Catamarca
Jueves 28 de Marzo de 2024
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Mujeres en un tiempo de cambios, violencia y compromiso político

En Bravas la escritora y periodista María Seoane pone en perspectiva la vida de Alicia Eguren y Pirí Lugones, protagonistas de un tiempo signado por los cambios, la violencia y la decisión de construir un mundo mejor, a través de un compromiso inclaudicable por el que fueron secuestradas y asesinadas por la dictadura cívico-militar.
"Era difícil hacer un libro con dos biografías, así que decidí contar cómo se imbricó la vida de estas mujeres -nacidas en 1925- en la historia del país, que se aprestaba a cambios tremendos como el primer golpe militar, la década infame, Forja, el peronismo... ellas fusionaron la vanguardia cultural y política", dice la directora de Radio Nacional en una entrevista con Télam.

"Otra cosa que atraviesa sus vidas es el proceso del nacionalismo; dónde está la raigambre de las ideas antipopulares aún dentro de los sectores progresistas y de izquierda; cómo influyó el proceso de desperonización en esos sectores. En nombre de la República -ejemplifica- apoyan un golpe sangriento y luego se arrepienten. Yo tengo una frase para definir eso: las clases medias insubordinadas a sus propias desventuras políticas".

Hay un recuento de la historia política y de las condiciones económicas cruzado por el itinerario de estas mujeres, "cómo se amasa la conciencia de ellas en la década del 30, del 40, cuando egresan de la Universidad. Pirí es nieta de Leopoldo Lugones e hija de Polo, una familia nacionalista católica, no oligárquica, mientras que Alicia era hija de padres de cuño irigoyenista y antimitrista".

"Y esa prosapia se mezcla en una melange muy compulsiva hacia los años 60, aunque ellas -muy bellas e inteligentes- tuvieron vidas paralelas y perpendiculares en algunos puntos como cuando coincidieron en el taller de Héctor Álvarez Murena, donde estudiaron el existencialismo, pero después confluyen en su ideología y en la política con prácticas diferentes", considera Seoane.

Para la autora, "Alicia se abre a la política desde la resistencia y se enamora de John William Cooke, que fue para mí el Gramsci del peronismo, logra fundir el marxismo y la dialéctica con el peronismo, un movimiento popular tan contundente. Sus obras comienzan a entenderse tardíamente, recién ahora se va a tomar en serio -a 50 años de su muerte- la magnitud de su pensamiento".

"Por suerte -relata la escritora- pude reconstruir la vida de Eguren porque no había nada, muy pocas cosas aisladas, ella fue la diplomática más joven de la diplomacia argentina. A los 23 años viaja como segunda secretaria a Londres".

En el libro "desafío la reivindicación de los intelectuales de los 50, José Luis Romero con la revista Imago Mundi que eran liberales antirrosistas, antinacionalistas populares. La reivindicación del eje Mayo-Caseros yo la cuestiono, cómo es posible que no puede haber república política sin derecho social. Y después Caseros-Pavón fue la negación de la revolución de Mayo", sostiene.

Cuando surge la revolución cubana, Alicia con Cooke adhieren, ella es instructora de varios revolucionarios, de Fernando Abal Medina, de Norma Arrostito; es una de las personas de confianza del Che Guevara para la organización de un movimiento que lo llevara al argentino hasta aquí, donde él quería pelear".

Refiriéndose a los atisbos del peronismo revolucionario ya en los años 60, Seoane menciona que se "arma la discusión dentro del movimiento sindical y se van perfilando los sindicatos más revolucionarios, que después protagonizarán el Cordobazo y en ese hormiguero de construcción Alicia y John tienen un papel central". "Está el programa de Huerta Grande, de La Falda -nombra-, se está estructurando lo que después va a ser la CGT de los Argentinos donde va a recalar Rodolfo Walsh".

Luego de los fusilamientos de José León Suárez, "Walsh, un hombre que había pasado por la Alianza Libertadora Nacionalista, pasa de ser un crítico de la cerrazón del segundo gobierno de Perón a convertirse en un militante del peronismo".

En esos años "se da la adscripción de Pirí al Movimiento de Liberación Nacional, conocido como Malena, en el que se reagrupan los sectores de izquierda no peronista que después van a confluir en el peronismo".
Hay todo un itinerario de Pirí desde su trinchera antiperonista de su universidad de Filosofía y Letras hasta el momento que ingresa a la FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) y luego a Montoneros "y junto a Walsh y otros militantes se dedica a escuchar partes policiales y militares, en una tarea de inteligencia".

"Yo aporto un dato en el libro que no se sabía y es que Pirí logra escuchar el procedimiento que se realiza en la iglesia de Santa Cruz, cuando secuestran a un grupo de militantes y dos monjas francesas, es lo último que ella puede hacer", aporta Seoane.

En cambio, compara, "una Alicia descreída del liderazgo de Perón busca a través de la unidad de las organizaciones revolucionarias la superación de la antinomia izquierda-peronismo y la encuentra lejos de Montoneros y más cerca del ERP".

"La dictadura viene a abortar un proceso que yo creo queda trunco pero que va a expresarse de una manera pacífica, muy política, en esta última década. Con la confluencia del peronismo con los sectores de izquierda populares. Tuvo que pasar mucho tiempo, cuarenta años, y sobre todo mucha sangre", reflexiona la autora.

Acerca de Pirí, "ella estaba muy desesperada por la búsqueda de su compañero Carlos Collarini y le dice a su hija Tabita 'no sabés hija que forma de amar la de ese hombre', le escribe. Y Alicia se negaba a irse del país, por más que los cubanos intentaron por todos los medios que así lo hiciera".

¿Por qué ese empecinamiento de las dos por no defeccionar? "Hay una convicción, un compromiso ético con lo construido, lo decidido por esas mujeres que no pensaban traicionar su militancia y en verdad así fue.
Y después tuvieron que pasar años para reconstruir fragmentos de lo que vivieron los días finales... Alicia fue secuestrada el 26 de enero de 1977 y Pirí en diciembre de ese mismo año.

"El compromiso moral de Pirí, el dilema de quedarse o irse del país, que Alicia conocía profundamente después de cárceles, exilios, luchas, y traiciones, atravesaba a todos los militantes que comenzaban a debatirse entre la lealtad con sus ideas y el miedo a la muerte, a ser emboscados, secuestrados, torturados sin límite hasta que sus cuerpos fueran dinamitados o arrojados al mar", escribe Seoane.

"Esa tensión moral que se vivía como elección entre traicionarse o traicionar a los compañeros; esa culpa latente por sobrevivir a quienes ya habían muerto o desaparecido, fue un desgarro en sus conciencias que no los abandonaría nunca, ni en los momentos en que vivir o morir era una opción apenas separada por un delgado hilo de aliento...", apunta sobre "la terquedad vocacional de una generación, renuente a dejarse vencer por el poder".

"Esto es mi respuesta a todos los que dicen que esa generación estaba enamorada de la muerte, estaba enamorada de la construcción de una ética en la que estaban profundamente involucrados, era una forma de decir que la patria es el otro", concluye Seoane.

Fuente: Télam

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