Como sea, Luciano Saracino nació en Buenos Aires en 1978, lleva setenta títulos publicados (muchos de los cuales se tradujeron al inglés, italiano, francés, portugués, catalán, serbio, coreano, griego y yugoslavo) y recibió los Premios Alicante y el DESTACADO ALIJA a la mejor historieta para jóvenes.
En esta entrevista, el escritor se referirá a los tiempos de su infancia en términos de "mi niño". Es que Luciano Saracino es, en definitiva, un joven escritor maduro que, a pesar de haber alcanzado cierta madurez literaria, no pierde su mirada de chico.
La prueba de eso es, otra vez, Argentina Zombie, un libro que redobla la apuesta del revisionismo histórico y desafía a la historia mitrista para incorporar ahora, entre fundaciones de Buenos Aires, resistencia a las invasiones inglesas, cruce de los Andes y éxodo jujeño, un preponderante papel a los zombies --sí, los zombies-- que, a pesar de ser bastante tontos, cuentan con una doble virtud: "la sorpresa y la multitud. Nada se puede hacer frente a una mordida sorpresiva. Nada se puede hacer frente a cientos o miles de muertos caminando hacia nosotros".
¿Tuviste alguna queja de los historiadores por sacar un libro así?
Al contrario: con los historiadores y profesores que hablé de este libro sentí una cercanía maravillosa. Noté que recibían con buenos ojos mi delirio. Y eso habla de que ya estamos un poquito más grandes como para jugar sin que nos de vergüenza. Nadie vino a decirme jamás que le había faltado el respeto a la Historia grande. Al contrario, me encontré con un montón de profesores que lo recomendaron entre sus alumnos, porque jugando a veces se pueden apropiar fechas y procesos que, si lo intentamos del modo tradicional, cuesta más.
¿Qué libros para chicos leías de chico? ¿Y con qué libros para grandes empezaste?
Seguramente leí un montón de libros antes, pero siempre me acuerdo de El Mago de Oz, en su edición de la colección Robin Hood de tapas amarillas. Ese fue, sin dudas, el primer libro que leí con "conciencia lectora", con ese pensamiento de "estoy leyendo un libro largo". Recuerdo el orgullo de estar sentado leyendo una novela. Y recuerdo que, desde ahí, no me bajé más de esa práctica. Luego, en la escuela primaria, y a instancias de mi hermano mayor, me llegaron un montón de libros de historietas para grandes que yo leía de chico (El último recreo, Ciudad, Las Puertitas del Señor López, Merdichesky... ese tipo de cosas que, por suerte, por aquellos años se publicaban en estas tierras). Podría decirte que entré en el mundo adulto, siendo niño, por las historietas. A eso de los diez, once años, leí La Metamorfosis, la idea de un hombre que se convierte en bicho le había parecido interesantísima a mi niño. Recuerdo haber leído bastante de Ray Bradbury, en aquellos años escolares. De Poe, de Lovecraft. Supongo que lo normal. A los doce años llegó Stephen King, creo que el primero que leí de él fue Misery, y me voló la cabeza. Me hice fan.
Los setenta libros que llevás publicados parecen estar dirigidos a un rango etario bastante amplio, ¿a qué público de lectores te resulta más cómodo escribir?
En realidad, escribo para el público que la idea que me viene a la mente me sugiere. No soy un escritor que se sienta más cómodo contándole a tal o cual público. Sucede que, cuando se me ocurre una idea, esa idea ya me dice para quién está destinada. Yo, simplemente, la escribo. Tengo etapas, entonces, en las que tengo ideas más "para grandes" y otras en las que imagino historias más "para chicos". Ahora, por ejemplo, hace bastante que no escribo libros para chicos. Este último año lo dediqué casi en exclusiva a escribir libros para adultos. Pero nada me dice que el próximo no sea para chicos. Suelo aburrirme bastante rápido, y me gusta pasar de un formato al siguiente, porque me obliga a cambiar los recursos, los modos de contar, las trampas.
Fuente: Télam