Catamarca
Jueves 25 de Abril de 2024
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"Nuestro futuro será muy primitivo"

En Iris, el escritor boliviano Edmundo Paz Soldán sitúa los acontecimientos en un futuro no muy lejano donde las fronteras entre el adentro y el afuera resultan imprecisas como en una guerra de posiciones donde el único triunfo es sobrevivir y mantener cierta estabilidad identitaria para evitar que la inestabilidad de esa condición arrase a los protagonistas a la ilusión y al pánico.
El libro, publicado por Alfaguara, es una distopía alejada de cierto optimismo que acaso presentaran los mundos que en otro momento histórico supieron construir George Orwell o Aldous Huxley.


Paz Soldán nació en 1967 en Cochabamba, y es doctor en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de California, y docente en la Universidad de Cornell, ambas en Estados Unidos. Publicó, entre otros libros, Río fugitivo, El delirio de Turing, Los vivos y los muertos y Norte.

Esta es la conversación que sostuvo con Télam.

T: Hablamos de ciencia ficción, utopías, distopías. Y de cómo las distopías suponen la reinvención de la identidad y otras categorías que tal vez la utopía clásica (incluso la de Tomás Moro) implicaban una estabilidad que hoy no está tan clara. ¿Podés agregar algo al respecto?

PS: En Iris hay un adentro y un afuera separados por una frontera. Pero la idea de que la frontera pueda separar algo definitivamente es ilusoria. Los bordes son siempre porosos. Las fronteras están en todas partes, no solo en el territorio; nosotros mismos tenemos fronteras, las vamos creando en nuestro interior. Los personajes, tanto los soldados como los colonizados, tienen la idea falsa de marcar sus límites con respecto a sus enemigos y respecto a ellos mismos. Pero su casa ya está tomada, en cierta forma. Su adentro ya está afuera.

T: El Perímetro ¿podría ser la zona del Stalker de Andrei Tarkovski? Se trata menos de un enfrentamiento, en términos de relaciones de fuerzas, que de un enfrentamiento, sí, pero entre supervivientes. ¿Esto es así?

PS: Todo Iris es para mí la zona de Stalker. De hecho esa película fue clave para mí. Vi el simbolismo de la Zona y pensé que toda la región en que se desarrolla la novela podía ser así. Un campo minado, un grado cero del encuentro radical con el otro, en el que, lo has visto bien, ambos bandos viven con los días contados. Estar en Iris, estar en esa zona, te convierte de inmediato en un superviviente.

T: Contabas que la cuestión del racismo, los inmigrantes, etcétera, podía trabajarse literariamente. Supongo que la marea fascista que inundó Europa puede ser una respuesta, y de las más peligrosas, a ese otro invasor, ¿no?

PS: La verdad de las relaciones sociales en Iris es la desconfianza, el racismo, el desprecio a los que son diferentes a uno, que son muchos, toda una comunidad, toda una cultura. Los procesos globalizadores no se mueven en línea recta; más bien, terminan despertando los viejos tribalismos, fundamentalismos religiosos, la epidemia nacionalista, etcétera. En ese sentido, nuestro futuro será muy primitivo.

T : En Los suicidas, la inestabilidad de la identidad ya estaba presente. ¿Cómo ves aquel texto a la luz de éste?

PS: Los suicidas era un texto más bien personal, un intento de reflexionar acerca de cómo una experiencia privada había desestabilizado ciertas ideas de la identidad que tenía. Iris es un intento de ampliar los márgenes de la discusión, pensar en cómo esa identidad se desarma cuando tiene que enfrentarse sola al horror cósmico (por decirlo de alguna manera). Esa identidad no puede enfrentrarse sola al universo, necesita de suplementos (la religión, las drogas, etcétera). Y ni siquiera eso la fija. Ni siquiera eso es consuelo. Al menos no del todo.

T: Hablamos de la sociedad del control, de la del espectáculo. ¿Cómo creés que se articula la sociedad del cansancio con la violencia delirante que azota a algunas zonas de nuestro continente?

PS: Los soldados de Iris no tienen ni veinte años y ya son máquinas de matar. Ya son psicópatas. Se entrenan a través de hologramas, aprenden a ser más eficientes a través de simulacros, pero añoran la violencia de la realidad. Y cuando la encuentran, descubren que necesitan más de ella para satisfacerse. El agobio llega muy pronto. La pulsión de deseo, cuando se articula con la pulsión de muerte, necesita de una retroalimentación cada vez más rápida.

T: ¿Puede soportarse el turbocapitalismo sin un placebo, digámoslo así, que permita regeneraciones cada determinado tiempo?

PS: Imposible. El sistema hegemónico necesita incluso de sus enemigos para imponer su proyecto. También necesita de sus utopías para instalarse en esa zona de nuestra conciencia en la que creemos que hacemos cosas por cuenta propia, sin darnos cuenta que en el fondo estamos trabajando para la perpetuación del sistema.

Fuente: Télam

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