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Viernes 19 de Abril de 2024
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Marguerite Duras bajo la lupa de Luján Iuale

En Marguerite Duras, una letra que hace cuerpo, texto inédito, expresamente cedido a esta agencia en el centésimo aniversario de la escritora francesa, la psicoanalista y ensayista Luján Iuale argumenta sobre la singularidad de la escritura de la autora de El amante en la perspectiva abierta por la lectura de Jacques Lacan.
Iuale nació en Buenos Aires en 1973, es licenciada en Psicología por la Universidad de Buenos Aires (UBA), Magister en Psicoanálisis, docente y especialista en autismo, docente y autora de Detrás del espejo y coautora de Posiciones perversas durante la infancia.

Este es el texto:

"Marguerite Duras es sinónimo de escritura, trama, letra. Como lectora, lejos de toda crítica literaria, estoy convencida que su obra es una invitación a hundirse en lo más profundo de la condición humana. Su escritura cercana a los bordes del cuerpo y lejos de todo intelectualismo obsesivo, se adelanta a cualquier forma de teoría que intente explicar la subjetividad.

"Ella sabe tejer con las palabras. Teje y desembrolla al mismo tiempo, urde y echa luz sobre los afectos que atraviesan al ser hablante. Los caballitos de Tarquinia, El amor, El arrebato de Lol V. Stein y El amante, con su claro sesgo autobiográfico, nos orientan a la hora de pensar diversas formas del lazo.

"En El amante, el amor se presenta de un modo peculiar, lejos de toda idea de novela romántica. Ella pide que no la ame, que la trate como a todas las mujeres, haciendo resonar la figura del Don Juan que Lacan evocara para decir que es un fantasma femenino, pero también una figura que airea. Nos trae además el horror que a él le produce al tiempo que relata una historia de amor que no es como las otras.

Los besos en el cuerpo hacen llorar -dice- y las palabras hacen eco en el cuerpo. Su escritura avanza, atraviesa el dolor, surge de la desesperación y trae el latido mismo de la vida. Es una escritura viva que nos conmueve a cada momento. La relación con su madre, los golpes del hermano mayor, el temor y la cercanía con el hermano menor dan cuenta de los avatares de una existencia.

"Nos habla también del encuentro de cuerpos como acontecimiento que se produce entre dos seres desolados. Nos habla de lo inaprehensible de ese encuentro, pero no lo describe, nos lo hace sentir. Más allá del devenir de la historia y de lo que pueda acontecer, destaca ese momento en que una simple persiana los separa de una calle tumultuosa, concretando aquello que ya se había anticipado con la mirada, cuando se vieron en el transbordador.

"Es ese encuentro el que vuelve al final del texto pero ahora bajo la égida de la voz. Ella dirá: "Años después de la guerra, después de las bodas, de los hijos, de los divorcios, de los libros, [él] llegó a París con su mujer. Él le telefoneó. Soy yo. Ella le reconoció por la voz. Él dijo: sólo quería oír tu voz. Ella dijo: soy yo, buenos días. Estaba intimidado, tenía miedo, como antes. Su voz, de repente, temblaba. Y con el temblor, de repente, ella reconoció el acento de China. Sabía que había empezado a escribir libros. Lo supo por la madre a quien volvió a ver en Saigón. Y también por el hermano menor, que había estado triste por ella. Y después ya no supo qué decirle. Y después se lo dijo. Le dijo que era como antes, que todavía la amaba, que nunca podría dejar de amarla, que la amaría hasta la muerte".

"Se lee allí la marca de un amor no narcisista, un amor que va más allá de la reciprocidad. Es un amor que no se sufre, porque deja de ser para ese hombre -en palabras de Spinoza- una pasión triste. Se ha operado una transmutación desde ese amor pasión que lo hacía sufrir, a este amor que le permitió vivir.

"Lacan rinde homenaje a Marguerite Duras, lo hace retomando a su querida Lol V. Stein. Resalta el efecto que le produce su lectura al decir "este arte sugiere que la raptora es Marguerite Duras y nosotros los raptados. Pero si apretando el paso tras los pasos de Lol, que resuenan a lo largo de la novela los oímos detrás nuestro sin habernos encontrado con nadie, ¿Será que su criatura se desplaza entonces por un espacio desdoblado? ¿O será que uno de nosotros pasó a través del otro, y quién, ella o nosotros, se dejó atravesar?

"Es esa imposibilidad de disociarnos del texto, imposibilidad de quedar intocados por su escritura, algo que hermana su estilo con lo más propio del psicoanálisis: en éste también las palabras tocan el cuerpo y es preciso que lo hagan, no de cualquier manera. Las palabras pueden coagular, mortificar; pero también pueden soltar, propiciar modos de arreglárselas con aquello que nos hace padecer.

"Por eso Lacan afirma siguiendo a Freud, que en su materia, el artista siempre le lleva la delantera y le desbroza el camino. Marguerite Duras evidencia saber sin mí lo que yo enseño. Y lo que Lacan enseña y que Marguerite Duras practica, es que la letra converge con el uso del inconsciente.

"La mirada, el cuerpo, el amor, las palabras y los silencios. Las escenas se condensan y atraviesan al lector: ya nadie sabe quien está en el trasbordador, o tras las persianas de Cholen, o raptado por una mancha que nos mira".

Fuente: Télam

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