Catamarca
Jueves 25 de Abril de 2024
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Los usos de las pasiones

En Celos y envidia. Dos pasiones del ser hablante, los psicoanalistas Colette Soler, Lucas Boxaca, Gabriel Lombardi y Luciano Lutereau estudian el tratamiento de esos padeceres en una serie que continúa contra la supuesta obviedad de la definición de estos, complejizando el campo de la clínica sin ceder a las prerrogativas de la abstracción o de la autoayuda.
El libro, publicado por la editorial Letra Viva en su colección Voces del Foro, es el resultado de una mesa de discusión, llevada a cabo en mayo de 2013, y que continúa este año sobre otras pasiones.

Boxaca es licenciado en Psicología y Filosofía por la Universidad de Buenos Aires (UBA); es magister en Psicoanálisis, docente y coautor de Introducción a la clínica psicoanalítica.

Este es el diálogo que sostuvo con Télam.

- T : Después de Introducción a la clínica psicoanalítica, un libro que vuelve a los fundamentos de la práctica, ¿podría decirse que este nuevo libro apunta también a volver a interrogar lo que parece evidente, pero a fuerza de obviedad pasa desapercibido?

- B : Al poco de andar en la experiencia analítica es difícil no percatarse de que el conjunto de saberes que se pueden englobar bajo el rótulo de doctrina analítica requieren de una interpretación por parte del que ocupa la función de analista. Los conceptos analíticos no están listos para usar al modo de un protocolo de acción estándar, sino que de alguna manera se puede decir que el analista tiene que reinventar el psicoanálisis cuando se compromete en su ejercicio. No resulta abusivo extender este principio a cada análisis en particular que se emprende. La posición del analista no es la del experto, sino la de aquel que pone en cuestión lo que ya ha comprendido, por el hecho de que lo que sucede en la consulta obliga a sostener una posición de humildad. Nunca tratamos un caso como uno anterior porque eso no funciona, hace de obstáculo al surgimiento de la singularidad del que consulta, y éste no tarda en hacérnoslo saber de algún modo, a través de algún fenómeno que obstaculiza la cura, por ejemplo, mediante la interrupción del tratamiento. En resumen, estamos obligados a un ejercicio de reflexión acerca del modo en que se opera en cada caso y eso lleva invariablemente a volver a interrogar las nociones compartidas y el conocimiento que se puede encontrar en la literatura analítica. Éste es un libro que intenta retomar el espíritu propio de la praxis analítica, cosa que espero hayamos logrado en alguna medida.

- T : Curiosamente, el psicoanálisis de nuestro tiempo es cada vez más teórico, ¿cómo interpretar el gesto de volver a esos síntomas cotidianos y constantes que son los celos y la envidia? ¿Qué distinción se podría establecer entre ambos?

- B : En línea con lo que le decía anteriormente, retomar estas nociones es el resultado de prestar atención a lo que se presenta en la consulta. Nuestras conjeturas no pueden estar alejadas de los casos, que aportan un material invalorable. El dispositivo analítico nos enfrenta con una demanda a la que hay que atender y ésta sigue siendo nuestro punto de partida. Los celos, en su enorme variedad, y la envidia, constituyen dos pasiones que se presentan con asiduidad. Decir esto no implica que no nos valgamos de distintas producciones, artísticas, por ejemplo, que nos permitan también echar luz sobre lo que escuchamos en la clínica cotidiana. En tal sentido y atendiendo a su pregunta, tomemos una escena de la película El club de la pelea como situación ejemplar en la que se deslindan estas dos pasiones a la vez que se muestra su conexión íntima. Se trata de aquella en la que Jack (Edward Norton) observa que Tyler Durden (Brad Pitt) ha comenzado a tratar con preferencia al personaje llamado Angel Face (Jared Leto). Hasta allí encontramos las coordenadas propias de la situación celosa. Durden aparece como el objeto de los celos recortado por la presencia de Angel Face. Se trata de una estructura de tres participantes en la se enciende el deseo de Jack por recibir la preferencia de Durden que en el momento recae sobre Angel Face. Es decir, un deseo de deseo del que supuestamente goza un tercero. En este sentido los celos orientan con respecto a un deseo en juego. Aunque la escena es frágil, todo se precipita en el sentido de la envidia al no tolerarse la triangularidad celosa, por lo que se concluye con el arrebato pasional en función del cual Jack desfigura a Angel Face (le quita su bien más preciado, tal como sugiere su apodo), no por celos sino por envidia. Es decir, la cuestión cae por una pendiente donde lo que toma el primer plano no es ganar la preferencia de Durden, sino destruir al rival que posee determinada característica envidiable. En el mismo acto, la envidia produce un borramiento de la conflictiva triangular, por el cual también desaparece el deseo, exaltando una situación de dos, que sólo puede terminar con la destrucción del otro. Es en este sentido que ante la pregunta del motivo por el cual ha molido a golpes a Angel Face, Jack responde: Estaba con ganas de destruir algo bello. Gabriel Lombardi lo expresa claramente: La envidia es de a dos y es mortífera, amo en ti algo más que en ti, tu belleza, tu carisma, tu prestigio, tu posición social, tu dinero, algo que tú tienes y yo no, entonces te arruino, aún si arruinándote me arruino a mí mismo. Los celos comprenden en cambio una relación esencial con un tercero, y en eso revelan otra característica del deseo humano. La envidia es un goce ruin. Los celos, aún en el campo corrosivo del goce, hacen lugar al deseo, que socializa la falta.

