios’, quizás también con el miedo de que Dios pueda pedirle algo a cambio. Con todo, Dios no se deja vencer y hace un extraño anuncio, indicando que Él sigue siendo el Señor de la Historia y que jamás abandonará a los seres humanos, sino que caminará junto a ellos para conducirlos hacia Sí, pues Él es el único que conoce lo que hay en el corazón, y ser siempre el Emanuel –Dios con Nosotros- es decir, lo más íntimo de cada ser humano. Los primeros cristianos vieron en esta profecía un claro anuncio de la Encarnación.
La carta a los Hebreos completa la escena afirmando que por medio de la renuncia más grande que un ser puede hacer, como es hacer la voluntad de otro, se logra ser del agrado de Dios. El Hijo de Dios aprendió a ser hijo por medio de la obediencia (cf. Heb 5,8-9).
Esto nos enseña que la causa de todo dolor humano parte de una desobediencia, como lo relata el Génesis y lo confirma la historia humana. De allí que el gozo, la libertad y la alegría sólo las podemos esperar de la filial obediencia a Dios a ejemplo de María y Jesús y  de todos los que aceptaron hacer el mismo camino.
No hay frase más original, efectiva y pacificadora que “hágase tu voluntad”.

Me alegro que en este día, en que peregrinan los servidores de la salud, se haya invitado a algunos hermanos debilitados por los años para que reciban el sacramento de la Unción de los Enfermos como un signo elocuente de que todos debemos pedir ayuda a Dios para hacer siempre y en cualquier circunstancia de la vida, su Santa Voluntad. Y decir con parresía: “mi comida es hacer la Voluntad de Dios” (cf. Jn 4,34).

Para concluir recemos el ‘memorare’: Acuérdate, oh piadosa Virgen María, que jamás se ha oído decir que alguno de los que ha acudido a Ti, implorando tu asistencia y socorro, haya sido abandonado. Por eso, también yo acudo a Vos, oh Virgen Madre de las vírgenes; y, aunque gimo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante tu presencia soberana. No deseches, oh Madre de Dios, mis humildes súplicas; antes bien, escúchalas y atiéndelas favorablemente. Amén

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