Posada fija un hito insoslayable: hay un antes y un después que su obra marca en términos de identidad mexicana. Nadie supo como él interpreta las realidades, los intereses y los mitos de su pueblo y los transfirió en imágenes potentes, de una modernidad intacta.
Fue un artista popular, pleno de intuición pero revolucionario en sus concepciones y resoluciones gráficas. Y un artista que puso su arte al servicio de una causa política pero que nunca incurrió en el panfleto o la mera propaganda. (Télam)