- T : Además de tu texto (sobre un caso de celos en el varón), el libro también cuenta con textos de Lombardi, Colette Soler y Luciano Lutereau, ¿cómo se gestó el proyecto de escritura entre ustedes en el marco del Foro Analítico del Río de la Plata?

- B : La cuestión comenzó con un breve diálogo entre Lutereau y yo en el que comentamos, en forma asombrosamente
coincidente, que habíamos intentado organizar un seminario sobre los celos y la envidia en distintos espacios analíticos en los que habíamos participado, obteniendo una idéntica respuesta: Estos no son conceptos analíticos, sino fenómenos imaginarios. Esto quedó resonando durante un tiempo y cuando coincidimos en el espacio del FARP, entramos en diálogo con Lombardi, quien, por otro lado, había estado trabajando el tema con anterioridad. De ese diálogo surgió la escritura de este libro. Por esta vía organizamos una serie de encuentros en el FARP, donde pusimos a prueba nuestras hipótesis clínicas a través de la conversación con otros colegas (Pablo Peusner, Cristina Toro, Luis Prieto, Silvia Migdalek). De ahí que el libro finalmente se haya publicado en la colección Voces del Foro, como testimonio del trabajo compartido y la experiencia decantada.

- T : Sobre el final del libro se desliza una hipótesis sugerente: que el trasfondo afectivo del sujeto puede ser la piedra de toque para que el psicoanálisis no se pierda en la especulación. ¿De qué modo entender este programa de trabajo?

- B : No siempre las pasiones y los afectos son engañosos sino que brindan un índice de lo que no puede ser de otro modo para el ser. El afecto puede perfectamente promover una determinada elección hasta entonces obstaculizada, dar un indicio del camino al acto a ese ser. Baste como ejemplo el hecho de que Freud elevara a duda al estatuto metodológico como apoyo de su convicción en la existencia del inconsciente. En el trabajo con sus propios sueños encontró que recurrentemente surgía la duda con respecto a determinado elemento del sueño, duda de si está o no presente en el sueño, se entiende. De ese afecto, que quizás algunos tildarían de neurótico, él encontró la base para afirmar que eso se había intentado sustraer del contenido del sueño por obra de la resistencia. Es decir, de la presencia de la duda él adquirió la convicción de la existencia del inconsciente. Entonces, apoyado en ese afecto toma una decisión: el inconsciente existe, y ahí mismo funda el psicoanálisis como modo de tratamiento del padecimiento subjetivo. Por ejemplo, vos y yo , en este momento, estamos hablando. Fijate qué importante son los afectos cuando se convierten en índices para alguien. Eso creo que es una de las cuestiones que alejan al análisis del peligro de la obsesionalización con el saber que allí se produce. Obviamente éste es un campo de investigación y reflexión que se abre, y que requiere de una labor ardua, que debe ser realizada en forma conjunta. Este año continuaremos trabajando sobre las pasiones en el FARP, con dos mesas vinculadas a otros dos pares: vergüenza y pudor y aburrimiento y morosidad.

- T : Además de los celos y la envidia, ¿qué otras pasiones del ser claman urgencia en nuestro tiempo?

- B : Las que acabo de nombrar; se trata de pasiones de nuestro tiempo, a las que el psicoanalista no puede dejar de atender, aunque hayan sido prácticamente inexploradas. Junto con Lombardi, Lutereau y Migdalek nos estaremos ocupando de delimitar su pertinencia para la experiencia analítica y los modos de división subjetiva a que confrontan. La particular posición del analista hace que en principio nos enteremos de aquello que no funciona del todo bien. Es decir, que si hay algún contacto con las pasiones, no serán éstas las más elevadas sino las que producen padecimiento subjetivo. En cuanto a tu pregunta, más puntualmente, podría decirte que actualmente estoy interesado en el exhibicionismo que han habilitado las nuevas tecnologías, como así también el hiperconsumismo de la mano de adquisición de bienes que oferta el mercado, entre otras. En general, nos topamos con las pasiones en su faz problemática, amén de que a partir de ellas, mediando la transformación que suscita el análisis, se logre que aporten la energía al despliegue de nuevos actos. Queda todavía por esclarecer la redefinición de las pasiones que puede ofrecer el psicoanálisis si acepta la apuesta de interrogar el horizonte de su época.

Fuente: Télam

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