La tradición de rezar por los muertos se remonta a los primeros tiempos del cristianismo, en donde ya se honraba su recuerdo y se ofrecían oraciones y sacrificios por ellos. Con las buenas obras y la oración se puede ayudar a los seres queridos a conseguir el perdón y la purificación de sus almas para poder participar de la gloria de Dios. A estas oraciones se les llama sufragios. El mejor sufragio es ofrecer la Santa Misa por los difuntos.
La Iglesia recomienda la oración en favor de los difuntos y también las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia para ayudarlos a hacer más corto el período de purificación y puedan llegar a ver a Dios. No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos. Nuestra oración por los muertos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión a nuestro favor. Los que ya están en el cielo interceden por los que están en la tierra para que tengan la gracia de ser fieles a Dios y alcanzar también la vida eterna.